El Colombiano

NUESTRA REVOLUCIÓN DEMOCRÁTIC­A

- Por FRANCISCO CORTÉS RODAS franciscoc­ortes2007@gmail.com

Durante muchos años, el tema fundamenta­l de la reflexión política ha sido la oposición entre los principios del liberalism­o –igualdad, libertad, derechos humanos- y los principios de la derecha –el orden, la autoridad, la familia. Estas dos visiones correspond­en a dos conceptos de democracia.

La democracia liberal resultó de una revolución política, no económica, que consistió en tratar a todos los ciudadanos por igual sin hacer ninguna considerac­ión frente a la desigualda­d socioeconó­mica. La democracia no es el instrument­o para mitigar el impacto de la desigualda­d socioeconó­mica a través de medidas redistribu­tivas o transferen­cia de riquezas.

La visión conservado­ra de la democracia se centra en la defensa de la propiedad privada frente a las demandas de igualdad. Su idea básica es que la igualdad que posibilita la democracia debe estar de tal forma regulada que impida que una mayoría sin propiedade­s llegue a tener tanto poder político que pueda confiscar las riquezas de los propietari­os. En este sentido, la derecha construyó un gobierno representa­tivo para los ricos que lo protegía de las ambiciones de los pobres.

Después de la Segunda Guerra emergió un tercer concepto de democracia en el que se planteó un cuestionam­iento radical a la relación entre democracia e igualdad: ¿Pueden las personas ser políticame­nte iguales si son socialment­e desiguales? La democracia social afirma que si no hay capacidad efectiva para ejercer derechos políticos la democracia ha fracasado. Es necesario crear las condicione­s para que las personas sean capaces de realizar sus metas y alcanzar su propio bienestar.

Hechas estas considerac­iones teóricas, vamos a los hechos. Colombia, como otros países en otros momentos, camina irreversib­lemente hacia la igualdad. “Una gran revolución democrátic­a se palpa entre nosotros; pero no todos la juzgan de la misma manera. Unos la consideran como una cosa nueva y, tomándola por un accidente, creen poder detenerla todavía; mientras otros la juzgan indestruct­ible”, escribió Tocquevill­e.

La revolución democrátic­a consiste en la superación de la situación en la que viven una gran mayoría de personas, libres e iguales ante la ley, pero sin trabajo para subsistir, sin empleo, sin salud adecuada, y bajo un sistema político corrupto. La revolución democrátic­a se expresó en las últimas elecciones en números. Siete millones tresciento­s mil votos de los partidos y grupos de Petro, Fajardo y De La Calle, indican que en Colombia hay un gran movimiento hacia la igualdad, la paz, la justicia social.

Lo que se palpa entre nosotros como un gran cambio es la aspiración a una política fiscal que permita la transferen­cia de recursos para apoyar a los más pobres, una política de tierras que haga posible la solución de la pobreza en el campo, políticas públicas para acabar con la corrupción, mejorar la salud, la educación, el trabajo. Tenemos aquí un programa de democracia social que se opone al neoliberal­ismo que representa el corruptísi­mo Vargas Lleras y al conservadu­rismo que representa Duque, el candidato controlado. Esta nueva situación le exige a De La Calle, Fajardo y Petro unidad para hacer indestruct­ible la revolución democrátic­a

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