LA AMBIGÜEDAD, UN TESORO
La ambigüedad pertenece a la naturalidad de la vida cotidiana, que es como la veo. Mi modo de ver determina el sentido de la realidad. Es frecuente que dos personas vean la misma cosa de distinto modo, y aun de modo antagónico, según sus intereses y su educación.
Según el DRAE, “ambiguo es lo que puede entenderse de varios modos o admitir distintas interpretaciones y dar, por consiguiente, motivo a dudas, incertidumbre o confusión”. Ramón de Cam
poamor ( 1817-1901) lo expresó así: “En este mundo traidor / nada es verdad ni es mentira, / todo es según el color / del cristal con que se mira”.
La ambigüedad puede ser una fuente de sorpresas gratas, como cuando S. Juan de la
Cruz fue recluido en una cárcel conventual, lugar de incomodidad, maltrato y abandono, que él convirtió en laboratorio de sublime hermosura, al componer allí de memoria el Cántico Espiritual, el canto de amor más bello del mundo, y de la cual se fugó pues de lo contrario hubiera muerto allí en completo olvido, y así nunca hubiéramos conocido a uno de los grandes precursores del siglo XXI, que, dada su calidad humana, hizo de sus carceleros insignes bienhechores de la humanidad.
El evangelio de Lucas (23, 39-43) presenta un caso portentoso de ambigüedad, el de los dos ladrones crucificados con Jesús. Para uno, la situación es de insulto, quejumbre y desespero. Y el otro obtiene de regalo esta promesa: “Te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso”. Con la osadía de robarse a Dios, pues el paraíso es el mismo que le hace esa promesa.
La ambigüedad tiene tres condiciones singulares, ventajas incalculables para quien las sabe aprovechar: el amor, el desasimiento y la humildad. El amor, que es unidad de dos, hace favorable toda situación. El desasimiento libra de todo apego e interés crea- do, con plena libertad para tomar decisiones acertadas. Y la humildad, que es andar en verdad, según S. Teresa, da la capacidad de ser realista, la de ver cada cosa como es.
Por ser humilde, S. Teresa fue habilísima en la experiencia de la ambigüedad. “No pretendo otra cosa en esto ( escribir), sino que sea alabado y engrandecido un poquito ( mi Señor) de ver que en un muladar tan sucio y de mal olor ( ella) hiciese huerto de tan suaves flores”.
La ambigüedad me presenta el desafío prodigioso de mirar la realidad con amor, desprendimiento y humildad, haciendo de mí el mago que transforma el suplicio infamante de la cruz en el paraíso divino que es Jesús
La ambigüedad tiene tres condiciones singulares, ventajas incalculables para quien las sabe aprovechar: el amor, el desasimiento y la humildad. Un caso portentoso, el de los dos ladrones crucificados con Jesús.