El Colombiano

¿Qué hacer para salvar el jaguar en el país?

Su presencia está amenazada y aunque hay acciones para su protección, el tiempo apremia.

- Por RAMIRO VELÁSQUEZ GÓMEZ

En 40 % de su distribuci­ón histórica a través de todo el continente americano ha sido erradicado y se extinguió ya en El Salvador y Uruguay. Es el jaguar, el más grande de los felinos de América, que tampoco la pasa bien en tierras colombiana­s.

El Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente estima que quedarían 64.000 jaguares ( Panthera onca), pero un estudio esta semana en la prestigios­a revista científica Plos One sugiere que quedan 173.000 en su medio natural, con la gran mayoría en Brasil (87.000). Colombia, después de Perú, ocupa el tercer lugar con 16.300.

En las dos últimas décadas, se redujeron 25 % en el continente las poblacione­s de este icónico animal: para los Incas, por ejemplo, era símbolo de fuerza, sabiduría e inteligenc­ia y por eso la capital de su imperio, Cusco, tiene forma de puma. En Colombia cada vez hay menos especímene­s, confirma Esteban Payán, director para el país de Panthera, la única organizaci­ón dedicada a preservar los felinos.

El jaguar está presente en 18 países americanos. Fuera de los dos donde se extinguió, en Estados Unidos es raro ver uno y en los últimos 50 años no se tienen noticias de una población con crías. Se extiende en un rango de seis millo- nes de kilómetros cuadrados de México hasta Argentina.

La pérdida de hábitat y su fragmentac­ión, y el conflicto que esto genera con las poblacione­s, lo han diezmado. La caza de las presas de las que vive, hace que se acerque a animales de valor económico para los humanos.

Payán cuenta que no pasa una semana sin que se mate uno. El último caso conocido fue el de un individuo muerto a tiros en zona rural de Dabeiba (Antioquia) a comienzos de este mes, pero la mayoría queda en silencio. Antes de ese, a mediados de febrero, otro había sido muerto en un hotel en Leticia (Amazonas). En países como Bolivia, Belice y Perú se ha detectado la caza para vender colmillos al mercado asiático, de acuerdo con un informe en la revista Nature, situación no reportada hasta ahora acá.

El corredor

Para la conservaci­ón de este gran depredador se implementa el llamado corredor del jaguar (que debe cruzar todo el continente) para que pueda desplazars­e y sobrevivir sin tanto problema.

José Fernando González Maya, director científico del Proyecto de Conservaci­ón de Aguas y Tierras ProCAT y la Fundación The Sierra Sea Institute, explica que “no se cuenta con dato exacto derivado de esfuerzos de campo que estime el numero de individuos”.

A partir de proyectos puntuales y análisis espaciales se estima que existen cinco poblacione­s: el Chocó Biogeográf­ico, el complejo Paramillo-San Lucas, que incluye áreas del Magdalena Medio, la Sierra Nevada de Santa Marta, el Complejo Serranía del Perijá-Catatumbo, y la Amazonía, que incluye la Ori- noquía. De estas, Paramillo-San Lucas, Sierra Nevada de Santa Marta y Serranía de Perijá-Catatumbo se encuentran catalogada­s como Críticamen­te Amenazadas, el Chocó como Amenazada y la subpoblaci­ón amazónica, de Baja Preocupaci­ón.

Payán relata que Panthera trabaja en distintos frentes. Uno es en gobernanza y zonificaci­ón de la tierra. “Es el aspecto más importante para la conservaci­ón. Por ejemplo, trabajamos con Parques Nacionales para crear nuevos parques. Entre ellos, el área protegida por declararse más importante para el jaguar es la Serranía de San Lucas, al sur de Bolívar, con un pedacito del nordeste antioqueño”.

Esta es una piedra angular de la conservaci­ón al vincular las regiones del norte con la cordillera oriental, con el valle del Magdalena y con Paramillo al oeste.

El otro frente en el que trabaja Panthera son las mejores prácticas productiva­s. “El jaguar está bien conservado, digamos, en los parques y en las reservas, pero el corredor im-

“Entonces, así no le peguen un tiro esa producción agrícola está matando al jaguar porque le quita su casa”. ESTEBAN PAYÁN Director Panthera Colombia “Es un animal esquivo y tímido que evita y evade los encuentros con humanos a toda costa”. JOSÉ FERNANDO GONZÁLEZ MAYA Director científico ProCAT

plica que se pueda mover entre el parque A y el parque B a través de esta franja, en la que están áreas productiva­s humanas con ganadería, palma de aceite, arroz, o lo que sea”.

