¿Dónde se habían metido
Noticias de Europa hablan de agentes secretos, como los de la Guerra Fría. Dan motivo para hablar literatura de espionaje.
El espionaje, ese asunto tan antiguo como las naciones, parece ponerse de moda en ciertas épocas de la historia, como en la actual. Por cierto, también ahora da la impresión de que las tensiones políticas y militares en el mundo están reviviendo la Guerra Fría, que tanto alimentó las historias de espionaje.
Desde hace unos días, el mundo se ha sorprendido con la noticia del envenenamiento del espía ruso Sergei Skripal y su hija Yulie, en Londres, al parecer con un químico fabricado expresamente como arma, el VX, que entra por la piel y ataca las células nerviosas. Ahí los tienen moribundos a ambos, internos en un hospital de la capital británica, mientras afuera de sus habitaciones cunde la zozobra entre la población, que teme porque esa infección sea contagiosa, cosa que ya fue descartada por la autoridades inglesas, y una tensión entre los gobiernos británico y ruso, porque hay sospechas de que el atentado haya sido ordenado por Moscú, en venganza por acciones del pasado.
Y este tema, que como se ve, tiene todos los visos de una novela de espionaje, hace detener la atención sobre este género narrativo, que resulta tan seductor para los lectores del mundo.
Género que si bien se configuró como tal a principios del siglo XX, antes de la I Guerra Mundial, tiene antecedentes a lo largo de la historia.
En el libro del Génesis, el primero de la Biblia, dice: “José se acordó de los sueños que había tenido acerca de ellos, y les dijo: Sois espías; habéis venido para ver las partes indefensas de nuestra tierra”.
Y en otros apartes del libro de los libros surgen alusiones a los agentes secretos.
Para el periodista Juan José García Posada este género es apasionante por la perspicacia, tanto de los narradores como de los lectores, para desentrañar las pistas, revelar secretos de los gobiernos.
“Uno, como lector, se pone del lado del espía, así este sea malo, si lo encuentra valiente”. Las novelas y los relatos de espionaje se basan en hechos reales o posibles.
Muchas obras narrativas dan origen a películas. Juan José dice que, en general, prefiere las primeras, porque hay más realismo, en tanto que las películas son efectistas y este aspecto les resta verosimilitud. Recuerda a la novelista Agatha Christie, que dejó, además de los tramas detectivescos, algunos de agentes buscadores de información secreta, como Pasajero a Frankfurt, que habla de una condesa loca de poder, que quiere gobernar el mundo con ideas nazis. Y, más actual, El tiempo entre costuras, de María Dueñas Vinuesa, con una modista en que hace más que coser. Transcurre entre Madrid, Tánger y Lisboa. La llevaron a la pantalla y se ve en Netflix.
Para el escritor Óscar González Hernández, es el dominio del misterio lo que revelan estos libros. “El suspenso, es su elemento principal”, con los personajes siempre en riesgo de ser asesinados o caer en prisión.
Y al hablar de autores y de obras menciona a Vladimir Navokov. En El ojo presenta a un personaje que a ratos es espía volchevique.
Si quiere diversión, intriga y suspenso, la literatura de espionaje es lo suyo