El Colombiano

NO ME QUITES LA CRUZ

- Por JUAN PABLO CARDONA :adielo123@gmail.com

La Cruz no atrae a casi nadie. Es imposible hoy una llegada a la victoria sin pasar por la derrota. Al hombre de hoy eso le cuesta admitirlo, porque rehúye espontánea­mente todo lo que implique sufrimient­o, privación, muerte, y busca con afán el goce, el confort, la vida.

Pero por otro lado el hombre actual está más capacitado que nunca para vivir con lucidez su radical caducidad y su destino para la muerte. De hecho, las filosofías originales de nuestra época se complacen en esa mirada fija a la muerte. Y la experienci­a de cada día nos enseña que, a pesar de todos los esfuerzos, el sufrimient­o, la enfermedad y la muerte continúan siendo el patrimonio común de la humanidad.

La sociedad, y mucho más la sociedad del consumo y del confort, excluyen la cruz de sus eslóganes. Ningún programa electoral, de esos que abundan por estos días, se hace o se diseña incluyendo las exigencias de la cruz que debemos cargar cada día, porque hay alergia al sufrimient­o. Pero la cruz, más exactament­e el crucificad­o, está en el centro de la fe y de la predicació­n cristiana. Cometemos el error de eliminar la cruz del ámbito de nuestras vidas o de contemplar poco la cruz. Y sin embargo ella es nuestra salvación.

Jesús es en la cruz siervo y señor al mismo tiempo. La cruz es suplicio y trono, humillació­n y gloria inseparabl­emente unidas como las caras de una misma moneda o realidad. La cruz no es ciertament­e el contenido único de nuestra fe. Jesús nos ha revelado el amor del Padre, nos ha urgido el amor fraternal, la fe en su resurrecci­ón moviliza todo nuestro ser con consecuenc­ias de todo orden. Pero la cruz viene a ser como el resumen de todo.

El Jesús histórico muere para dar paso al resucitado. La resurrecci­ón es la gran fecundidad de la muerte, porque la predicació­n de la cruz, de la abnegación, de la muerte… no es en los labios de Jesús, una predicació­n nihilista. Jesús nos enseña, que toda realidad humana, también la muerte y el sufrimient­o, tocada y transforma­do por él, va a cambiar de sentido la vida misma y sus cruces y sufrimient­os.

Es bueno aprovechar esta lucidez de entender la muerte y la cruz, pero el mensaje cristiano debe insistir en que el paso por la muerte es sólo la condición para llegar a la vida, y no al término final de la existencia

Cometemos el error de eliminar la cruz del ámbito de nuestras vidas o de contemplar poco la cruz. Y sin embargo, ella es nuestra salvación.

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