EDITORIAL
No puede haber un abismo entre la forma obsecuente y apasionada con la que imploramos a Cristo y la manera egoísta, agresiva y ventajosa que mostramos con nuestros hechos.
“No puede haber un abismo entre la forma obsecuente y apasionada con la que imploramos a Cristo y la manera egoísta, agresiva y ventajosa que mostramos con nuestros hechos.”
Bien que los colombianos asumieran la Semana Santa como un espacio de reflexión, compromiso ético, colectivo e individual a fin de que en las elecciones presidenciales que se avecinan tomaran decisiones a conciencia sobre el tipo de proyecto político que debe gobernar al país, fortalecer la democracia y enrutarlo por los senderos del desarrollo sostenible en pro de la justicia social y la protección del medio ambiente.
Estos tiempos de cuaresma también son propicios para clarificar las ideas y desintoxicarse de las avalanchas de mensajes oscuros que las distintas campañas han institucionalizado, no para difundir sus programas o debatir los contrarios, sino para difamar de la persona del adversario.
Es evidente que las religiones enfrentan hoy serias crisis por la falta de coherencia de los creyentes que se relacionan con la divinidad de forma obsecuente, obediente y con reverencia, pero que frente a sus semejantes asumen actitudes egoístas, hipócritas, intolerantes y agresivas.
Tampoco puede desconocerse que hoy vivimos un choque de civilizaciones, que se hace cada vez más evidente y que lleva a actos de agresividad absoluta como la guerra “santa” con la que los extremistas islámicos que pretenden imponerse frente a las demás culturas y formas de concebir el mundo.
Consideramos que este tiempo de reflexión debe conllevarnos a proyectos inspiradores sobre la tolerancia del pensamiento, del sentimiento y la vivencia de la fe del otro. No hay verdades oficiales sobre la religión y la creencia, cada quien vive su propio dogma, este no puede ser la razón para atacar la vivencia y la verdad del otro sobre su fe.
Todos los actos de fe valen, todas las vivencias de fe tienen sentido. El Papa Francisco ha llamado al respeto por las creencias, nos invita a pensar que todas las religiones están unidas en torno a la divisa única del amor, en la cual se fundamentan todas las expresiones de fe.
Sin duda, la religión pudiera ser la solución para la vida de la gente y las relaciones entre las comunidades, pero se ha vuelto un motivo de conflicto por esa falta de coherencia entre lo que decimos sentir, predicamos y lo que hacemos.
A pesar de todas las contingencias, carencias y dificultades que enfrenta la feligresía y aún dentro de la Iglesia misma, el catolicismo sigue siendo el eje de la vida y la sociedad colombiana.
Para esta Semana Santa, practiquemos aquellas cosas elementales que nos recomienda el Papa: saludemos, siempre y en todo lugar, con alegría; demos las gracias, aunque no deba hacerse; recordémosle a los demás cuánto los amamos, detengámonos para ayudar y estemos atentos a quien nos necesita; levantemos los ánimos, celebremos los triunfos del otro, seleccionemos aquello que no usamos y regalémoslo a quien lo necesita; corrijamos con amor y no callemos por miedo, limpiemos lo que no uso en casa, llamemos por teléfono a nuestros padres, ayunemos de pesimismos, quejas, enojos, preocupaciones, tristezas y egoísmo (...), llenémonos de silencio. “Paz, confianza, alegría y vida”