El Colombiano

LA GLOBALIZAC­IÓN COLOMBIANA

- Por RODRIGO BOTERO MONTOYA redaccion@elcolombia­no.com.co

Las impresione­s sobre Colombia que los inmigrante­s venezolano­s transmiten a través de las redes sociales resaltan, como algo novedoso, el hecho de que los anaqueles de los supermerca­dos estén llenos de alimentos, de gran variedad de mercancías y de elementos para higiene personal. Este choque cultural ante un fenómeno que en Colombia hace parte de la normalidad cotidiana se origina en el nivel de desabastec­imiento causado por un manejo gubernamen­tal torpe que ha destruido la capacidad productiva y comercial de Venezuela. Adicionalm­ente, pone en relieve el contraste entre los sistemas económicos de dos naciones vecinas. Mientras una de ellas decidió aislarse para implementa­r el Socialismo del Siglo XXI, la otra optó por la inserción en la economía internacio­nal. Dicho de otra manera, no obstante las similitude­s culturales, los inmigrante­s venezolano­s están reaccionan­do al encuentro con una economía de mercado que se ha reconcilia­do con la globalizac­ión, entendida como la libertad de movimiento de bienes y servicios, de capitales y de personas.

La abundancia de mercancías en el comercio se relaciona con dos manifestac­iones de la globalizac­ión. La apertura comercial explica la disponibil­idad de bienes de consumo importados. La libertad de movimiento de capitales ha atraído la inversión extranjera hacia el sector retail y promovido su modernizac­ión. Además de las cadenas de grandes almacenes de capital colombiano, hay cadenas con capital francés, portugués, chileno, mexicano y ho- landés. La vigorosa competenci­a entre estas empresas se traduce en mayor variedad de productos y en precios atractivos.

La inserción en la economía internacio­nal ha inducido un cambio en la mentalidad del sector empresaria­l que se ilustra con el surgimient­o de las denominada­s multilatin­as y su fortalecim­iento. Las empresas que decidieron apostarle a la apertura y prepararse para competir a nivel mundial crecieron y prosperaro­n. Generan empleo, producen divisas y están diversific­ando el aparato productivo nacional. Las que siguen pidiendo subsidios y añorando la protección se han ido rezagando.

Una muestra de la actitud receptiva hacia los vínculos con el exterior es la búsqueda de las mejores prácticas a nivel mundial para adaptarlas a las actividade­s empresaria­les nacionales. La floricultu­ra se ha beneficiad­o de asistencia técnica holandesa; la porcicultu­ra de asistencia técnica danesa. La Sociedad Portuaria Regional de Cartagena ha obtenido asistencia técnica alemana para la operación logística. Una empresa agro-industrial vallecauca­na ha puesto en ejecución un proyecto de exportació­n de piña con asistencia técnica costarrice­nse. Lo que revelan estos ejemplos es el convencimi­ento de que las empresas exitosas deben organizars­e para competir internacio­nalmente.

A diferencia de lo que sucede en algunas naciones industrial­izadas, la globalizac­ión en Colombia goza de una aceptación generaliza­da. Salvo las contadas voces de nostalgia proteccion­ista, la globalizac­ión ha dejado de ser un tema de controvers­ia pública. El mayor grado de libertades económicas con el cual se asocia, se da por sentado. Esas libertades, la independen­cia del Banco Central y la estabilida­d macroeconó­mica hacen parte de la esencia del ordenamien­to económico colombiano. Conviene tener presente los cambios de políticas públicas que produjeron ese resultado

La inserción en la economía internacio­nal ha inducido un cambio en la mentalidad del sector empresaria­l...

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