DE LA PASIÓN A LA RESURRECCIÓN
Con la palabra “hosanna” (sálvanos ahora), fue aclamado Jesús como el Mesías Salvador cuando llegó a Jerusalén, no arrogante en un carro tirado por caballos sino humilde sobre un asno (Marcos 11,1-10). El Reino que Él había anunciado no es de este mundo, y esto iba a manifestarse en el proceso de su pasión y muerte, que culminaría con su resurrección vivida como una experiencia espiritual que sólo puede efectuarse desde la fe.
El relato de la pasión (Marcos 14,1-15) comienza con la cena pascual de Jesús y sus discípulos, en la que instituye la Eucaristía como memorial de lo que va a ser la entrega de su propia vida, significada en el sacramento de su cuerpo y su sangre a través del pan y el vino compartidos.
“Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios”, dijo el centurión romano al ver a Jesús exánime en la cruz. También hoy proclama su reconocimiento de Jesús como el Hijo de Dios toda persona que se santigua con el signo de la cruz. En este sentido, el título “Hijo de Dios” se aplica a Jesús para indicar que se le reconoce como Dios. Lo mismo ocurre con el término “Señor”, que encontramos cuando Pablo dice que Cristo se despojó de la gloria de su divinidad para humillarse hasta la muerte de cruz, y por eso fue exaltado como “Señor” del universo (Filipenses 2,6-11).
Quien cree en Jesucristo como Hijo de Dios y Señor del universo, reconoce que en Él se cumplen las profecías de los cuatro poemas del “Servidor de Yahvé” (el nombre con el cual Dios se reveló a Moisés), escritos hace unos veinticinco siglos en el libro de Isaías. Hoy se nos invita a evocar el segundo de ellos, en el que dicho Servidor dice: “Yahvé me ha instruido para que yo consuele a los cansados con palabras de aliento” (Is 50,4-7).
Dispongámonos a celebrar esta Semana Santa con una fe tal que nos impulse a identificarnos con Jesús, Dios hecho hombre que se solidariza hasta las últimas consecuencias con el dolor humano y por lo mismo con todos los “cansados” víctimas de la injusticia y la violencia, para lograr la reconciliación y la paz en nuestra vida personal y social
Quien cree en Jesucristo como hijo de Dios y Señor del universo, reconoce que en Él se cumplen las profecías de los cuatro poemas del “Servidor de Yavhé” , escritos hace unos veinticinco siglos en el libro de Isaías.