NUESTRA REVOLUCIÓN DEMOCRÁTICA
Durante muchos años, el tema fundamental de la reflexión política ha sido la oposición entre los principios del liberalismo –igualdad, libertad, derechos humanos- y los principios de la derecha –el orden, la autoridad, la familia. Estas dos visiones corresponden a dos conceptos de democracia.
La democracia liberal resultó de una revolución política, no económica, que consistió en tratar a todos los ciudadanos por igual sin hacer ninguna consideración frente a la desigualdad socioeconómica. La democracia no es el instrumento para mitigar el impacto de la desigualdad socioeconómica a través de medidas redistributivas o transferencia de riquezas.
La visión conservadora de la democracia se centra en la defensa de la propiedad privada frente a las demandas de igualdad. Su idea básica es que la igualdad que posibilita la democracia debe estar de tal forma regulada que impida que una mayoría sin propiedades llegue a tener tanto poder político que pueda confiscar las riquezas de los propietarios. En este sentido, la derecha construyó un gobierno representativo para los ricos que lo protegía de las ambiciones de los pobres.
Después de la Segunda Guerra emergió un tercer concepto de democracia en el que se planteó un cuestionamiento radical a la relación entre democracia e igualdad: ¿Pueden las personas ser políticamente iguales si son socialmente desiguales? La democracia social afirma que si no hay capacidad efectiva para ejercer derechos políticos la democracia ha fracasado. Es necesario crear las condiciones para que las personas sean capaces de realizar sus metas y alcanzar su propio bienestar.
Hechas estas consideraciones teóricas, vamos a los hechos. Colombia, como otros países en otros momentos, camina irreversiblemente hacia la igualdad. “Una gran revolución democrática se palpa entre nosotros; pero no todos la juzgan de la misma manera. Unos la consideran como una cosa nueva y, tomándola por un accidente, creen poder detenerla todavía; mientras otros la juzgan indestructible”, escribió Tocqueville.
La revolución democrática consiste en la superación de la situación en la que viven una gran mayoría de personas, libres e iguales ante la ley, pero sin trabajo para subsistir, sin empleo, sin salud adecuada, y bajo un sistema político corrupto. La revolución democrática se expresó en las últimas elecciones en números. Siete millones trescientos mil votos de los partidos y grupos de Petro, Fajardo y De La Calle, indican que en Colombia hay un gran movimiento hacia la igualdad, la paz, la justicia social.
Lo que se palpa entre nosotros como un gran cambio es la aspiración a una política fiscal que permita la transferencia de recursos para apoyar a los más pobres, una política de tierras que haga posible la solución de la pobreza en el campo, políticas públicas para acabar con la corrupción, mejorar la salud, la educación, el trabajo. Tenemos aquí un programa de democracia social que se opone al neoliberalismo que representa el corruptísimo Vargas Lleras y al conservadurismo que representa Duque, el candidato controlado. Esta nueva situación le exige a De La Calle, Fajardo y Petro unidad para hacer indestructible la revolución democrática