TRUMP EL POPULISTA
Seguramente el presidente Santos aprovechará estos días santos para recogerse en profundas meditaciones sobre lo que le dirá al impetuoso ciclón populista de derecha, el señor Trump, en su próxima visita a Colombia. Debe estar cavilando en torno a las respuestas para satisfacer al desconcertante mandatario estadounidense, dueño de un lenguaje pugnaz y pendenciero. Debe atacar a Santos cierto nerviosismo para explicarle al sorprendente megalómano gringo las crecientes cifras de cultivos ilícitos que ahogan a muchas regiones del país. Y buscar argumentos para convencerlo de que el proyecto de ley que despenaliza los pequeños narcocultivos no estimulará los minicarteles de la droga. El señor Trump, según Álva
ro Vargas Llosa, pertenece al club populista de los “eclécticos y camaleones”. Y este es el que espera, quizá con preocupación, el presidente Santos. Sabe que recibirá a un Trump mentalmente inestable que lo abrazará en la mañana y en la tarde podrá lanzarle a la cara su pocillo de café colombiano. Comprende que dará la mano a un mandatario ciclotímico que ha despedido sin ninguna consideración a más funcionarios “recién nombrados que en cualquier otra administración recién entrada al gobierno de la reciente historia”, como lo señala Andrés Oppenheimer.
El mismo caos que hoy produce en la Casa Blanca el huracán Trump –quien tiene preocupados a los gringos por su inocultable acento populista, adobado con tremendismo que inspira miedo–, podrá crearlo Trump en su visita a Colombia. ¿Saldrá con alguna barrabasada o algún desplante? ¿Dejará armada la “descertificación” cuando no se convenza de las cifras oficiales sobre la erradicación de narcocultivos? Máxime cuando el escándalo ha sido el fuerte de Trump, vía principal para originar crisis, como la que ha generado a raíz de su descabella- da afirmación de que “una guerra comercial sería buena para los Estados Unidos”. La misma guerra proteccionista que desata contra China, que pone en riesgo tanto la recuperación de la economía mundial como la estabilidad comercial de los países latinoamericanos. Determinaciones que marchan en abierta contravía de la libertad de mercado, antes bandera de la democracia norteamericana.
¿Reincidirá Trump, en su fugaz visita a Colombia, en su liderazgo despótico y cesáreo? Con el incienso que agitarán en sus manos los pusilánimes funcionarios colombianos, ¿lograrán marearlo para evitar que grite algunas verdades sobre las escandalosas cifras de toneladas de droga colombiana que asfixia a los mercados gringos? ¿Recaerá Trump en esa actitud camorrista que solo ha logrado que algunos países latinoamericanos miren con cierta simpatía a Rusia y a China, hasta hace poco naciones a las que se consideraba antípodas a su cultura y estilos de economías?
Que medite Santos en estos días de recogimiento, para que la Providencia le ilumine el paso que debe dar ante esa figura poco seria e impredecible que podría llegar, fuete en mano, a pedirle cuentas sobre las cifras reales de la siembra y exportación de drogas que arrasan con la juventud de allá y de aquí...
¿Trump dejará armada la “descertificación” cuando no se convenza de las cifras oficiales sobre la erradicación de narcocultivos?