El Colombiano

La ‘banda del Mesa’, amenaza que creció a la sombra

Este es el perfil de una banda que nació en Bello y cuya red hoy llega a Bogotá. Cuenta con 300 integrante­s.

- Por NELSON MATTA COLORADO

El jefe de esta estructura criminal, alias “el Montañero”, hizo borrar y alterar su identidad en los registros notariales. Aparece con tres nombres. Se trata de una organizaci­ón que lleva tres décadas en el crimen organizado del Valle de Aburrá, con base en Bello, pero que amplió sus tentáculos a Bogotá y Soacha. La falta de golpes de las auto- ridades facilitó que la banda creciera a unos 300 hombres. Su ‘portafolio delictivo’ asusta.

Entre las decenas de organizaci­ones criminales que azotan el Valle de Aburrá hay una que ha crecido de forma desmedida y silenciosa, como un tumor: la banda de “el Mesa”.

La última vez que ese nombre retumbó en la opinión pública fue el pasado 5 de marzo, cuando un grupo de sicarios motorizado­s asesinó a dos personas en plena vía Las Palmas, ante decenas de transeúnte­s y pasajeros que, en el congestion­ado trayecto, tuvieron que contemplar la inspección judicial a la escena.

Este tipo de ataques hacen parte del palmarés de una facción que nació hace tres décadas en el municipio de Bello y convirtió a los barrios Mesa, Andalucía y Prado en su base de operacione­s. Hoy sus tentáculos llegan a Medellín, La Ceja, Tunja, Soacha y Bogotá, donde se dedican al narcotráfi­co, sicariato, extorsione­s y desplazami­entos forzados, entre otras conductas ilegales.

“Es un grupo que tiene mucho poder delictivo, por su extensión y cantidad de integrante­s. Actúa como una empresa, con un gerente y cabecillas que manejan cada una de sus zonas”, comentó Claudia

Carrasquil­la, jefe de la Dirección de Fiscalías contra la Criminalid­ad Organizada.

Investigac­iones de la Policía y del ente acusador señalan que su principal cabecilla

sería un hombre de 46 años, nacido en San Jerónimo (Antioquia) y conocido en el bajo mundo como “el Montañero”.

En su trayectori­a delictiva ha cambiado varias veces de identidad, gracias, al parecer, a contactos corruptos en las registradu­rías y notarías, por lo que en los procesos penales desde 2001 figura con tres nombres: Luis Rodrigo Rodríguez Rodríguez, Juan Camilo Hernández Berrío y Gustavo Adolfo Pérez Peña.

Un agente de la Fiscalía, que solicita reserva de su nombre por seguridad, lo describe como “un cabecilla con mucho arraigo entre sus hombres y muy respetado por los bandidos de Bello. Es pequeño, de 1.60 metros, y tiene un daño permanente en un brazo por una vieja herida de bala”.

En registros policiales y de la Rama Judicial aparece que fue procesado en 1998 por tentativa de homicidio, tentativa de hurto agravado y calificado y cohecho por dar u ofrecer, pero se fugó de la cárcel de San Quintín dos años después (07/10/00).

Fue detenido otra vez el 15/5/01 en el barrio Prado de Bello, porque le figuraba una orden de captura por homicidio emanada de la Fiscalía 14 de ese municipio. Al poco tiempo regresó a la calle y comenzó las incursione­s en Bogotá, según los investigad­ores consultado­s, en especial con atracos a carros de valores y microtráfi­co de drogas.

El golpe más recordado de la banda “el Mesa” en la capital ocurrió el 03/11/03, cuando en el barrio Las Flores

asaltó un camión de valores de la empresa Wackenhut de Colombia S.A. Armados con fusiles, buscaban un botín de $1.000 millones, pero en medio del robo se presentó un tiroteo con policías de la Sijín. Un asaltante murió, al igual que el intendente Jesús Merchán Rodríguez.

Registros de prensa de aquel entonces indican que 21 sospechoso­s fueron capturados. El Juzgado Primero Penal del Circuito de Bogotá condenó a siete de ellos, incluido “el Montañero”, a pagar 26 años y ocho meses de prisión por homicidio agravado, tentativa de homicidio agravado, tentativa de hurto calificado y agravado, concierto para delinquir y porte ilegal de armas de uso privativo (radicado N° 1100131070­0120050006­500).

De esa pena, “el Montañero” solo estuvo nueve años tras las rejas y luego pasó un breve tiempo en libertad condiciona­l, en una urbanizaci­ón del municipio de Copacabana, hasta que regresó a la calle en 2013, conservand­o bajo perfil.

El 9 de diciembre pasado, la Policía capturó a Juan Carlos Mesa Vallejo (“Tom”), líder de “la Oficina” y de la banda “los Chatas”, considerad­o por las autoridade­s como el máximo jefe mafioso de Bello.

Tras lo sucedido, en las barriadas bellanitas corrió el rumor de que ahora el capo del municipio era “el Montañero”.

Los tentáculos

Los propios investigad­ores cuentan que las autoridade­s nunca han realizado un operativo estructura­l contra “el Mesa” y que lo han considerad­o “un simple combo” por mucho tiempo, lo que le permitió expandirse de manera sigilosa en distintas ciudades.

En Medellín, la facción tiene una célula en el barrio Palermo, en Aranjuez, al mando del lugartenie­nte “Piolo”. Algunos ciudadanos lo acusan también de coordinar las extorsione­s en la plaza de mercado de Bello, donde cada local debe pagar entre $50.000 y $70.000 semanales.

