EDITORIAL
Las decisiones comerciales del gobierno de EE.UU. generaron alarma, costos y acciones de contrapeso a nivel global. La lección sobre los daños de una eventual guerra comercial debe ser asimilada por los países.
“Las decisiones comerciales del gobierno de EE.UU. generaron alarma, costos y acciones de contrapeso a nivel global. La lección sobre los daños de una eventual guerra comercial debe ser asimilada por los países”.
Ante la recuperación del crecimiento económico global y especialmente del comercio internacional, los expertos han señalado, insistentemente, el riesgo que existe de que estos avances se vayan al traste en caso de que el cierre de fronteras prevalezca sobre el libre comercio.
Sin embargo, en días pasados, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunció la decisión de imponer aranceles a la importación de acero y aluminio a esa nación. Ello llevó a que, a nivel de los diversos países y bolsas de valores, se presentaran diferentes reacciones a una eventual guerra comercial.
Así, en la pasada semana, las bolsas alrededor del mundo observaron fuertes caídas luego de que, en los primeros meses del año, se registraran niveles históricamente altos.
De otra parte, y frente a la decisión unilateral del gobierno estadounidense, países como China y la Unión Europea anunciaron un conjunto de medidas de retaliación que adoptarían en caso de que la disposición se concretara.
Aunque con el paso del tiempo se han ido diluyendo los temores de una guerra comercial (lo que se ha manifestado, en lo corrido de la presente semana, en la recuperación de las bolsas), los eventos que surgieron con la imposición de aranceles dan una idea de las posibles consecuencias y daños que, a nivel global, se pueden generar.
Como uno de los principales objetivos de la medida era imponerle un castigo comercial a China por las prácticas comerciales indebidas (especialmente en materia de propiedad intelectual) en que, según el gobierno estadounidense, incurre esa nación, la respuesta no se hizo esperar.
Desde Pekín se anunció que, de ser el caso, se impondrían aranceles sobre importaciones provenientes de Estados Unidos por valor de 3.000 millones de dólares. Además, se informó que se podrían emprender acciones legales ante la OMC.
Aunque el monto de las importaciones es bajo, este se concentra en productos de origen agropecuario que son de gran importancia para la nación estadounidense.
Por su parte, al conocer la imposición de aranceles al acero y el aluminio, la Unión Europea (UE) elaboró una lista de eventuales productos de importación de Estados Unidos que recibirían un tratamiento similar.
Asimismo, las autoridades de la UE comenzaron a estudiar los posibles efectos que tendría sobre su mercado los excedentes mundiales de acero y aluminio que se generarían por la imposición de aranceles por parte del gobierno estadounidense y la forma de contrarrestar este eventual daño.
En Colombia, la decisión de Estados Unidos ha puesto en alarma al Gobierno y a los industriales pues las exportaciones de acero y aluminio se verían seriamente afectadas. Además, dicha industria seguramente deberá enfrentar la competencia externa motivada por los excedentes a nivel global.
No obstante que, según algunos reportes, los gobiernos de Estados Unidos y China ya han iniciado conversaciones para encontrarle una solución a los problemas comerciales que se tienen, lo ocurrido recientemente ha mostrado que, por ejemplo, las medidas arancelarias contra la gran potencia asiática tienen aun mayor efecto en algunos aliados estadounidenses, como Japón, Corea del Sur y Colombia, que en la propia China.
Lo acontecido durante estas últimas semanas deja la lección de que una guerra comercial tiene efectos devastadores sobre la economía y el comercio globales, al tiempo que con ella se destruyen las instituciones que por décadas se han construido para promover y garantizar el libre comercio entre las naciones