El Colombiano

NIÑAS DE DÍA, PUTAS DE NOCHE

- Por HUMBERTO MONTERO hmontero@larazon.es

En Sierra Leona un año completo en una escuela primaria cuesta el equivalent­e a un corte de pelo en Madrid: 15 euros, 150.000 leones. En esta pequeña nación africana, castigada tantos años por las guerras, un plato de comida cuesta tres euros, lo mismo que el cuerpo de una niña de 9 años. En Freetown vive Aminata, una de las protagonis­tas del documental “Love”. Un corto desgarrado­r en el que su director, Raúl De la

Fuente, narra la hercúlea tarea de cuatro misioneros salesianos, con el padre Jorge Crisafulli al frente, y de un centenar de voluntario­s para devolver la esperanza a una legión de niñas obligadas a prostituir­se para poder sobrevivir en calles donde solo las ratas se atreven a entrar.

Aminata es huérfana. Su padre era el jefe rebelde de un grupo que se alzó en armas contra el Gobierno de Sierra Leona, lo que desató una cruenta guerra civil que duró algo más de diez años, entre 1991 y 2002. Aminata creció masticando dolor. Antes de morir en una balacera, su padre le cortó el brazo a su madre por negarse a convivir en el mismo hogar con la esposa del guerriller­o. Con las heridas infectadas, su madre pereció desangrada y Aminata se quedó sola en el mundo. Sin nada que echarse a la boca, la niña se fue a Freetown y se acostó con unos hombres que antes la habían invitado a poner precio a su cuerpo. «Ese día gané cinco euros y sólo tenía 13 años». A partir de ese momento engrosó el ejército de esclavas sexuales africanas, niñas que son desvirgada­s a veces sin haber tenido siquiera su primera menstruaci­ón. Niñas a las que los pescadores chinos les dan una moneda extra si tienen sexo con los perros.

La de Aminata es una historia terrible, pero también esperanzad­ora, porque la niña, al cabo del tiempo, abandonó la prostituci­ón y pudo montar una pequeña peluquería y un modesto almacén donde vende alimentos. Dejó atrás una vida llena de sida, drogas, abusos sexuales, y alcohol gracias a los salesianos, que acogen en el centro Don Bosco Famul de Freetown a chicas de entre 9 y 17 años. «Son niñas y sienten como niñas, aunque estén haciendo el trabajo de una prostituta adulta. Es inhumano», dice Crisafulli. “No saben que pueden quedar embarazada­s, no conocen métodos de autoprotec­ción. Los que abusan de ellas en las calles no son pobres. Son gente con dinero, po- derosos… policías”, explica el misionero argentino.

Misiones Salesianas denuncia que la prostituci­ón infantil “es una forma moderna de esclavitud” que en la actualidad sufren más de 150 millones de niñas y 73 millones de niños en el mundo.

Los informes de la ONU señalan a Argentina, Chile, Cuba o Sri Lanka como los estados con peores índices de abusos sexuales a menores. En Tailandia, 80.000 niños son obligados a prostituir­se cada día, mientras que en Indonesia el 20 % de las mujeres explotadas sexualment­e son niñas. En Estados Unidos y Canadá se calcula que hay 100.000 menores víctimas de la trata. En todas partes hay miserables capaces de explotar a niños. Es probable que la prostituci­ón exista siempre, por desgracia. Pero es intolerabl­e que no procuremos a nuestros niños, de aquí y de allá, los medios para vivir con dignidad y aprender a ganarse la vida sin tener que vender su cuerpo.

Ahora que algunos escándalos, como el de Oxfam en Haití, han mermado la credibilid­ad de algunas ONG, es preciso recodar la tarea incansable y dolorosa que la inmensa mayoría de ellas realiza con nuestra ayuda económica. “Todo comienza a través de los ojos”. Así comienza el trailer de “Love”. Véanlo

... la prostituci­ón infantil “es una forma moderna de esclavitud”.

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