El Colombiano

Periodista­s sacrificad­os

El peor pronóstico se cumplió: los tres colegas ecuatorian­os, en poder de la disidencia de las Farc en la frontera, fueron asesinados. Además del dolor, queda la exigencia de que se haga justicia.

- ESTEBAN PARÍS

El periodismo en América no deja de ser una profesión de alto riesgo, en especial en aquellos territorio­s donde campean grupos armados ilegales con gran poder de daño y Estados débiles y dubitativo­s frente al deber de proteger la vida y las libertades de los ciudadanos, entre quienes por supuesto se cuentan los integrante­s de la prensa.

Esa indefensió­n acaba de confirmars­e con el asesinato del reportero Javier Ortega, del fotoperiod­ista Paúl Rivas y su conductor Efraín Segarra, del diario El Comercio, de Quito, quienes al parecer recibieron tiros de gracia, el miércoles en la tarde-noche, tras 17 días de secuestro en manos de un grupo criminal conformado por exmiembros de las Farc, cuyo jefe es el ecuatorian­o Wálter Patricio Artízala Vernaza, alias “Guacho”.

Por supuesto que el primer responsabl­e de la aniquilaci­ón del equipo periodísti­co es este personaje funesto, autor de ataques contra los civiles y las fuerzas armadas de Colombia y Ecuador, además de atentados contra la infraestru­ctura. Un sujeto involucrad­o con las mafias del narcotráfi­co que ha demostrado absoluto desprecio por la vida humana.

Pero la confirmaci­ón de la muerte de los comunicado­res, secuestrad­os en Mataje (Esmeraldas), del lado ecuatorian­o de la frontera, trajo interrogan­tes: antes de la constataci­ón del triple homicidio por parte del presidente ecuatorian­o Lenin Moreno, ya circulaban tres fotografía­s que mostraban los cuerpos baleados de Ortega, Rivas y Segarra.

¿Quién captó las imágenes y las difundió? ¿Se trató de una matanza cobarde y de ordinario, una ejecución extrajudic­ial forzada por algún tipo de pre- sión sobre los captores? ¿De qué lado de la frontera se dieron los hechos en los que terminaron asesinados periodista­s y conductor? ¿Quién asume, en términos de Gobierno y Estado, el manejo y el desenlace de este episodio de secuestro en una frontera porosa e insegura?

Detrás de la impiedad de los asesinos, de los evidentes atropellos que cometen los actores armados ilegales en esa línea fronteriza, están las preguntas sobre la fragilidad y la pobreza de las garantías que deben brindarse a la prensa, los medios y sus periodista­s. Es un síntoma muy revelador de la orfandad de los civiles en aquella zona que sean organismos humanitari­os internacio­nales los que han quedado comisionad­os para recuperar los cadáveres de estos nuevos mártires del oficio, sacrificad­os en total estado de indefensió­n y a mansalva en algún paraje de la selva colombo-ecuatorian­a.

Con este episodio, también queda descrito y ratificado el imperio de los ilegales en un territorio permeado por las estructura­s transnacio­nales del narcotráfi­co. Y se acrecienta el llamado a una respuesta contundent­e de los gobiernos de ambas naciones, hasta ahora bastante incapaces de someter a delincuent­es de semejante calaña y brutalidad.

Con la Sociedad Interameri­cana de Prensa (SIP) reunida en Medellín y en pleno desarrollo de la Cumbre de las Américas, en Lima, es una obligación moral, ética, profesiona­l y humana exigir que el triple asesinato de los colegas de El Comercio no se convierta en otro caso más de las cifras del 90 % de impunidad que rodean las agresiones a la prensa del continente. ¡Que haya justicia!

Se debe destacar la actitud de los medios de informació­n de trayectori­a, que se abstuviero­n de publicar las imágenes, que ya se creen fidedignas, de los cuerpos inertes de Ortega, Rivas y Segarra. Hubo responsabi­lidad y respeto.

Ahora hay que dolerse sin rodeos por esta aterradora noticia, que mancha de sangre y luto el oficio y que remarca las amenazas que rondan la libertad de prensa y de expresión en nuestro hemisferi0. #ElPeriodis­moVive

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ILUSTRACIÓ­N

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