¡TEN EL VALOR DE SERVIRTE DE TU PROPIA RAZÓN!
Uno de los puntos más controvertidos en esta primera semana de debates entre los candidatos a la presidencia ha sido el Acuerdo de paz. La posición de Uribe, que ahora representa Duque, es, como lo dijo en Teleantioquia, que los acuerdos serán cambiados sustancialmente. Uribe, “junto con su entorno enormemente criminalizado, sus amigos y personeros del submundo” (Gutierrez, F.) necesita volver al poder, así sea por interpuesta persona, para garantizar las impunidades de sus huestes. El foco central de su política contra los acuerdos, si llega al poder, será la paralización de la JEP y de la Comisión del Esclarecimiento de la Verdad.
En el proceso de justicia transicional se impondrá, si la coalición de centro izquierda (Fajardo, Petro, De La Calle) no se une, el denominado modelo de perdón y olvido, defendido y aplicado a partir de la década del setenta del siglo pasado en España, Argentina y Chile. En estos países se utilizó este modelo para darle paso a la democracia tras la negociación de una política de impunidad total para los exdictadores y sus entornos criminales.
Y como la política es dinámica -miren al muy clientelista y oportunista Vargas Lleras-, veremos entonces, primero, el proceso de desestruc- turación (desfinanciación, torpedización) de la JEP y la CEV, instituciones, que según Uribe-Duque, fueron concebidas para garantizar la impunidad de las Farc y, segundo, la estructuración de una política para impedir el juzgamiento y castigo de los “otros” perpetradores de violaciones de los derechos humanos, -miembros de las fuerzas armadas y de los entornos regionales de grandes propietarios-.
El proyecto de la paz, -que es el contrato social para la superación de la guerra, la inclusión política de nuevos actores, el inicio de la solución del problema agrario, la tímida concreción de una visión del Estado que busca crear empleo, redistribución social mediante impuestos equitativos, aseguramiento de derechos sociales-, está en vilo. Y solamente la ciudadanía colombiana será responsable de contribuir a, o evitar que, se produzca este gran retroceso. Es definitiva entonces la responsabilidad ética del votante.
En sociedades democráticas respetuosas del pluralismo, la votación es el resultado normal de una deliberación ante situaciones de desacuerdo. La deliberación presupone el ejercicio de la capacidad racional del ciudadano para tomar decisiones autónomas utilizando su inteligencia sin la guía de otro. Desde Kant se propuso como lema de la ciudadanía: ¡Ten el valor de servirte de tu propia razón!
Analizando encuestas y debates, puedo decir que hay una propensión fuerte entre la ciudadanía a decidir su posición política no mediante procesos de deliberación racional, sino a través de emociones como el odio, la venganza, de temores al castrochavismo, o al retorno del paramilitarismo. En cualquier caso, no pensar por sí mismo es no ser una persona autónoma. Sin personas autónomas no hay ciudadanía ni Estado de derecho ni candidato. Adenda: Con Kai Ambos y
John Zuluaga publicaremos sobre estos temas el libro Justicia transicional y derecho penal internacional, en la Editorial Siglo del Hombre, que aparecerá en la Filbo