DESEO DE CAMBIO
Samuel, un joven amigo de Medellín, me contactó por Facebook en estos días preguntándome a quemarropa: “Una pequeña consulta: ¿Petro o Fa- jardo? Gracias”. Me quedé sorprendido, no tanto porque él pensara en votar por Fajardo, sino porque tuviera en consideración a Petro.
De hecho, no etiquetaría a mi amigo Samuel como a alguien que tiene simpatías de izquierda o particularmente progresistas. Creció en El Poblado, en una familia de clase media, con papas profesionales, educándose en una escuela privada, formándose religiosamente en un movimiento católico, estudiando en la universidad Eafit, y hace unos meses se casó. Eso si, desde pequeño, lo recuerdo como alguien curioso, inteligente, inquieto. Pero su identikit social no me daba razones para imaginarlo capaz de votar por Petro.
También, sorprendida se quedó una amiga cuando el hijo le contó que iba a votar por
Humberto de la Calle (ella y el marido, en cambio, ya se deci- dieron por Duque). Al joven, quien votará por segunda vez en su vida, le gusta el candidato del partido liberal no solamente porque logró un acuerdo de paz, sino también porque lo admira por su honestidad y su experiencia. Varios líderes sociales con los cuales he hablado en Medellín en estos días me han confesado que votarán por De La Calle (en lugar de Petro). “Lastima que el partido liberal lo tenga tan amarrado”, me comentó mi amigo Samuel.
Pero no son solamente los jóvenes quienes están pensando en votar por fuera de las lógicas políticas tradicionales. Viajando en avión de Medellín a Bogotá estaba sentado al lado de una señora mayor a quien escuché decir a su hija, “Yo ya me decidí. Mi voto es por Fajardo; me gusta su propuesta”. Cuando compartí estos varios encuentros con un colega docente universitario en Bogotá, él me mostró unos vi- deos de algunas entrevistas que sus estudiantes hicieron a unos transeúntes sobre su intención de voto. La mayoría contestó que iban a dar su voto por Petro, me dijo el docente casi con desconcierto.
Obviamente, estos relatos son puramente anecdóticos, y no tienen valores estadísticos. Pero expresan un sentir generalizado que existe hoy entre muchos colombianos. De hecho, si uno suma el consenso que en las encuestas recogen a Petro, Fajardo, y en cierta medida a De La Calle, uno puede observar como es significativa, y hasta mayoritaria, la disponibilidad a votar por una propuesta alternativa a la que históricamente ha gobernado este país.
Por eso, el voto en mayo será también expresión de la protesta y del deseo de cambio que existe hoy en el país. Puede ser un voto significativo, aún si fragmentado, y por eso quizás perdedor. Además, las diferencias programáticas y de cultura política entre Fajardo y Petro son significativas, y uno no puede subestimar estas diferencias. Un gobierno de Petro sería bastante distinto a un gobierno de Fajardo. Por eso, a mi amigo Samuel, le dije, “Fajardo sin pensarlo dos veces”. Pero una cosa es cierta: los colombianos no se pueden quejar de lunes a sábado de la clase política que los gobierna, y el domingo votar otra vez más por los corruptos de siempre
Por eso, el voto en mayo será también expresión de la protesta y del deseo de cambio que existe en el país.