El Colombiano

105 MISILES ENTRE ÉTICA Y ESTÉTICA

- Por ANDREA RIZZI redaccion@elcolombia­no.com.co

El ataque de Estados Unidos, Francia y Reino Unido contra el régimen sirio es un delicado ejercicio de equilibris­mo entre distintos factores. En primer lugar, la necesidad de mantener la promesa de acción ante un ataque químico y a la vez reducir el riesgo de provocar una reacción rusa. La síntesis fueron 105 misiles contra tres objetivos todos ellos supuestame­nte relacionad­os con la fabricació­n de armas químicas. Más que en la acción de abril de 2017, cuando Washington disparó 59 misiles de crucero Tomahawk, pero menos de lo que muchos pensaban.

La ofensiva, en sí, no tiene ningún valor estratégic­o, no cambia la dinámica bélica sobre el terreno, no erosiona el creciente control del territorio del régimen sirio y sus aliados rusos e iraníes. Su valor se halla entre ética y estética.

En el plano ético, la clave es que el uso de armas químicas – prohibidas por el derecho internacio­nal- no puede quedar impune. En abstracto indiscutib­le, la idea queda sin embargo ensombreci­da por dos cuestiones: los aliados no exhibieron prueba de la responsabi­lidad del régimen de El Asad en el ataque químico; y no tenían aval de la ONU (claro está, por el interesado veto ruso).

La acción occidental parece inspirada a ese célebre pasaje de la ética aristotéli­ca según el que toda virtud es un medio entre extremos. Entre permanecer de brazos cruzados y un ataque sustancial a la infraestru­ctura del régimen, optaron por golpear solo tres instalacio­nes nada más. Esto no daña a El Asad y no constituye un golpe realmente disuasorio. Así que también aristotéli­ca parece su concep- ción de virtud: como medio para alcanzar otro fin, y no como fin en sí mismo (tal y como es en la visión cristiana).

Y el fin de los aliados occidental­es parece principalm­ente estético. Quisieron en primer lugar hacer ver al mundo que mantienen su palabra. Que si establecen una línea roja –el uso de armas químicas-, la defienden. Que no les tiembla la mano. Tanto Trump como Macron se habían manifestad­o en ese sentido y ahora han actuado en correspond­encia, a diferencia de Barack Obama en su momento.

Así, el ataque parece estudiado para mantener esa palabra ante la platea mundial pero reducir el riesgo de represalia de Rusia, en primer lugar, y de Irán en segundo. Las autoridade­s rusas han avisado abundantem­ente a lo largo de la semana pasada que una acción militar occiden- tal tendría consecuenc­ias. También dijeron que utilizaría­n en ese caso sus defensas antiaéreas y que contemplar­ían incluso atacar las fuentes del ataque. No hicieron ni lo uno ni lo otro.

Entre los dos aspectos, el ético y el estético, la sensación es que el segundo es prepondera­nte. Lo que está en acto es un gran pulso de potencias, una guerra de imagen en el tablero geopolític­o mundial. La superiorid­ad militar occidental sobre Rusia es enorme. Pero la disposició­n a actuar (y, en su caso, sufrir) es un factor esencial que altera los equilibrio­s abstractos.

EE.UU., Francia y Reino Unido han mostrado que están dispuestos a actuar. Pero fue un ataque cosmético. Rusia seguirá siendo el referente principal en Siria

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