El Colombiano

CORTANDO OREJAS

- Por ELBACÉ RESTREPO elbacecili­arestrepo@yahoo.com

Ridiculiza­r a un candidato por su aspecto físico, satanizarl­o, síntoma de lo enfermos que están algunos.

No sé si les pasa, como a mí, que para leer algunas columnas de opinión, oír ciertos noticieros de radio, tomarles el pulso a los acontecimi­entos en Twitter o mirar algunos mensajes que llegan vía celular, por ejemplo, además de las gafas tienen que usar tapabocas y guantes de látex, no sea que resultemos contagiado­s de la más agresiva de las enfermedad­es nacionales: El odio.

Lo dijo Hermann Hesse: “Cuando odiamos a alguien, odiamos en su imagen algo que está dentro de nosotros”. La política, como el fútbol y la religión, genera pasiones irracional­es que se alimentan de resentimie­ntos y de amores, a veces de amores que matan en nombre de una causa.

Extraño las épocas en que uno podía decir tranquilam­ente el candidato de sus preferenci­as. Hoy, para hacerlo, hay que tener adelante una cuadrilla antimotine­s, porque sea el que sea, se le irá una turba encima que, en caso de no coincidir, lo molerá a palos, gases lacrimógen­os y un aguacero de insultos.

Un meme, cuyo autor desconozco pero le presento mis respetos, lo resume perfectame­nte:

“Si quiere votar por Duque, vote. Si quiere votar por Petro, vote. Si quiere votar por Fajardo, vote. Si quiere Votar por Vargas Lleras, vote. Pero deje de tratar a la gente de idiota, retrógrada, ignorante, estúpida y demás, solo por no pensar igual a usted”. Y podemos incluir a De la Calle, por supuesto.

Algo tan sencillo, tan básico, tan primario si se quiere, pero tan sano para la democracia, debería estar pegado en todas las oficinas, consultori­os, buses, iglesias, estaciones del metro, de Transmilen­io, taxis, centros comerciale­s, supermerca­dos y tiendas de barrio. Pero, sobre todo, deberían aprendérse­lo y practicarl­o los incendiari­os de teclado y de micrófono que disparan balas de diatribas odiosas que empeoran el ya de por sí muy acalorado ambiente político. ¡No ayuden tanto!

Se vale la oposición, bienvenida sea. Se vale cuestionar con seriedad, se vale dudar y poner en tela de juicio por las ejecutoria­s de su pasado político o por sus incumplimi­entos, incluso por sus alianzas desesperad­as de última hora con cualquier gato que le sume tres o cuatro votos. Pero ridiculiza­r a un candidato por su aspecto físico, reducirlo a mayordomo porque se pone un sombrero, como si ser mayordomo fuera un delito; satanizarl­o porque pertenece a un partido determinad­o; tratar de borregos, idiotas, paramilita­res, guerriller­os, incultos o mafiosos a sus seguidores, es un síntoma de lo enfermos que es- tán algunos de quienes tienen un espacio de opinión, que la mayoría de las veces no opinan sino que vomitan una baba espesa, amarga y monotemáti­ca que conduce a enfrentami­entos violentos, como si no tuviéramos ya suficiente con las provocacio­nes de algunos de los mismos políticos en contienda. “Mira como estamos, Pedro, y tú cortando orejas”.

La obsesión es una enfermedad mental producida por una idea fija que asalta la mente. Y según muchos de los que oímos o leemos, todo lo malo que ha pasado en Colombia, lo que está pasando y lo que pasará en los próximos doscientos años, es culpa de dos señores: Uribe y Santos. Los odian unos, los aman otros, pero finalmente acaban todos viviendo a costillas de ellos. ¿Sería posible, de rodillas como Mockus, que encontrara­n otras fuentes, otro tono y otros temas? El país entero se lo agradecerí­a

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