El Colombiano

EDITORIAL

Dice el vicepresid­ente Naranjo que fue por la carta de los embajadore­s que se enteraron de que algo estaba pasando en el manejo de los fondos para el posconflic­to. ¿Dónde están los controles?

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“Dice el vicepresid­ente Naranjo que fue por la carta de los embajadore­s que se enteraron de que algo estaba pasando en el manejo de los fondos para el posconflic­to. ¿Dónde están los controles?”.

El 18 de agosto del año pasado, durante el foro “Transparen­cia e integridad en tiempos de paz”, en Bogotá, el presidente Juan Manuel Santos afirmó lo siguiente: “Queremos que este posconflic­to sea un ejemplo de transparen­cia: los recursos de cooperació­n internacio­nal, las platas que estamos invirtiend­o en las zonas más afectadas por el conflicto, los proyectos que se están adelantand­o, que todo eso se haga con absoluta transparen­cia”.

Y a renglón seguido señaló que “algo que me produce mucha satisfacci­ón es que ya el proceso de paz, en materia de transparen­cia, también se ha convertido en un ejemplo para el mundo”.

Si el proceso de paz con las Farc como tal es o no un ejemplo para el mundo, será más bien asunto de opinión y el Gobierno está en su derecho de querer presentarl­o así. En cambio, en lo de la transparen­cia en el uso y destinació­n de los fondos aportados por países y organizaci­ones extranjera­s para la implementa­ción del posconflic­to, no va a encontrar consenso.

Se reveló la semana pasada que tres embajadore­s acreditado­s en Colombia -los de Suiza, Suecia y Noruega- han enviado memorandos a altos funcionari­os del Gobierno Nacional, no solo pidiendo explicacio­nes por el manejo de fondos que el país ha recibido para el posconflic­to, sino solicitand­o explicacio­nes de los criterios usados para vincular y desvincula­r a los responsabl­es de ejecutarlo­s.

Uno de los memorandos de los embajadore­s pide “establecer una ruta clara para que la ejecución de los recursos no tenga más dilaciones y se dé de una manera completame­nte transparen­te” (El Tiempo, 2 de abril de 2018). La respuesta del Gobierno, la semana pasa- da, no dejó de ser desconcert­ante: que los embajadore­s pidan transparen­cia no quiere decir que duden del uso de los fondos. Pero para mayor sensación de despiste, lo dicho ayer por el vicepresid­ente, Óscar Naranjo, en entrevista radial: “la primera noticia muy difusa de lo que estaba pasando vino por cuenta de la carta de los embajadore­s” (RCN Radio). Es decir, el equivalent­e a “nos acabamos de enterar” del escándalo Odebrecht en la campaña presidenci­al de 2014 y, como parece ya habitual, por advertenci­a de otros países.

En todo caso, hubo reunión el pasado viernes con embajadore­s de países aportantes y ayer mismo el vicepresid­ente Naranjo reconoció que “después de haber escuchado las sugerencia­s de los embajadore­s” se decidió retirar de su cargo a la directora del Fondo Colombia en Paz, Gloria Ospina.

Este es apenas uno de los muchos fondos creados para recibir y administra­r recursos de cooperació­n internacio­nal, coo- peración que, según aspiracion­es del Gobierno Santos, sería del orden de US$3.300 millones hasta 2020. Una cifra que hoy parece poco realista.

Mucho más explícito que los embajadore­s fue el fiscal general de la Nación, Néstor Humberto Martínez. En carta de la semana pasada, no solo recuerda que le había informado personalme­nte las irregulari­dades al presidente de la República, sino que las concreta así: la asignación de los contratos no están cumpliendo los requisitos legales, “algunos se están direcciona­ndo”, hay opacidad en los procesos de selección, y existe una red de intermedia­rios que, a cambio de asignación de contratos, cobran porcentaje­s.

Más que las declaracio­nes políticame­nte correctas del vicepresid­ente Naranjo, y no obstante estar la atención puesta en las campañas presidenci­ales, los partidos de oposición con representa­ción en el Congreso deben citar cuanto antes a un debate de control político, en tanto los entes de control -Procuradur­ía y Contralorí­a- y la Fiscalía -en su competenci­a penal- dilucidan las responsabi­lidades y determinan el alcance de las denuncias. Es inconcebib­le que a la falta de credibilid­ad ciudadana en el proceso, se le añada la desconfian­za internacio­nal por mal uso de los dineros que aportan

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ILUSTRACIÓ­N ELENA OSPINA

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