El Colombiano

La Abadía, cuando un monasterio le da el nombre a un barrio.

Desde 1954, al sector de Zúñiga llegaron a asentarse monjes benedictin­os, por lo que se le cambió el nombre, tanto a la zona como a la loma.

- Por DIEGO ZAMBRANO BENAVIDES

En medio de las unidades residencia­les repletas de árboles del barrio Zúñiga, en Envigado, hay un monasterio en el que viven 14 religiosos. De su existencia saben algunos, quizás los habitantes de más edad en la zona, pero muchos ni se imaginan que por ellos es que este sector se conoce como La Abadía, y la loma en la que se levantó suele ser llamada con el nombre de la orden de los monjes que la habitan: los benedictin­os.

En 1953, los padres Andrés Ripoll y David Pujol, del monasterio de Montserrat en Cataluña, España, llegaron a estas tierras para buscar donde establecer­se. Habían sido invitados por dos sacerdotes de la Diócesis de Santa Rosa de Osos, pero allí no encontraro­n las caracterís­ticas del terreno que deseaban y continuaro­n su búsqueda en el Aburrá.

“Llegaron a este sitio y se encontraro­n con una finca a la venta, donde estaba la casa del difundo Bernardo Mora Mesa, el industrial que gestionó la apertura del hotel Nutibara, y el padre Pujol dijo: de aquí no me muevo, esta es”, relató el monje Guillermo Jaramillo.

El colegio de los monjes

Compraron 11 hectáreas y el monasterio se fundó en 1954. Tres años después comenzaron los trabajos de construcci­ón del edificio que les serviría de habitación y, a petición de la Junta del barrio que apoyó su llegada a la zona, se decidió la apertura de un colegio.

San Benito, fundador de la orden benedictin­a, en sus es- critos consignó que cuando los religiosos llegasen a una comunidad para abrir un monasterio debían preguntarl­e cuál era su necesidad. El padre Jaramillo explicó que, en este caso los habitantes de Zúñiga precisaron la necesidad de un sitio donde educar a sus hijos.

Recordó los inicios del barrio, en el que creció y vivió con su familia antes de convertirs­e en religioso, poblado por gente humilde. Familias de apellidos Ossa, Vasco y Gallego, y albañiles que construyer­on sus propias casas. En la parte alta, la loma, las fincas de los más adinerados.

En 1974 el monasterio fue erigido como abadía. Desde entonces y con la construcci­ón de las unidades residencia­les que se fueron asentando a su alrededor, la zona comenzó a ser relacionad­a con el nombre de La Abadía y la loma, que era de Zúñiga, se quedó como Los Benedictin­os.

Entre los estudiante­s más célebres que han pasado por el colegio se destacan políticos como el senador Álvaro Uribe Vélez y el candidato presidenci­al Sergio Fajardo, Óscar Duperly, de la empresa de fotoservic­ios Oduperly, o Juan José Echavarría Soto, gerente del Banco de la República.

No conocían a los monjes

Estela Restrepo vive a menos de 100 metros del sitio donde duermen los monjes y nunca se había enterado que con solo pasar una cerca se encontrarí­a con la orden de los monjes benedictin­os y su famosa abadía. Nunca le había prestado atención a esos nombres para referirse al sec- tor, aunque quizás los ha usado hasta el cansancio. “No sabía que habían monjes ni que este sector se conocía así por ellos. Uno sabe que a la loma le dicen los Benedictin­os pero hasta ahí”, comentó Estela.

Clara Agudelo, que vive cerca de la canalizaci­ón de La Frontera, no sabía nada de la orden religiosa ni del colegio. “Creo que la Abadía comienza más arriba, en donde quedaba una glorieta virtual. Ahí hay un mall que se conoce con ese nombre, entonces supongo que a partir de ese punto comienza ese sector”, anotó.

Hoy los monjes construyen un nuevo edificio en el mismo lote del actual monasterio, más alejado de la algarabía de los 814 estudiante­s del colegio para vivir en soledad y reflexión. Hace tres años hubo un proyecto de trasladar la orden a Jericó, e incluso se compró un terreno, pero la abadía continuará asentada allí donde los padres catalanes encontraro­n su refugio ideal

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El Colegio Benedictin­o, donde estudian 814 alumnos, está pegado a la abadía y comparten zonas verdes.
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Los monjes cantan los Salmos en la capilla del monasterio antes de pasar al comedor, a la hora del almuerzo.

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