ACUSADOS YA SABEN QUE NO BASTA CON DECIR ‘LO SIENTO’
El poeta británico Alexander
Pope alguna vez escribió que “errar es de humanos; perdonar es divino”. En marzo de este año, los jueces federales que decidieron las sentencias de dos acusa-
dos de cuello blanco tuvieron que sopesar si la solicitud de perdón y las manifestaciones de remordimiento bastaban para reducir el castigo.
Martin Shkreli, apodado “Pharma Bro” por haber elevado más de 50 veces el precio de un medicamento que tenía décadas de antigüedad, fue sentenciado por tres cargos de fraude de inversiones y conspiración. Cuando recibió la sentencia, un Shkreli en llanto dijo al tribunal que estaba ahí “por mis errores asquerosos, estúpidos y negligentes”. La jueza Kiyo A. Matsu
moto del Tribunal Federal de Distrito en Brooklyn fue empática, pero rechazó la solicitud que presentó Shkreli con el fin de tener una sentencia de 12 a 18 meses. En cambio, la jueza Matsumoto impuso una sentencia de siete años de cárcel, pues consideró que Shkreli se había involucrado en una “cantidad indignante de mentiras”. En noviembre, Jeffrey A.
Wertkin, un exabogado del Departamento de Justicia, se decla- ró culpable por haber intentado vender denuncias secretas —las cuales robó antes de salir del gobierno— a empresas que, según un estatuto de denunciante interno, se consideraban como acusadas. En una interposición, su abogado aseveró que quedaban “pocas dudas de que había sido un desvío aberrante, uno que Wertkin nunca iba a repetir”. Sin embargo, en vez de dar una sentencia de un año y un día, la jueza Maxine M. Chesney del Tribunal Federal de Distrito en San Francisco le dio 30 meses de cárcel.
Durante mucho tiempo, una de las críticas a las sentencias de acusados de cuello blanco era que tenían castigos menores que otros criminales porque las violaciones que cometían no parecían ser tan amenazadoras. Esto ha cambiado. Los argumentos según los cuales un patrón de negligencia que duró meses fue solo una aberración o que los acusados reconocieron sus errores, ahora suelen caer en oídos sordos.
Cuando fabrican una sentencia, por ley, los jueces federales deben considerar cómo esta “logrará disuadir de manera adecuada al acusado de una conducta criminal”. Cómo determinar si las sentencias largas en la cárcel para los criminales de cuello blanco en verdad son disuasivas es una pregunta abier- ta. Ha habido muchos casos de alto perfil de fraudes de inversiones, pero los castigos impuestos a otros difícilmente parecen haber afectado la campaña que realizó Shkreli para mejorar su posición… si suponemos que siquiera se percató de cómo percibían su conducta las fuerzas del orden.
Los acusados de cuello blanco también tienen pocas probabilidades de cometer de nuevo un crimen similar. Shkreli estará alejado de los mercados los próximos años, y es poco probable que en los tiempos por venir los inversionistas le confíen su dinero. Wertkin perderá su licencia de abogado, y es poco probable que le permitan volver a trabajar como litigante.
Las sentencias que se asignaron a Shkreli y a Wertkin demuestran que los jueces federales no aceptarán necesariamente las muestras de remordimiento como un mérito para pasar menos tiempo en la cárcel
Esto ha cambiado. Los argumentos según los cuales un patrón de negligencia que duró meses fue solo una aberración o que los acusados reconocieron sus errores, ahora suelen caer en oídos sordos en los jueces.