BÚSQUEDA DE LAS PERSONAS DESAPARECIDAS
No están: se fueron o se los llevaron. Murieron o viven. No están: estaban y, de repente, dejaron de estar. No se desvanecieron por arte de magia; dejaron de estar por la voluntad de verdugos, la de amigos o la propia. Alguien los echa de menos, de manera (más o menos) ansiosa, impaciente, desesperada e, inclusive, culpable.
No hay noticia suya, o al menos quien denuncia no sabe lo que les pasó. Los móviles son múltiples, incluyendo aspectos personalísimos (como peleas familiares, enfermedades psiquiátricas o la demencia que llega con la vejez) y aspectos colectivos (como persecución sindical o aniquilamiento de algún enemigo). Sea cual sea el móvil que conduce a la ausencia, la historia de cada uno de los eventos que motiva una denuncia de desvanecimiento o desaparición está llena de pérdida y dolor. La ocultación y la incertidumbre priman sobre todos estos casos.
La Unidad para la búsqueda de personas dadas por desaparecidas en el contexto y en razón del conflicto (UBPD) empieza a sumar sus esfuerzos en la respuesta a este doloroso flagelo. Su tarea es supuestamente acotada, ya que su mandato se limita a las “personas dadas por desaparecidas en el contexto y en razón del conflicto”. No obstante, esos límites trazados están llenos de ambigüedad.
Además de la incertidumbre que califica per se cualquier caso de desaparición, desvanecimiento o ausencia, el impacto del contexto de un conflicto tan extendido e imbricado como el colombiano sobre cualquier caso o el vínculo de la dinámica del conflicto con un caso específico son, sencillamente, materia de duda. No será tarea simple decidir qué casos están o no relacionados con el conflicto.
Ilustro el punto con un lúgubre ejemplo. Como es sabido, el Ejército Nacional incrementó los resultados de su campaña bélica, presentando como bajas en combate los cuerpos de personas que habían sido ejecutadas en otras circunstancias. Con base en sentencias judiciales, está establecido que algunos de los cuerpos expuestos correspondían a cadáveres sin identificar de jóvenes consumidores de droga, abducidos de su existencia marginal como reses para sumar en el escalofriante marcador mortal.
El correlato invisible de este tipo de “falso positivo” es una denuncia desatendida de la desaparición de un paria urbano, quien un día dejó de estar: una típica historia, cruzada por la escalofriante justificación de los humanos desechables.
La narración de su desvanecimiento no contiene un vínculo con el conflicto. Además, considerado el estigma social que reposa sobre un joven drogadicto y dadas las abundantes justificaciones que acompañan su desvanecimiento, es fácil saltar al próximo registro de la lista y dejar de lado el caso (supuestamente no relacionado con el conflicto) de un drogadicto habitante de las calles de Medellín que ya no está. Sin embargo, su cadáver pudo haber engrosado el contador mortal del Ejército.
La tarea que arranca la UBPD es muy compleja. Este nuevo mecanismo tendrá que adquirir una mirada amplia, robusta y técnicamente sólida del universo de casos que han sido denunciados como desapariciones; las ligadas al conflicto no serán aparentes.
La cooperación de las autoridades será determinante, especialmente porque llevamos décadas buscando a las personas que no están, y el misterio y la incertidumbre siguen primando. Habrá casos fáciles de resolver y algunos no son tan dolorosos; sin embargo, la mayoría son tragedias humanas, llenas de sufrimiento y muerte, y curtidas por la indolencia prolongada de una sociedad partida
No están: se fueron o se los llevaron. Murieron o viven. No están: estaban y, de repente, dejaron de estar. No se desvanecieron por arte de magia; dejaron de estar por la voluntad de verdugos, la de amigos o la propia.
Sea cual sea el móvil que conduce a la ausencia, la historia de cada uno de los eventos que motiva una denuncia de desvanecimiento o desaparición está llena de pérdida y dolor.