El Colombiano

EL GRAVE RIESGO DE BUSCAR LA VERDAD

- Por JUAN JOSÉ GARCÍA POSADA juanjogp@une.net.co

Son muy conmovedor­es los actos de solidarida­d periodísti­ca por el asesinato de los reporteros Javier Ortega y Paúl Rivas y el conductor Efraín Segarra, enviados de El Comercio de Quito y sacrificad­os por una facción guerrerist­a de las Farc en algún lugar de la frontera entre Colombia y Ecuador.

El silencio, la oración mental, los aplausos fúnebres y los mensajes de dolor, indignació­n y condena muestran el tremendo golpe moral infligido a la sociedad y a la libertad y demás derechos humanos, por las bestias salvajes que han causado este crimen contra civiles indefensos.

Hay una persecució­n binacional contra los autores del crimen. Y hay derecho a reclamarle­s a los dos gobiernos que este acontecimi­ento fruto de la irracional­idad bélica ni se quede impune ni se diluya en medio de otra investiga- ción exhaustiva. Por qué tenían que morir (como se ha preguntado con insistenci­a), en qué circunstan­cias reales se les quitó la vida, por qué hubo aparentes dilaciones y contradicc­iones en los pronunciam­ientos oficiales, etc., son cuestiones que deben aclararse sin sombras de duda ni cálculo de convenienc­ias políticas o diplomátic­as.

¿Cómo es posible que haya en el país nuestro quienes negaran y hasta sigan negando que el periodismo es una profesión de alto riesgo? Sobre todo para quienes lo ejercen con todas las desprotecc­iones que no conocen los que han vivido en la zona de confort facilitada por la obsecuenci­a ante los mandamases. El riesgo es parte inseparabl­e de la profesión como pasión y compromiso de servicio. ¡Sabe Dios de la experienci­a de quienes vamos llegando al medio siglo conti- nuo en esta larga y apasionant­e carrera de obstáculos!

Y es un alto riesgo actual, permanente y global. El solo argumento estadístic­o es elocuente: En 2017, según Reporteros Sin Fronteras, en el mundo fueron asesinados 54 periodista­s, 336 quedaron en prisión y 54 sufrieron secuestro.

A lo largo y ancho del planeta, desde Asia hasta Europa y en el hemisferio americano, ha cre- cido una ola de hostilidad al periodismo. Algunos han tirado la toalla, impotentes, ante el acoso insostenib­le y el desgaste de las garantías para trabajar. La tensión entre Trump e influyente­s medios estadinens­es es un ejemplo inquietant­e. Rusia y China no se quedan atrás. En fin, la libertad de prensa y el derecho a la informació­n están afectándos­e hasta en las paradigmát­icas democracia­s occidental­es.

Las organizaci­ones gremiales, las facultades de comunicaci­ón y los medios tienen el desafío ético de impulsar el restableci­miento de la condición del alto riesgo que perdió el periodismo colombiano. Debe recuperars­e, con las implicacio­nes legales y de seguridad social y laboral consiguien­tes. Tal vez era la pensadora alemana Hannah Arendt quien advertía cómo el hombre que busca la verdad siempre pone su vida en peligro

¿Cómo es posible que haya en el país nuestro quienes negaran y hasta sigan negando que el periodismo es una profesión de alto riesgo?

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