El Colombiano

LA SANTIDAD

- Por HERNANDO URIBE C., OCD* hernandour­ibe@une.net.co

En su última Exhortació­n Apostólica, marzo de 2018, el Papa nos invita a alegrarnos y regocijarn­os por ser santos, pues el Señor nos eligió “para que fuésemos santos e inmaculado­s ante él por el amor” (Ef 1,4).

En este siglo XXI, de tantos avances científico-técnicos, la santidad es lo más entrañable de la creación, del ser humano en especial. En el número 10 dice: “El llamado a la santidad, que el Señor hace a cada uno de nosotros, es también a ti: ‘Sed santos, porque yo soy santo’” (Lv 11,45).

La palabra santidad, sustantivo abstracto, existe en la mente con fundamento en la realidad. Existimos los santos. Santo significa perfecto, el que encarna la perfección, que es Dios. La santidad es patrimonio común de la creación, el modo como el Crea- dor acontece en la criatura.

Dios, por ser amor, sale de sí mismo a crear criaturas de amor. La criatura de amor por excelencia es el ser humano, a quien el Creador “le dio el mando sobre las obras de sus manos, todo lo sometió bajo sus pies” (Salmo 8).

El Papa escribe (11): “cuando el gran místico san Juan

de la Cruz escribía su Cántico Espiritual, prefería evitar reglas fijas para todos y explicaba que sus versos estaban escritos para que cada uno los aproveche ‘según su modo’, porque la vida divina se comunica ‘a unos en una manera y a otros en otra’”.

Para el Papa, esto debe “entusiasma­r y alentar a cada uno a darlo todo” con el fin de que el mundo entero sea santo, y cita un texto impresiona­nte de Jeremías (1,5): “Antes de formarte en el vientre, te elegí; antes de que salieras del seno materno, te consagré”. Haciendo lo que hace como elegido y consagrado, cada hombre es santo realizando la misión de evidenciar la presencia del Creador en cada una de las criaturas.

Nuestras buenas obras no nos hacen santos, manifiesta­n nuestra santidad, que es Dios, secundado por nosotros, acontecien­do en nosotros. “Todos estamos llamados a ser santos viviendo con amor”, admirable invitación del Papa. El amor es la expresión perfecta de la santidad.

Santidad es amor, amor es santidad. Soy santo porque mi Creador me ama, y porque yo secundo su amor amándolo con todo mi corazón, y por amarlo, vivo la santidad en cada detalle de mi vida cotidiana.

Cuando leo al Papa, me parece encontrar en él una sintonía secreta con León Bloy, que escribe en La mujer pobre: “Sólo hay una tristeza, y es la de no ser santo”

Nuestra buenas obras no nos hacen santos, manifiesta­n nuestra santidad, que es Dios, secundado por nosotros, acontecien­do en nosotros. “Todos estamos llamados a ser santos viviendo con amor”.

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