El Colombiano

ESCUCHANDO AL PRÓJIMO

- Por JORGE GIRALDO RAMÍREZ calia@une.net.co

Al emprendedo­r: un asalariado, habituado a la comodidad de las transaccio­nes electrónic­as, antioqueño y –por tanto– cliente de Bancolombi­a, se queja de haber pasado las verdes y las maduras tratando de hacer pagos o retirar dinero. Más duro para el emprendedo­r que me cuenta que el banco no hizo los pagos de nómina convenidos, que le tocó ir a oficina física, que encima le cobraron más de 50 mil pesos por la transacció­n, que no le aceptaron explicacio­nes de ningún tipo. Los problemas en los sistemas del banco no fueron de un momento, ni de un día, se prolongaro­n de modo intermiten­te durante más de una semana. Hace cuatro años pasó lo mismo: el entonces presidente del banco pidió disculpas públicamen­te. Ahora no hubo disculpas. Yo, iluso, pensé que podrían descontarn­os par- te de los pagos de administra­ción. En cualquier restaurant­e de pobre resarcen un mal servicio, ¿no lo puede hacer el banco más grande del país?

A mi amigo del No: mi amigo del No al plebiscito, no a las negociacio­nes con las Farc, no a la paz concreta, está desconcert­ado. Desde el 2 de octubre de 2016 tenía todas las cosas claras: allá Santos, acá Uribe; allá los del Sí, acá los de No; allá los que quieren implementa­r los acuerdos, acá los que los quieren volver trizas. No sabe qué hacer ni qué pensar. Santos se pasó por la faja la puesta en marcha de los acuerdos sobre tierras y sustitució­n de cultivos, es decir, las transforma­ciones reales que le servían a la población rural. El mundo empresaria­l le recomendó el modelo Forec para administra­r los fondos de paz, pero él prefirió el mode- lo Odebrecht. Parece que habrá cárcel más pronto de lo esperado para un máximo dirigente de las Farc. Es decir, Santos ya hizo trizas los acuerdos. Entonces, se pregunta mi amigo del No, parece que ya no hay razones para votar por Iván Duque, Marta Lucía y Ordóñez.

Al colega académico: mi colega está feliz. Es consciente de que vive en una sociedad que no aprecia al maestro, ni a la academia, y que valora poco la educación. Al fin y al cabo hay modos más rápidos y lucrativos de ganar dinero y lograr posiciones de poder. El hecho de que en los foros presidenci­ales, donde saludan de doctor a todo el mundo, el único doctor de verdad sea

Sergio Fajardo no le dice nada a nadie ni le incrementa los méritos. Doctor le decían en Cali a

Gilberto Rodríguez Orejuela

que sí fue capaz de poner presidente de la república. Pero mi colega siente ahora que la educación tiene un valor. Iván Duque dijo que tenía un título de Harvard sin ser cierto, un flamante senador liberal antioqueño se hizo pasar por abogado, un exalcalde de Bello falsificó su título de bachiller ■

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