El Colombiano

La devoción, el pilar de este barrio en Medellín

San Joaquín nació con otro nombre, pero el sueño de un sacerdote y su comunidad llevó a que la zona adoptara el de un santo. Esta es la historia.

- Por VALENTINA HERRERA CARDONA JUAN ANTONIO SÁNCHEZ

Nelly Ospina, de 65 años, aprovecha la mañana del miércoles para adelantar su mudanza. Regala lo que no conservará y empaca aquello que va para la nueva casa, pero su viaje no será lejano: “nunca me iría del barrio. Voy para dos casas más allá. Uno viviendo toda la vida en este barrio ¿cómo se va a ir para otra parte de la ciudad?”, reitera Nelly.

Ella llegó a San Joaquín a finales de los 60, cuando el barrio aún se llamaba Los Libertador­es: una urbanizaci­ón construida por el ahora inexistent­e Instituto de Crédito Territoria­l (ICT). Sus padres fueron beneficiar­ios esta entidad pública que entregó casas a través de sorteos en diferentes zonas de la ciudad.

Hoy, San Joaquín sigue siendo un barrio de tradición familiar, habitado en gran proporción por personas mayores. Pero, poco a poco el comercio ha aumentado al igual que los edificios, reemplazan- do las viviendas de las familias que se fueron, y trayendo consigo jóvenes y niños.

Las casas que se conservan, señala Nelly, son la muestra de uno de los atractivos del barrio, pues estas “tenían patio interno y solar, eran para familias grandes, con niños, que llegaron acá luego de ganarse algunas de las casas”.

Y, aunque hoy las vías del barrio son pavimentad­as o con adoquines, antes lo único construido eran las casas.

“Acá era el hipódromo y el estadio. Es más, creo que donde está mi casa ahora, eran las tribunas. Por eso cuando lle- gamos, aún había muchos potreros y mangas, y pocas casas tenían electricid­ad, en algunas se cocinaba en leña aprovechan­do el gran patio que tenían”, recuerda Nelly.

La iglesia del nombre

Lo que muchos tildaron de locura, fue para el sacerdote Jorge Gómez el reto de su profesión: construir una parroquia similar a las de Europa.

“El quería una iglesia propia, pues las misas eran en la UPB, entonces comenzó un proceso comunitari­o para conseguir los recursos y construirl­a en el lote que había do-

nado el instituto de crédito”, cuenta Joaquín Padilla, presidente de la Junta de Acción Comunal del barrio y residente de antaño.

Así comenzaría­n entonces los bazares de San Joaquín, eventos que reunían a los vecinos y buscaba recolectar cualquier ayuda para la nueva parroquia. “Un día era el huevo para San Joaquín; otro, de empanadas, y así se aportaba. Quienes no tenían como contribuir para las ventas, lo hacían con materiales o mano de obra”, dice Padilla.

Poco a poco y con una pequeña capilla improvisad­a donde se adelantaba­n las misas, pues de tantos reclamos o señalamien­tos de locura, el padre González no quiso continuar oficiando en la universida­d, la parroquia de estilo extranjero fue terminada.

“Ya para 1949, la parroquia estaba lista y se volvió un referente: los taxistas, por ejemplo, no conocían el sector como Los Libertador­es sino como el de la iglesia de San Joaquín, entonces el barrio terminó adoptando ese nombre”, explica el líder comunal.

Actualment­e, la parroquia sigue como referente, mientras que la tranquilid­ad por la que llegaron los primeros habitantes, sigue presente en las calles de San Joaquín, a pesar del aumento del comercio y los cambios de la ciudad

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FOTOS Las casas tradiciona­les compiten contra los nuevos edificios que poco a poco ocupan el barrio, mientras la parroquia San Joaquín sigue siendo un referente de la zona.

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