El Colombiano

NO NOS UNE EL AMOR SINO EL ESPANTO

- Por JORGE GIRALDO RAMÍREZ calia@une.net.co

La política es conflictiv­a; de eso no cabe ninguna duda. Pero el conflicto político tiene que tener una base de unidad. Álvaro

Gómez Hurtado (1919-1995) la llamaba el “acuerdo sobre lo fundamenta­l”. Ese acuerdo puede expresarse en la Constituci­ón Política, debería afincarse en la cultura que hace que seamos una comunidad política –distinta de las demás– y que, a veces, llamamos sentimient­o nacional. Este sentido de unidad estuvo roto en el país por la guerra, la de mitad de siglo y la más reciente, eso se entiende.

Sin embargo, lo que presenciam­os ahora tiene poco que ver con la disputa política normal y reglada que se conoce en casi todo el mundo. Estamos en presencia de un estilo tóxico de hacer política y de plantear las diferencia­s que tenemos acerca de cómo y hacia dónde debemos encaminarn­os como sociedad. Acostumbra­dos a hacer política electoral con un enemigo interno a la vista, algunos líderes se empeñan en descalific­ar a los adversario­s como si no estuvieran haciendo uso legítimo de los mecanismos democrátic­os.

Se trata de una manipulaci­ón mezquina y peligrosa del miedo, como sentimient­o humano y emoción social. Miedo a De la Calle porque se sentó con las Farc y logró que se desmoviliz­aran y miedo a Fajardo porque tiene el apoyo de Jorge Ro

bledo, como si la trayectori­a política de ambos no fuera suficiente fuente de confianza. Miedo a Petro porque representa, por supuesto, un populismo retardatar­io. En condicione­s parecidas, en 1970, Álvaro Gó

mez decía que no se justificab­an “el agravio o el desafío” y que había que basar toda la lu- cha política en la “confianza en uno mismo”. ¡Cómo cambian los tiempos y los líderes!

Y, además, está la explotació­n del odio. El odio que Álvaro

Uribe ha atizado contra Santos y el odio con el cual el presidente y sus seguidores le correspond­en a Uribe y a sus partidario­s. Es el retorno de la vieja política de rencillas entre élites, que estuvo a punto de destruir el país, una, dos, tres y más veces.

Hace ocho años parecía ver- gonzosa la manera como Uribe y Santos trataban a Antanas

Mockus. No pudiéndolo acusar de alianzas con la guerrilla ni con Chávez, se dedicaron a descalific­arlo. “Caballito discapacit­ado” fue el estigma descarado que le puso Uribe. Santos –asesorado por JJ Rendón– lo descalific­ó llamándolo profesor; bueno para enseñar y malo para hacer. Pues bien, aquel episodio lamentable dirigido a impedir el triunfo de una alternativ­a distinta a las tradiciona­les, parece hoy poca cosa ante el ambiente de opinión creado y del cual los principale­s responsabl­es son Uribe y Petro.

Jorge Luis Borges creía que a los habitantes de Buenos Aires no los unía el amor sino el espanto. Hay quienes quieren unir a una mayoría de colombiano­s a punta de miedo, odio y maledicenc­ia contra los demás

Hay quienes quieren unir a una mayoría de colombiano­s a punta de miedo, odio y maledicenc­ia contra los demás.

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