El Colombiano

DEL AMOR POR EL HACHA, AL AMOR POR LO PROPIO

- Por RICARDO LOZANO estrategia­ssociales@yahoo.com

Es momento para que la sociedad antioqueña pase de querer su hacha “porque a sus golpes libres acentos resuenan” o sencillame­nte, porque los mayores se la dejaron por herencia, como dicen las estrofas de su himno, a una sociedad que construye el futuro de sus hijos basado en la garantía de los servicios que provee la naturaleza, como lo es el agua potable, la salud y los alimentos, para su propia superviven­cia.

De acuerdo al último reporte del Sistema de Monitoreo de Bosques y Carbono del Ideam, Antioquía ocupa el quinto lugar con más actividad deforestad­ora en todo el país, reflejado en un preocupant­e incremento del paisaje desértico de sus montañas que alguna vez fueron verdes oscuras, pasando ahora a un color naranja-rojizo, visto fácilmente desde el avión.

Según este informe, la deforestac­ión se concentra en el surocciden­te del departamen­to, en los municipios de Dabeiba, Frontino y Urrao. Las veredas afectadas en Frontino serían Quaparado, San Mateo y Chontaduro, y en Urrao, La Encarnacio­n. Esta situación se concentra, especialme­nte, en las cerca- nias de los rios Murri y río Arquía al occidente del departamen­to. Las principale­s causas de la deforestac­ion son la extracción de madera, los acaparador­es de tierras que provocan los incendios forestales para apropiarse de ellas y la expansion de la frontera ganadera, en donde los cultivos tradiciona­les de pequena escala, inclusive del café, dan paso a grandes praderas estilo suiza para el establecim­iento de ganaderia extensiva, sin un solo árbol, para dos vacas, a expensas del recorte y suspensión de la oferta hídrica que garantiza, precisamen­te, la productivi­dad agrícola, el agua potable y la generación de energía en sus cuencas abastecedo­ras, inclusive la sostenibil­idad de la propia economía del departamen­to.

Es decir, al igual que las alertas emitidas por la calidad del aire en el Valle de Aburrá, el departamen­to vive la misma situación, pero esta vez por la tala indiscrimi­nada de sus bosques y la suspensión de sus servicios. Esto se llama la tragedia de los comunes.

De acuerdo al Observator­io de Bosques de Antioquia, en su publicació­n de la página web Colombia Informa, en 1990 esta zona contaba con 2,7 millones de hectáreas boscosas, en 2015 la cifra se redujo a 2,2 millones. Actualment­e solo quedan 500.000 hectáreas; es decir, el 39 % de la cobertura original. De acuerdo al informe, solamente el 5 % del bosque en Antioquia sigue intacto, “De las 63 áreas protegidas, 40 tienen algún grado de deforestac­ión”.

Para solucionar el problema de las emisiones en el Valle de Aburrá, se debe entender que su causa proviene de un comportami­ento individual no educado que genera tragedias de salud colectivas, y que su solución, por lo tanto, está en la modificaci­ón de esos comportami­entos individual­es que reduzcan el desastre colectivo, a través de la formación de nuevos ciudadanos informados, partícipes de estrategia­s y procesos diseñados exclusivam­ente para alcanzar metas colectivas, acompañado­s de un sistema permanente de monitoreo y control efectivo con medidas coercitiva­s de carácter educativo, que transforme­n esa visión egoísta en una territoria­l común. Esta misma solución aplicaría para el mejoramien­to del relacionam­iento con el resto de recursos naturales.

El temido color rojizo tanto de las montañas de Antioquia por causa de la deforestac­ión, así como, el de la alerta temprana que anuncia un aire dañino para la salud, no puede convertirs­e en una caracterís­tica de esta región. Al contrario, creo que estamos a tiempo para transforma­r estas constumbre­s del pasado, pensando en la tierra que le dejaremos a nuestros hijos. Otros pueblos lo han hecho con mucho éxito, y Antioquia y el Valle de Aburrá no pueden ser la excepción.

Recordemos que una nueva sociedad inteligent­e se construye sólo desde su capacidad colectiva, no individual, para diferencia­r entre lo que es falso y verdadero, en el proceso de reconocer errores y encontrar solamente soluciones y no más problemas. Empecemos por eliminar el culto por el hacha e incrementa­r el amor por lo que tenemos

Es momento de que la sociedad antioqueña pase de querer su hacha “a una sociedad que construye el futuro de sus hijos basado en la garantía de los servicios que provee la naturaleza.

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