El Colombiano

ENTRE MÁS NARCOS SEAN ESOS GRUPOS, MÁS DIFÍCIL SERÁ SU DESMOVILIZ­ACIÓN

- Por MAX YURI GIL Analista e investigad­or social

El peso del narcotráfi­co es evidente en dinámicas de violencia desde los 80. Pero hay una constante, lo que pasa es que hoy el país tiene una dinámica parecida a la que tuvo Medellín: al acabar el conflicto armado de carácter político, con las Farc, se acentúan el “componente narco” y la disputa por rentas ilegales.

Algunas de esas organizaci­o-

nes, en especial el Clan del Golfo, mantienen una faceta contrainsu­rgente. Por eso su responsabi­lidad en el asesinato de líderes sociales. En Medellín les quedó en el ADN ese “gen”, que los hace virulentos a movimiento­s sociales, de izquierda y derechos humanos, no en la escala de la guerra sucia de los 80, pero sí enfocada en atacar la base social de

las Farc, a quienes se oponen a su captura de rentas y a líderes y planes de restitució­n.

Entre más traquetos sean, más difícil es su desmoviliz­ación, porque es difícil ofrecerles un proyecto de ley alternativ­o (se estigmatiz­a al que lo ofrece). Entonces, la acción se centra en el componente militar y en el mundo y en Colombia la guerra

contra las drogas ha fracasado.

Como es una dinámica global, es difícil una erradicaci­ón total del fenómeno. La lucha contra esos grupos debe reducir “ventajas competitiv­as”: cultivos ilícitos, estructura­s criminales experiment­adas de 40 años y una corrupción institucio­nal y connivenci­a social, que dan gran magnitud al problema

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