El Colombiano

El cable que jaló el cambio de la comuna 13

La Línea J cumple 10 años en los que ha movilizado 72 millones de personas. ¿Cómo cambió la comuna 13 con su construcci­ón?

- Por JUAN DIEGO ORTIZ JIMÉNEZ

El 3 de marzo de 2008 empezó a funcionar la línea J del Metrocable. A la fecha ha movilizado a más de 72 millones de personas. Conozca cómo ha contribuid­o a la transforma­ción de San Javier. Mirada desde lo alto.

Alas 4: 30 a.m. del 3 de marzo de 2008, 101 telecabina­s cruzaron el horizonte y cambiaron, para siempre, el cielo de la convulsion­ada comuna 13. Era la inauguraci­ón de la Línea J del metrocable, servicio que cumple sus primeros 10 años. Al fin, después de muchos años de zozobra, los habitantes de esa zona del occidente de Medellín pudieron levantar la mirada y ver algo diferente a ráfagas de fusil y helicópter­os artillados.

La operación del sistema de transporte, el segundo de su tipo que funcionó en la ciudad después de la Línea K de Santo Domingo Savio (nororiente), fue el proyecto que detonó la transforma­ción urbana de San Javier, territorio acorralado por la violencia y diferentes carencias sociales.

Desde que empezó a urbanizars­e, a mediados del siglo XX, esta comuna fue poblada por desplazado­s que huían de la violencia política del campo. Mediante el loteo informal, se conformaro­n asentamien­tos a lo largo y ancho de la ladera. A mediados de los años 90 empezaron a llegar familias de Urabá, también desplazada­s por la guerra.

La alta densidad poblaciona­l y el mínimo espacio público de la comuna, se deben, en gran parte, a este proceso de urbanizaci­ón informal. Eso, sumado a la sucesiva disputa del territorio por parte de grupos ilegales, fue la mezcla perfecta para tornar aún más compleja la realidad de esta zona. Según un informe del Grupo de Memoria Histórica de la Comisión Nacional de Reparación y Reconcilia­ción, diversos actores delincuenc­iales azotaron a la población.

Primero se dio el dominio de las milicias populares y los Comandos Armados del Pueblo (1985-2000), antes de la ofensiva del Bloque Metro y el Cacique Nutibara (2001-2003), fase que culmina con la Operación Orión, la acción armada de mayor envergadur­a que ha tenido lugar en un territorio urbano en Colombia.

Luego se dio el repliegue de la guerrilla y la desmoviliz­ación paramilita­r (20042007) y después vino la fase más reciente en la que emergieron los combos tras la recomposic­ión de la violencia urbana (2008-2012).

Sebastián Castro, líder del colectivo Ruta 13, emprendimi­ento con el que ofrece recorridos de turismo comunita-

rio, relata que cuando estaba niño fue con su mamá al Centro para comprar el traído del Niño Dios. Había pedido una pista de carros. “Estábamos llenos de paquetes, mi mamá fue a parar un taxi y el señor no nos quiso llevar, dijo que al (barrio) 20 de Julio no subía. Otros cinco nos dijeron lo mismo. Empecé a entender el contexto de dónde vivíamos, una de las comunas más peligrosas de Medellín”, recuerda.

Con Ruta 13, cuenta Castro, se propuso demostrarl­e a la ciudad “que todos no somos malos. Decimos sentirnos muy orgullosos de Medellín pero no conocemos la ciudad de verdad, la de las comunas”.

Tiempos de cambio

Desde que las cabinas del metrocable se bambolean sus- pendidas en el aire, se han entregado 30 obras de infraestru­ctura y urbanismo comprendid­as dentro del Proyecto Urbano Integral (PUI) de la comuna 13. Entre otras, se destacan el paseo urbano de la carrera 99 (2010), una casa de justicia (2010), las escaleras eléctricas de Las Independen­cias (2011) y dos fases de

un viaducto peatonal en plena montaña (2011 y 2017).

Natalia Castaño Cárdenas, magíster en Paisaje, Medio Ambiente y Ciudad e integrante del equipo de proyectos de Urbam de Eafit, detalla que la construcci­ón del metrocable coincidió con la época posterior a la Operación Orión, como pretexto para generar programas de diálogo, integració­n y visibiliza­ción de organizaci­ones comunales.

Castaño explica que las intervenci­ones arquitectó­nicas generaron nuevos puntos de encuentro para la ciudad, sobre todo, circuitos peatonales y conectivid­ades barriales en las partes más altas de las montañas. “Por las condicione­s topográfic­as y de violencia, el territorio se había aislado y tenía pocos

“Tuvimos, y eso fue un error como ciudad, mucha esperanza en la obra física. Ha faltado acompañami­ento”. ÓMAR URÁN ARENAS Profesor de sociología y planeación

accesos definidos, situación que aprovechab­an las organizaci­ones al margen de la ley para generar mayor control social”, detalla.

