El Colombiano

CONTRAPORT­ADA

Phil Collins terminó esta semana en Puerto Rico su gira latinoamer­icana, después de 23 años sin cantar en el continente.

- Por CLAUDIA ARANGO HOLGUÍN Ciudad de México

El genio Phill Collins compone su lucha contra el olvido

Viste todo de negro y usa gafas redondas. Camina despacio, sale por un lado del escenario. Los músicos ya están ubicados. Sostiene un bastón con la mano izquierda. Da un par de pasos. Se detiene ante la ovación del público: 15.000 personas en la primera fecha; de dos, que tuvo en Ciudad de México este marzo.

Observa la euforia de los asistentes al Palacio de los Deportes. Sonríe. Con la mano derecha se toca la boca y lanza un beso al público, a ese que no veía hacía más de dos décadas. Camina unos pasos más. Ubica el bastón en el espaldar de una silla giratoria. Se sienta, agarra el micrófono y saluda: “Hola México, muchas gracias”. Hay más aplausos y gritos.

Ese es Phil Collins, el que antes en sus conciertos corría de un lado a otro del escenario y presumía de sus capacidade­s musicales en la batería, el instrument­o que empezó a tocar desde los 5 años.

Hoy, el artista británico tiene 67 años e incluyó a América Latina en una gira que hace “a pasos de bebé”, como dijo en el programa The Tonight Show.

Las primeras fechas incluyeron varios conciertos en Inglaterra, Alemania y Francia. Not

dead yet ( Aún no he muerto) se llama el tour, así como un libro autobiográ­fico que lanzó en 2016 y en el que habla abiertamen­te de sus fallidos matrimonio­s, sus hijos, el éxito, el fracaso, el alcoholism­o y su salud.

Phil Collins, uno de los músicos referentes del pop de los 80, tiene que cantar sentado. Lo contó en su libro: tiene ocho tornillos en la columna, varias cirugías y además se fracturó dos veces el pie derecho en 2015. “Es posible que todas esas inyeccione­s de cortisona para aliviar las cuerdas vocales (mientras andaba de gira) hayan contribuid­o a que mis huesos sean un tanto quebradizo­s. Me echaría a reír si no me dolieran tanto”, escribió.

En algunos de sus conciertos en Europa el año pasado se excusó con el público por cantar sentado, pero explicó: “Esto no va a afectar mi entusiasmo”. Ahora no lo dice y tampoco se escuchan reclamos

Poco se sabía de Phil Collins desde 2011, cuando anunció su retiro. El cantante británico dejó las giras en solitario en 2005, las de su banda Génesis en 2007 y los estudios de grabación en 2010. “Estaba convencido de que eso era todo”, detalló en su autobiogra­fía. Su regreso se da “justo en un momento en el que, medio inválido, renqueante y cojo, probableme­nte preferiría que nadie me mirara”. Pudo más el amor de sus seguidores.

Un concierto en Miami, de su fundación Little Dreams (que cumple sueños de jóvenes talentosos sin recursos) lo obligó a subir al escenario en 2016. En ese show cantó 4 canciones de pie. Ahora es más complejo estar parado varias horas. Collins tiene problemas en la columna, el codo y el oído izquierdo desde hace más de una década.

Tito López, consultor en programaci­ón musical de las emisoras de Prisa Radio en Costa Rica, preguntó en su cuenta de Facebook “si pagarían por ver en vivo a un artista que no se puede parar de su silla”, explicando la situación actual del británico. La respuesta fue unísona: “Sí, es

Phil Collins”. López precisó que le hubiera encantado ir a verlo. “Hoy la gente va por la parafernal­ia. Yo voy por la música”, concluyó. Leyendas como B.B King y Jack

Russell (Great White) terminaron cantando sentados. Así lo recuerda

Joaquín Pérez Ramírez, locutor de La X: “Si bien la dinámica con el público cambia, el cariño con el artista

es suficiente”. A Collins le pasó. Llenó las plazas en América Latina. El espectácul­o

“Are you ready?” (¿están listos?), dijo luego de sentarse y saludar al público mexicano. Comenzaron a sonar los acordes de Against all odds (Take a look at me now) de 1984, tema con el que ganó su primer Grammy y obtuvo su primera nominación al Óscar.

El espectácul­o siguió con éxitos como Another day in paradise, Easy Lover, In the air tonight, Separate lives y algunos de Genesis como Throwing It All Away, Invisible Touch y Follow you, follow me.

Su voz, comentaban los asistentes, es la misma. Ese tono particular, que lo hizo bajarse de la batería y asumir el liderazgo de Genesis tras la salida de Peter Gabriel, es inconfundi­ble, a pesar de que ya no asuma notas altas en canciones como

Sussudio, a la que le bajó un par de tonos, sin desafinar. La mayoría de los músicos son los mismos que estuvieron con él en sus años fulgurante­s como solista. Y había una sorpresa en la batería: su hijo de 16 años, Nicholas Collins.

Su instrument­o A Phil Collins se le reconoce su aporte musical con la batería en las canciones de los 80 y 90. José Lopera, exbaterist­a de Ekhymosis, explica que el británico era muy elegante al tocar y que supo hacer que ese instrument­o fuera protagonis­ta en sus composicio­nes. “Ha sido una influencia por su estilo y finura al interpreta­r. Es un ícono de la música, sin duda”.

Desde hace varios años, Collins no toca batería. Sus manos ya no funcionan con la celeridad con las que las movía años atrás. Un dictamen más preciso, después de varias operacione­s de columna, le detalló que un nervio, en el codo izquierdo, estaba fuera de lugar. Dos cirugías más en 2008 y una larga incapacida­d. Eso no fue problema para pegarse ese año la baqueta del brazo, con cinta, para tocar en su disco de versiones llamado Going Back. Ya en 2011, la mano, para la batería, dejó de funcionar, y Collins dio por terminada su carrera.

En ese tiempo de silencio el alcoholism­o marcó su vida. Llegó al límite, casi moribundo, y por sus hijos (tiene cinco, 41 años el mayor y 13 el menor) buscó ayuda y aunque el regreso no estaba planeado, se fue dando. Su hijo Nicholas Collins fue una de sus motivacion­es. En el concierto benéfico tenía 14 años y se aprendió su parte en la batería. “Es mejor de lo que era yo a su edad, no quepo en mí de orgullo paterno”, dijo. Ahora Nic lo acompaña en esta gira internacio­nal. La ovación en México fue abrumadora. “Qué buen relevo”, se escuchaba en los pasillos del Palacio de los Deportes.

“El legendario Phil Collins en vivo”, decía la boleta. Terminó el concierto una hora y media después. Hizo una venia con sus músicos y salió hacia el camerino tal cual entró, caminando despacio con su bastón: “Allí absorbo todo, recuerdo los aplausos, pienso, cuánto lo echaba de menos”. La leyenda ha regresado

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FOTO AP
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