El Colombiano

CAMBIAR DE HÁBITOS

- Por DAVID ESCOBAR ARANGO * david.escobar@comfama.com.co

Querido Gabriel,

La reflexión sobre un asunto público está incompleta si no incluye lo ciudadano. Te invito a preguntarn­os qué podemos aportar cada uno para resolver los problemas sociales, porque el gobierno, sin los ciudadanos, tiene una capacidad limitada. Por eso, propongo para tu grupo de amigos, el tema de la contaminac­ión del aire.

Imagino que los asistentes a tu reunión son personas cómodas, que buscan lo que más les conviene, como casi todos. Entonces, las discusione­s sobre el tema, de seguro giran alrededor de qué se prohíbe y qué se incentiva (o desincenti­va) y cómo los afecta en el inmediato plazo. El pico y placa y más impuestos de circulació­n son herramient­as válidas y hay que aplicarlas, a pesar de su impopulari­dad. Sin embargo, me parecen insuficien­tes porque delegan en el Estado una responsabi­lidad de todos.

La mayor parte de la contaminac­ión proviene de fuentes móviles: carros, motos, buses y camiones. Estos vehículos se usan, simplifica­ndo, para transporta­r personas o carga. Buena parte de las partículas y gases que ensucian el aire se deben entonces a gente que va a trabajar, estudiar o hacer vueltas. El problema somos nosotros. Preferimos el carro y la moto al metro o los buses (ojalá sean eléctricos pronto). Ni pensamos en caminar o tomar una bicicleta.

¿Te has puesto a reflexiona­r en que a una persona con cáncer de pulmón que fuma o un paciente de cirrosis que toma a diario, lo cuidaríamo­s como adicto? Pero solo nuestro amigo Carlos ha denunciado que lo somos, al carro y la moto, porque nos hacen daño, pero nos sentimos incapaces de dejarlos o cambiarlos por algo más.

Hay dos libros que pueden servirnos. El Poder de los Hábitos, de Duhigg, explica que un hábito no se elimina, sino que se reemplaza por otro que tenga el mismo origen y la misma satisfacci­ón al final. El otro, Nudge, de Thaler y

Sunstein, donde se aborda la idea de que las personas podemos ser orientadas para tomar mejores decisiones, sin coartar nuestra libertad. No es fácil, pero las organizaci­ones podemos pasar de “exigir medidas” a tomarlas, y las personas podríamos dejar de esperar el equivalent­e a un “parche de nicotina” y usar nuestra voluntad e inteligenc­ia para no ahogarnos en nuestros propios desechos.

Hagamos una tertulia para pensar en cómo cambiar el vicio del carro por la limpia bicicleta eléctrica. ¿Cómo vencer el facilismo diario con otro hábito menos dañino? ¿Cómo informarno­s cada día del impacto de los kilómetros recorridos y el combustibl­e usado? ¿Será que podemos darnos “pequeños empujones” que nos enseñen a movernos sin contaminar?

¿Podremos tener grupos de apoyo, aprovechan­do las redes, para evitar caer en la tentación de ir a tres cuadras a mercar en carro o manejar al trabajo solos? ¿Será que las empresas debemos dar reconocimi­entos a los que nos cuidan y hacerles presión social a los que nos dañan lentamente? ¿Será que todo comienza por uno que cambia, seguido de otro, hasta que la manada se transforma?

Se despide, tu contertuli­o epistolar

* Director de Comfama

El pico y placa y más impuestos de circulació­n son herramient­as válidas y hay que aplicarlas a pesar de su impopulari­dad. Sin embargo, me parecen insuficien­tes porque delegan en el Estado una responsabi­lidad de todos.

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