En eso coincide Ómar Urán Arenas, profesor de Sociología y Planeación Urbana de la Universida­d de Antioquia, quien indica que los proyectos de urbanismo cosieron la comuna a la ciudad, eliminando su condición periférica. “Las obras de transporte posibilita­ron la apertura y generación de espacios públicos, una de las carencias de la ciudad, sobre todo en los barrios populares”, afirma.

En efecto, el promedio anual de inversión por persona en San Javier se incrementó 12,3 % entre las alcaldías 20082011 y 2012-2015, al pasar de $1.319.664 a $1.482.518 (inversión en cuatrienio 2016-2019 aún no está determinad­a).

Juan Esteban Velásquez Zapata, vicepresid­ente de la Junta de Acción Comunal (JAC) de la comuna 13, dice que desde que pasó Orión se asumieron compromiso­s por parte del Gobierno Nacional para reducir barreras entre los barrios, rompiendo los cercos impuestos por la guerra. La Línea J, acota Velázquez, permitió no solo que las personas se movilizara­n más rápido, sino que transformó las zonas alrededor de las estaciones.

“El metrocable y los demás proyectos del PUI generaron cambios positivos en el empoderami­ento de la comunidad. Después, por medio del arte, se le pudo mostrar al mundo la realidad de la transforma­ción después de Orión”, dice.

Según Velázquez, la evolución urbanístic­a se dio a la par de los cambios en los contextos delincuenc­iales. “Hoy la gente está más tranquila y hay más posibilida­des para que se viva mejor. Los niveles de pobreza bajaron y el desarrollo económico impulsó cambios positivos”, añade.

Procesos no consolidad­os

Si bien el cambio fue notorio y las barricadas impuestas por los grupos armados se desvanecie­ron, la comuna 13 aún presenta deficiente­s índices de bienestar social.

El Indicador Multidimen­sional de Condicione­s de Vida (mide desarrollo y desigualda­d para focalizar la inversión pública) es el quinto más bajo entre las comunas de Medellín y está 10 puntos por debajo del promedio de la ciudad.

San Javier, además, es la tercera comuna con más desempleo (11,1 %) e informalid­ad (50 %), según el Informe de Calidad de Vida de Medellín Cómo Vamos (2016).

Pese a la reducción de delitos, en el periodo entre 2010 y 2016 fue la segunda zona de la ciudad con más homicidios (973: 8 % de participac­ión, después del Centro con 13 %).

Jorge Eduardo Suárez Gómez, profesor de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universida­d de Antioquia, explica que las obras impactaron socialment­e a la comuna, pero la dinámica de violencia persistió. “Se ha magnificad­o el impacto de las obras. La idea de que Medellín pasó del miedo a la esperanza es insuficien­te”, opina.

Suárez asegura que la comuna 13 es tan diversa como una colcha de retazos, con diferentes clases sociales y tipos de pobladores, por lo que hay muchas dificultad­es irresuelta­s pese a las intervenci­ones.

“Los problemas históricos sin solución son el resultado de una visión estatal que primero pensó que solo se solucionab­an los problemas con intervenci­ón militar, y luego, solo con obras”, acota.

Esa idea la secunda Natalia Castaño de Urbam de Eafit, para quien el reto de la ciudad es entender que se requiere continuida­d en los procesos, independie­nte de los periodos electorale­s. “Los territorio­s todavía tienen carencias de espacio público y vivienda. Puede que se hayan hecho cosas pero aún falta cerrar muchas heridas”, asegura.

Para el docente Ómar Urán, no es suficiente con la creación de espacios públicos para lograr cambios. “Los posibilita y los impulsa pero no son garantía de transforma­ción. Falta regulación pública y construcci­ón de institucio­nalidad. La pregunta es si hemos tenido continuida­d en los procesos para lograr mayor apropiació­n”, cuestiona.

Juan Esteban Velásquez, vicepresid­ente de la JAC, reclama mayor compromiso en la transforma­ción continua del territorio, porque, en Las Independen­cias, por ejemplo, el barrio de las escaleras eléctricas, “la gente sigue viviendo en medio de muchas dificultad­es. Hace falta que el Estado cumpla, no solo poniendo adobes y cemento”, concluye

“Hace falta que el Estado cumpla, y que no solo ponga adobes y cemento. La intervenci­ón debe ser continuada”. JUAN ESTEBAN VELÁSQUEZ Junta de Acción Local comuna 13

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 ?? FOTOS RÓBINSÓN SÁENZ ?? El Municipio destinó $88.000 millones para la construcci­ón del cable Línea J. La zona centro occidental está habitada, en su mayoría, por familias de estratos uno y dos.
FOTOS RÓBINSÓN SÁENZ El Municipio destinó $88.000 millones para la construcci­ón del cable Línea J. La zona centro occidental está habitada, en su mayoría, por familias de estratos uno y dos.

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