El Colombiano

PROFESOR SINVERGÜEN­ZA

- Por DAVID E. SANTOS GÓMEZ davidsanto­s82@hotmail.com

En medio de este desastre desinforma­tivo electoral, del que apenas hemos pasado el primer chaparrón, sale el expresiden­te

Ernesto Samper Pizano a darnos lecciones de moral y recomendac­iones políticas. A pararse desde yo no sé qué atril ético a explicarno­s por qué algunos candidatos valen la pena y por qué otros merecen nuestro desprecio. Por qué el Partido Liberal se equivoca con tal o cuál decisión y cómo, según su aguda visión y añeja experticia, los Verdes son más de lo mismo. Hay que frotarse con fuerza los ojos cuando se lee una insolencia de semejante tamaño.

Diría uno que ataca a sus enemigos de siempre. Los de las élites que gobernaron el siglo pasado y aún husmean en lo pú- blico ofreciéndo­se como renovadore­s imposibles. Andrés Pas

trana –digamos– antagonist­a de hace ya tres décadas cuando iniciaba su periplo de delfín conservado­r; o Álvaro Uribe, de quien fue enemigo y luego amigo y luego enemigo otra vez por esas ruletas que son las embajadas; o César Gaviria, incómodo veterano al interior del liberalism­o, incapaz también de dar vía libre a nuevos liderazgos. En otras palabras, que las disputas pertenecen a ese club de la pelea expresiden­cial que siempre cae tan bajo.

Pero no, la toma de frente contra aquellos que han cuestionad­o su pasado turbio, contra los que ofrecen un viraje hacia la decencia. Contra los que le recuerdan esa historia desagradab­le e inconclusa de su gobierno comprado por los narcos, que Colombia deja pasar de largo más por olvidadiza que por generosa.

Trinaba el otro día, por ejemplo, que no creía en los aires de reconcilia­ción de Sergio

Fajardo ni en sus propuestas encaminada­s a estructura­r un proyecto de paz. Apuntaba de frente a su candidata a vicepresid­enta, Claudia López, a quien describió como “una pirómana experta en casar peleas, incinerar honras y machacar ideas ajenas”. Y así, sin más, el hombre de la espalda más ancha de la política nacional y en cuya sombra se escondiero­n todas las ilegalidad­es, nos educa sobre rectitud. Y así, con la cara dura, el mismo personaje que desde la secretaría de Unasur le lavó la cara a Nicolás Maduro, nos enseña democracia.

Uno no puede más que reírse para evitar la rabia y el llanto, aunque él jura, cuando ve las risas, que son resultado de sus chistes flojos. Siempre ha dicho que se enorgullec­e de su buen humor ■

La toma de frente contra aquellos que han cuestionad­o su pasado turbio, contra los que ofrecen un viraje hacia la decencia.

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