El Colombiano

AL FILO DE LA NAVAJA

- Por ARTURO GUERRERO arturoguer­reror@gmail.com

En los próximos dos meses Colombia vivirá sobre el filo de la navaja. Cada día más, más que nunca. A cualquier lado que caiga la recibirá la tragedia. Y en el propio filo se rajará en dos por la mitad. Así nos hemos acostumbra­do a vivir, solo que ahora está llegando la hora del nunca jamás. El novelista gringo Cormac

McCarthy entrevió esta encrucijad­a en una de sus sagas sobre jóvenes vaqueros en la frontera con México. Su título categórico ¨All the pretty horses¨ fue masacrado por la traductora de Seix Barral con el anémico ¨Unos caballos muy lindos¨.

Por fortuna esta trepidante prosa, ganadora del National Book Award en 1992 y luego llevada al cine, resiste el puñetazo inicial de semejante traducción. La escena es la salida de la cárcel de un hombre a quien creían muerto. Dice a su mejor amigo:

“Toda mi vida he tenido la sensación de que la desgracia estaba cerca. No de que estuviese a punto de ocurrirme. Sólo de que siempre estaba allí”.

Así sobrevive nuestro país. Aquí la desgracia no es cuestión de tiempo sino de espacio. Siempre está aquí, a nuestro lado, nos respira en la nuca. Es un presente, un ominoso hoy.

No obstante, existen coyunturas en que esta presencia infausta aparece como vencible. Entonces se inflama la esperanza. Por lo general la euforia cabalga sobre una ilusión, no se deja contar en cifras, depende del aliento de muchos. Es una ola, una marea. Más espuma que sustancia. A los poderosos de siempre les basta soplar para eliminarla.

Bajo las tormentas sin término, este entusiasmo suele reeditarse sólo para volver a la derrota. Es cuando los ciudadanos de mayor edad advierten que la desgracia, al terminar el sueño, sigue ahí. Claro, ocupa un lugar desde tiempos del ruido, se burla de los siglos, da media vuelta y continúa con su contundenc­ia de dinosaurio.

Por eso Colombia marcha hacia la mitad del año al filo de la navaja. Por eso esta marcha no es asunto de tiempo, no hay que esperar hasta las elecciones para dilucidar la suerte. Más bien es problema de estar rodeados de desgracia desde el primer instante de nuestro purísimo ser natural como república.

¿Alguien se extraña, así, de la certeza de nuestra definición Nobel según la cual somos el país de cien años de soledad?

Así sobrevive nuestro país. Aquí la desgracia no es cuestión de tiempo sino de espacio. Siempre está aquí, a nuestro lado, nos respira en la nuca.

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