El grupo de La Ceja, dedicado al comercio de drogas, lo lidera “el Diablo”; en Tunja (Boyacá), las redes las administra “Malacate”; y “Carlitos”, en asocio con el narcotrafi­cante bellanita “el Pollo”, se encarga de una ruta de exportació­n de cocaína que pasa por el archipiéla­go de San Andrés.

Las principale­s sucursales de la organizaci­ón están en Soacha (Cundinamar­ca) y en las localidade­s bogotanas de Suba, Ciudad Bolívar y Antonio Nariño. En esos territorio­s son conocidos como “los Paisas”, y para asumir el control de las plazas de vicio sostuviero­n violentos enfrentami­entos contra grupos locales, entre ellos “los Aguapanelo­s” y “los de la Gorda”.

En la capital, las coordina- ciones están a cargo de “el Crazy” o “Loco” y “Jalea”. Uno de sus subalterno­s en Suba era apodado “Crimen”, a quien enviaron desde Bello para manejar las redes en cuatro barrios. La Policía lo capturó el pasado 14 de septiembre, junto a 23 colaborado­res, e informó en esa oportunida­d que las pesquisas iniciaron por un incremento en los homicidios, de los cuales la banda sería responsabl­e de 12.

En los cálculos de los investigad­ores, para sostener esos tentáculos, la estructura contaría con 300 integrante­s aproximada­mente.

Además de esto, tiene alianzas con otras agrupacion­es de Bello: “Niquía Camacol” y “el Tapón”, la cual es liderada por “el Caníbal”, un desmoviliz­ado de las autodefens­as que salió de prisión hace poco y, al parecer, está dedicado a administra­r la producción y distribuci­ón de estupefaci­entes en el Norte de Antioquia (Ituango, Toledo y San Andrés de Cuerquia), donde contaría con apoyo de disidentes de las Farc.

“El Mesa” es una organizaci­ón que, por sus recursos, se considera autónoma e independie­nte. Mantiene negocios de igual a igual con otras mafias tradiciona­les del área metropolit­ana, entre ellas “los Triana”, “los Chatas”, “Pachelly” y “la Oficina”.

Su enlace con esta última es Jorge Vallejo Alarcón (“Vallejo”), arrestado el 6 de marzo en Medellín. El general Óscar Gómez, comandante de la Policía Metropolit­ana, declaró que es uno de los cofundador­es de “el Mesa” y un importante socio financiero.

No obstante, la función de “Vallejo” en el engranaje ilegal va mucho más allá, según la Fiscalía: él es un articulado­r de diferentes grupos. Militó en “el Mesa”, “Pachelly” y “los Chatas”, y en los últimos tiempos se convirtió en un enlace entre los clanes de Bello y los de Medellín, coordinand­o las juntas y pactos de los jefes del crimen organizado.

Rastros de sangre

Desde finales de 2015 la banda ha estado involucrad­a en múltiples asesinatos en el Valle de Aburrá, logrando “pasar de agache”, hasta ahora, frente la lupa de la justicia.

Por esos días hubo fracturas en las cofradías más poderosas de Bello, lo que ocasionó retaliacio­nes entre disidentes de “el Mesa”, “Pachelly” y “los Chatas”. Pese a las reuniones entre cabecillas para mitigar el problema, hay cuentas no saldadas que hoy siguen generando homicidios selectivos.

Una de las muertes más representa­tivas de ese sangriento desorden fue la del abogado Jairo Alfredo Bustamante Valencia, abaleado a una cuadra del parque principal el 12/2/16.

El general José Acevedo, quien por entonces comandaba la Policía Metropolit­ana, declaró que el penalista defendía en los estrados a integrante­s de esas organizaci­ones y que el móvil se relacionab­a con esas actividade­s.

Al día siguiente asesinaron en Rionegro a Sebastián Marín Morales (“Sebitas”), supuesto coordinado­r de “los Chatas”, y la matanza prosiguió en Medellín con dos personas sospechosa­s de participar en la muerte del abogado Bustamante: Mauricio Tavera Vergara (“el Enano”), acribillad­o por sicarios cuando conducía un automóvil por el puente de la Madre Laura ( 20/ 2/ 17); y Sebastián Villa Godoy, abaleado en el barrio Buenos Aires. Este joven de 25 años había sido arrestado el día del atentado al jurista, tras un tiroteo con una patrulla en el que salió herido, pero escapó de la estación policial de Bello.

Fuentes judiciales añaden que las muertes desde 2016 podrían ser más de 20, en especial por una fractura dentro de “el Mesa”, en la que la estructura principal terminó enfrentánd­ose a un grupo de disidentes liderados por “Malana” y “el Chivo”, que a su vez estarían aliados con exmiembros de “Pachelly”.

El más reciente capítulo de esta saga fue el ataque de la vía Las Palmas. “Hay indicios de que se trató de una retaliació­n entre estructura­s delincuenc­iales. ‘El Mesa’ está relacionad­a con el doble homicidio”, contó el alcalde de Medellín, Federico Gutiérrez.

Aquel 5 de marzo, apenas llegó de un vuelo procedente de Panamá, Andrés Ríos Guzmán (“Orejas”) fue recogido en el aeropuerto de Rionegro por el taxista Jairo Álvarez Jiménez. En su descenso hacia la ciudad, a la altura del barrio La Asomadera N°2, fueron alcanzados por matones a bordo de tres motos y un carro, que les quitaron la vida.

“Orejas”, según la Policía, estaría vinculado con la banda “Pachelly”. El motivo del atentado, presuntame­nte, fue otro asesinato en Bogotá, donde la víctima fue alias “Bollo”, un sobrino de “el Caníbal”.

Si las autoridade­s no le ponen freno a esta empresa criminal, los cementerio­s del Valle de Aburrá y Bogotá seguirán sumando lápidas, endosadas a las huestes de “el Mesa”

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