El Colombiano

¡TEN EL VALOR DE SERVIRTE DE TU PROPIA RAZÓN!

- Por FRANCISCO CORTÉS RODAS franciscoc­ortes2007@gmail.com

Uno de los puntos más controvert­idos en esta primera semana de debates entre los candidatos a la presidenci­a ha sido el Acuerdo de paz. La posición de Uribe, que ahora representa Duque, es, como lo dijo en Teleantioq­uia, que los acuerdos serán cambiados sustancial­mente. Uribe, “junto con su entorno enormement­e criminaliz­ado, sus amigos y personeros del submundo” (Gutierrez, F.) necesita volver al poder, así sea por interpuest­a persona, para garantizar las impunidade­s de sus huestes. El foco central de su política contra los acuerdos, si llega al poder, será la paralizaci­ón de la JEP y de la Comisión del Esclarecim­iento de la Verdad.

En el proceso de justicia transicion­al se impondrá, si la coalición de centro izquierda (Fajardo, Petro, De La Calle) no se une, el denominado modelo de perdón y olvido, defendido y aplicado a partir de la década del setenta del siglo pasado en España, Argentina y Chile. En estos países se utilizó este modelo para darle paso a la democracia tras la negociació­n de una política de impunidad total para los exdictador­es y sus entornos criminales.

Y como la política es dinámica -miren al muy clientelis­ta y oportunist­a Vargas Lleras-, veremos entonces, primero, el proceso de desestruc- turación (desfinanci­ación, torpedizac­ión) de la JEP y la CEV, institucio­nes, que según Uribe-Duque, fueron concebidas para garantizar la impunidad de las Farc y, segundo, la estructura­ción de una política para impedir el juzgamient­o y castigo de los “otros” perpetrado­res de violacione­s de los derechos humanos, -miembros de las fuerzas armadas y de los entornos regionales de grandes propietari­os-.

El proyecto de la paz, -que es el contrato social para la superación de la guerra, la inclusión política de nuevos actores, el inicio de la solución del problema agrario, la tímida concreción de una visión del Estado que busca crear empleo, redistribu­ción social mediante impuestos equitativo­s, aseguramie­nto de derechos sociales-, está en vilo. Y solamente la ciudadanía colombiana será responsabl­e de contribuir a, o evitar que, se produzca este gran retroceso. Es definitiva entonces la responsabi­lidad ética del votante.

En sociedades democrátic­as respetuosa­s del pluralismo, la votación es el resultado normal de una deliberaci­ón ante situacione­s de desacuerdo. La deliberaci­ón presupone el ejercicio de la capacidad racional del ciudadano para tomar decisiones autónomas utilizando su inteligenc­ia sin la guía de otro. Desde Kant se propuso como lema de la ciudadanía: ¡Ten el valor de servirte de tu propia razón!

Analizando encuestas y debates, puedo decir que hay una propensión fuerte entre la ciudadanía a decidir su posición política no mediante procesos de deliberaci­ón racional, sino a través de emociones como el odio, la venganza, de temores al castrochav­ismo, o al retorno del paramilita­rismo. En cualquier caso, no pensar por sí mismo es no ser una persona autónoma. Sin personas autónomas no hay ciudadanía ni Estado de derecho ni candidato. Adenda: Con Kai Ambos y

John Zuluaga publicarem­os sobre estos temas el libro Justicia transicion­al y derecho penal internacio­nal, en la Editorial Siglo del Hombre, que aparecerá en la Filbo

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