Ahí hay que asegurar que el tipo de producción sea amigable con el felino. Eso no implica mucha cosa, pero sí unas buenas prácticas.

En ese sentido van las conclusion­es de un estudio de Valeria Boron, de la Universida­d de Kent, publicado en la revista especializ­ada Land Use Policy, que halló que sectores como “la ganadería y el cultivo de palma de aceite no están mejorando la inequidad y la seguridad alimentari­a, sino creando empleo inestable y amenazando la biodiversi­dad, los recursos y la herencia cultural”. En consecuenc­ia, Colombia, el cuarto producto mundial de aceite de palma, sigue los pasos de Indonesia y Malasia en experiment­ar pérdida de biodiversi­dad.

Payán expone que “hemos trabajado con los palmeros, para asegurar que los cultivos de palma de aceite puedan tener jaguares o puedan cruzar por allí; hemos trabajado con algunos mineros, y con las plantacion­es de café ahora”.

Una iniciativa exitosa es el manejo pecuario para que al ganado no se lo coma este felino. “Tenemos 30 ranchos modelo antipredat­orios”.

Funciona así: “Visitamos una finca, vemos que se le están comiendo los terneros. Les regamos un kit antipredat­orio, que para un potrero abarca 40 hectáreas antipredat­orias con 4 hilos y un panel solar, que da una carga como de 6.000 voltios. Eso lo ponen en un cerco eléctrico diseñado por nosotros, el trabajo lo hace el finquero. Contra recibo nos firma un acuerdo de conservaci­ón en el que él dice, recibimos esto y nos compromete­mos a no matar a los jaguares y a manejar bien nuestro ganado. Incluso si son zonas muy alejadas sin electricid­ad, saca un cable del panel y le da televisión a la familia, prende un bombillo o una nevera. Todos esos son beneficios de la biodiversi­dad para la gente que vive con ella. Eso es coexistenc­ia. Otro ejemplo: alguien que tenga un gallinero, se le da la malla para hacerlo antipredat­orio y un parapeto para que las gallinas duerman arriba sin que sean presas del jaguar. Para cada finca, hay una solución”.

Ecuación

Pese a las acciones, la destrucció­n del hábitat es más rápida y la amenaza crece. Este carnívoro necesita espacio. En 10.000 hectáreas viven tres adultos, un macho y dos hembras adultas. Los cachorros pueden variar en el año. “Uno empieza a multiplica­r en unidades de 10.000 hectáreas en adelante qué tanto necesitamo­s para conservar”.

Así, ¿cuántos hay que preservar para que vivan a largo plazo, en 500, 700 años? Mínimo se necesitan 500, y para que los haya “hay que multi-

plicar cuántas hectáreas necesitamo­s para conservarl­os. Es algo como 18.000 kilómetros cuadrados (28 % del área de Antioquia). Lo mínimo viable a largo plazo no es realista en Colombia: parques de ese tamaño solo Chiribique­te”.

Cómo no se van a tener otros así la idea es unir lo que se tiene a través de fincas, reservas, el llamado corredor jaguar que tiene dificultad­es en la zona norte. “El gran reto es la conexión donde hay más

gente, el norte, que va desde el Darién chocoano hasta Catatumbo, pasando por Paramillo, por San Lucas, esa zona de norte del Chocó, sur de Córdoba, norte de Antioquia, sur de Bolívar y los Santandere­s. Es la parte más difícil porque está inconexa y hay mucha gente. Tenemos que trabajar con los ganaderos y con los agricultor­es, para que pasen los jaguares. No tiene que vivir ahí una horda, sino que puedan transitar sin que les peguen un tiro. Eso es coexistenc­ia”.

El jaguar no solo es una especie sombrilla: su presencia está asociada a la abundancia de otras, sus presas, y a un ecosistema bien conservado. En cambio, cuando muere un jaguar, por ejemplo, se aumentan los cerdos de monte que arrasan

con el bosque y llega la erosión.

Es adem+ás un animal indicador: es de los primeros en desaparece­r en los hábitats intervenid­os. Por todo esto, si se protegen los sitios donde viven y transitan, se protegería­n las otras cinco especies de felinos silvestres que hay en el país. Una población que sin dudas decrece porque los cultivos se están expandiend­o a punta de tumbar selva.

El jaguar no merece esa suerte

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FOTO CHARLES SHARP-P. BLACHIER El jaguar tiene la mordida más potente de todos los felinos y rompe hasta caparazone­s de tortugas. También es uno de los animales más importante­s dentro de la cosmovisió­n prehispáni­ca, de ahí su presencia central en distintas artesanías y orfebrería­s indígenas.
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