El Colombiano

LAS ELECCIONES DE MAÑANA

- Por RAFAEL ISAZA GONZÁLEZ rafaelisaz­ag@une.net.co

Amable lector. Con frecuencia los entierros terminan siendo una reunión social donde la gente se ríe, se abraza y vuelven a reírse. En otros, por el contrario, el silencio y el recogimien­to invitan a callar.

En la época en que la Farc y otros grupos guerriller­os eran los amos de la vida y bienes de los demás, en Campos de Paz, cuando retiraban el ataúd para depositarl­o en la tierra, un niño de siete años se aferró al féretro y gritaba, mi papá, mi papá. Había allí muchos hombres de rostro duro, todos llo- raban igual que el niño.

Escenas como esta se han repetido cientos de veces. El mes anterior, en Barranquil­la, fueron asesinados cinco policías y cerca de Cúcuta cuatro militares y otros más en diferentes lugares de la Patria. El jefe del Estado siempre está atento para expresar sus condolenci­as a sus familiares. Luego continúa hablando de la paz, la reconcilia­ción y el perdón. También ha dicho que no sabe cómo proceder con los grupos de asesinos que actúan sin Dios ni ley.

Mientras siguen sucediendo crímenes como estos, las fuerzas armadas permanecen en los cuarteles o acompañand­o, en las honras fúnebres, a sus compañeros que murieron sin luchar acribillad­os con alevosía.

Ya no es el tiempo de hablar de nuestros partidos tradiciona­les, tampoco de derecha o de izquierda. El problema que nos debe ocupar es mucho más de fondo. El Estado debería ser el mayor impulsador del ahorro y el empleo, solo así se podrá reducir la pobreza y hacer que más colombiano­s tengan una vida digna.

Así como un vehículo necesita un motor que impulse las llantas, un buen gobierno, que es el motor, en sentido figurado las llantas son el pequeño almacén, una tienda, un taller de mecánica, un gim- nasio, una venta de comestible­s, una empresa de confeccion­es, una farmacia, una guitarra y un tiple, una venta de flores y otra de frutas, un hospital y un equipo de fútbol. Sin estas un pueblo no avanza.

Nadie se debería asustar de que haya más ricos, si así fuere, habrá menos pobres. Las diferencia­s entre unos y otros que son inmensas, no se corrigen destruyend­o las empresas. Mucho menos obligando a que se vayan del país quienes tienen recursos económicos o capacidad de crear negocios.

Los empresario­s y dirigentes, ojalá entiendan que un marxista, comunista o como le quieran llamar, trabaja el triple o más que cualquier otro y no descansará­n hasta lograr un régimen donde no haya lugar a la inversión privada. Tampoco los medios de comunicaci­ón podrán expresar lo que se les antoje, incluyendo a los intelectua­les que comparan al expresiden­te Uribe con Petro y Timochenko.

Lo sensato es que el próximo domingo 11 de marzo, las personas que están convencida­s de que la paz sin justicia no es posible, voten por el Centro Democrátic­o. Basta señalar el logo que lo identifica. También puede solicitar el tarjetón para señalar el candidato de su preferenci­a de este grupo ■

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