Los sinsabores de la Cumbre en Lima
Los Jefes de Estado del Hemisferio firmaron un nuevo documento para prevenir y combatir la corrupción.
La VIII Cumbre de las Américas realizada este viernes y sábado en Lima, Perú, dejó muchos discursos, un nuevo documento no vinculante de 57 puntos contra la corrupción y cero hechos o decisiones trascendentales para el futuro de la región.
Es por esto que, en palabras de Sebastián Bitar, PhD en Relaciones Internacionales de American University y docente de la U. de los Andes, la única forma de no decepcionarse con este encuentro es no esperar mucho de el, porque no hay proyectos políticos ni económicos comunes en la región y, por tanto, no pueden darse grandes resultados.
En esencia, los Jefes de Estado y de Gobierno del Hemisferio se comprometieron a fortalecer la gobernabilidad y las instituciones democráticas, a fortalecer la autonomía judicial, en desarrollar una cultura de transparencia y prevención de la corrupción, además de incentivar la participación eficaz del sector privado en las políticas públicas.
De igual manera, hubo unos acuerdos básicos en el acceso a la información, protección de denunciantes y Derechos Humanos, incluyendo la libertad de expresión. Coincidieron en hacer esfuerzos para promover el uso de nue-
vas tecnologías que faciliten el gobierno digital, impulsar el establecimiento de un Programa Interamericano de Datos Abiertos (OEA).
La política también tuvo su parte. Los estados miembros quedaron con el compromiso de promover la transparencia, rendición de cuentas, contabilidad apropiada y bancarización de los ingresos y gastos de las organizaciones y partidos políticos, el problema es que estos compromiso no son de obligatorio cumplimiento, así el documento promueva seguimiento e informes.
Para Cristian Rojas, jefe del Departamento de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la U. de La Sabana, adoptar un compromiso contra la corrupción es irrelevante, aunque hay que esperar a ver si se materializa en algo importante, para que la lucha en casos como el de Odebrecht, que recorrió toda América Latina y que puso a Martin Vizcarra como anfitrión en Lima, no dependan de la labor del Departamento de Estado de EE.UU. sino del fortalecimiento de las instituciones en los países latinoamericanos y la cooperación regional.
¿Y la crisis de Venezuela?
En el tema que más generaba expectativa e iniciativa en la región, el de atajar la crisis política, social, económica y migratoria venezolana, los acuerdos alcanzados durante el foro parecen insuficientes para ejercer mayor presión sobre el régimen del presidente Nicolás Maduro.
Así lo esperaba Ronal Rodríguez, investigador del Observatorio de Venezuela de la Universidad del Rosario: “La dificultad con la problemática venezolana es que por mucho que se discuta es muy poco lo que se puede resolver desde instancias supranacionales como esta. Es interesante que se repliquen en la zona dinámicas de sanción como las que inició Panamá, pero es poco el efecto real que pueda suscitar en Caracas”.
Para el experto, además, la presencia de Bolivia y Nicaragua en la Cumbre, con gobiernos muy cercanos a la línea de Nicolás Maduro, impidió una condena aún más contundente a la situación venezolana o realmente vinculante en lo político y lo legal.
Al respecto el presidente Juan Manuel Santos reafirmó que Colombia no acatará las
decisiones de la Asamblea Nacional Constituyente de Venezuela, como las elecciones presidenciales en mayo que, según él, “están diseñadas para maquillar una dictadura”.
“Esa misma instancia y un régimen que quiere perpetuarse en el poder convocaron unas elecciones que también tenemos que desconocer todos los aquí presidentes”, expresó el mandatario colombiano ante los 30 representantes de diferentes países”.
La ausencia de Donald Trump le restó peso a la Cumbre, mientras que la de Nicolás Maduro le dio valor por marcar un hito en el aislamiento del régimen venezolano