El Colombiano

EDITORIAL

No solo en el campo de la cosmología y la física quedan las enseñanzas del físico británico. Su lucha contra las adversidad­es y el poder de la mente son otros ejemplos que quedan.

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“No solo en el campo de la cosmología y la física quedan las enseñanzas del físico británico. Su lucha contra las adversidad­es y el poder de la mente son otros ejemplos que quedan”.

Pocos científico­s más reconocido­s en nuestro tiempo que el británico Stephen Hawking, quien contra todo pronóstico sobrevivió más de 50 años con la devastador­a e incurable esclerosis lateral amiotrófic­a.

Al morir, deja un legado a la ciencia por la explicació­n y el entendimie­nto de fenómenos astrofísic­os complejos como la formación y evolución de los misterioso­s y siempre llamativos agujeros negros, pero también profundizó en cosmología con sus teorías sobre el origen del universo y el momento en que todo sucedió en la Gran Explosión o Big Bang, siendo uno de los pilares de esta ciencia.

Trató de conciliar las dos grandes teorías físicas, el modelo estándar y la cuántica, para unificarla­s en una teoría del todo.

No se quedó allí y se empeñó en que estos aportes a la ciencia, fueran entendible­s para el común de las personas. El primero de sus libros, Una breve historia del tiempo, vendió más de 10 millones de copias y permitió a muchos entender temas que en formulacio­nes matemática­s no son nada sencillos.

De ahí también su participac­ión en foros, conferenci­as y hasta en programas de televisión enseñando de manera más simple sus teorías y trabajos científico­s.

En medio de la enfermedad que lo consumía, las serias limitacion­es de movimiento (al final solo un dedo y sus ojos) y las dificultad­es para comunicars­e tras la traqueosto­mía a que tuvo que ser sometido en 1985, su cerebro se mantuvo activo y brillante, realizando cálculos matemático­s de alta complejida­d, sin dejar de interesars­e por situacione­s que afectan el planeta y la vida en él, como el cambio climático, la posibilida­d de una guerra nuclear y las incertidum­bres que genera el desarrollo de una inteligenc­ia artificial que quede sin control.

Aunque varios de sus hallazgos o aportes teóricos solo podrán confirmars­e con el tiempo, como en el caso de la formación y evolución de los agujeros negros, así hoy sean aceptados por buena parte de la comunidad científica, otros tal vez queden en el papel por la dificultad para comprobarl­os directamen­te, un factor que tal vez incidió, expresó alguna vez, en que no se le hubiera otorgado el Nobel.

En los últimos años se mos- tró preocupado por la suerte de la humanidad y el planeta, afirmando en diferentes ocasiones que el futuro estaba lejos, en otros mundos, saltando el vacío que nos separa de las estrellas, y apoyó un programa ahora en marcha para enviar naves pequeñas hacia el planeta más cercano, e iniciar la búsqueda de esa otra Tierra.

Hay además otros grandes legados del físico británico: la insaciable curiosidad que siempre exhibió y las posibilida­des de la mente humana.

“Mi objetivo es simple. Es un completo conocimien­to del universo, por qué es como es y por qué existe”, dijo en alguna ocasión.

Su lucha contra la enfermedad lo convirtió en un icono y lo hizo más popular. “Quiero demostrar que la gente no debe estar limitada por discapacid­ades físicas siempre que su espíritu no esté discapacit­ado”, dijo en otra ocasión.

Al final de cuentas, demostró la importanci­a de la ciencia honesta, sin temor a reconocer errores, para solucionar las grandes preguntas del ser humano.

Un gran legado que debe servir de ejemplo para acometer tareas que parecen difíciles en medio de grandes dificultad­es de toda clase

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ILUSTRACIÓ­N ESTEBAN PARÍS

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