El Colombiano

DEMOCRACIA FEROZ

- Por JUAN CAMILO QUINTERO juanquinte­rocti@gmail.com

El sábado pasado el editorial del periódico El Tiempo trató sobre el llamado “cartel de los locos”. Una sofisticad­a red delictiva en la que, según la Fiscalía, interviene­n médicos generales, psiquiatra­s y psicólo- gos para dictaminar alrededor de 500.000 pacientes como enfermos mentales, sin serlo, e incapacita­rlos de por vida. Un nuevo cartel, un nuevo caso de corrupción, y seguimos cómo si nada.

A propósito de esto, acabo de leer el libro “Democracia feroz” del escritor y profesor de Eafit Gustavo Duncan, en el que se detalla cómo se dan las relaciones entre los ciudadanos y la clase política. Duncan demuestra manera con cifras que nuestra sociedad sigue atrapada por una clase política que controla los recursos públicos con el fin de conseguir votos en las elecciones. De igual forma, ciertos políticos apoyan y defienden la informalid­ad en algunos sectores con el mismo objetivo. Deja entrever el profesor, como un número importante de actividade­s informales e ilícitas son toleradas por una gran parte de la sociedad. Es tal la debilidad de muchas de las institucio­nes que quienes operan estas rentas ilegales domi- nan y conocen en detalle cuál es la capacidad real de intervenci­ón estatal, que es mínima, y por eso se atreven a operar negocios ilegales tan grandes y rentables.

Se calcula que la economía informal en Colombia genera 10 % más de empleo que la economía formal. Una cifra escandalos­a, que debe hacernos reflexiona­r sobre qué medidas debería tomar el próximo presidente para lograr una mayor formalizac­ión. Debemos buscar medidas para disminuir este flagelo que dificulta que las empresas compitan de igual a igual, pues la carga tributaria es alta, y en la informalid­ad no se pagan impuestos ni seguridad social, y buena parte del negocio está dominado por redes ilegales que se aprovechan de la vulnerabil­idad de las clases más bajas para jalonar estas economías. El profesor Duncan plantea que parte del poder político protege el clientelis­mo, la contrataci­ón pública, el contraband­o, la in- formalidad y las economías criminales, o en su defecto son protegidos por grupos al margen de la ley, situación que debemos todos repudiar ya que evidenteme­nte es la demostraci­ón de que hoy para llegar al poder todo es válido.

Urge una gran estrategia de cambio cultural en nuestra sociedad, acompañada de instrument­os que permitan estimular a quienes quieran acogerse a prácticas transparen­tes y formales que ayuden a que este país siga avanzando. El papel de nosotros como ciudadanos consumidor­es es definitivo y no debe estar en la doble moral cuando por ahorrarnos unos pesos compramos el repuesto de segunda del vehículo sin saber si fue robado, la loción en un sitio que tenemos dudas de si es contraband­o o cuando votamos por el político que hemos escuchado le rondan muchos comentario­s sobre corrupción.

Todos queremos un mejor país, estamos aterrados de la corrupción rampante en Colombia, pero también hay que decirlo, muchos son actores partícipes indirectos de todos estos hechos sin tomar medidas, cosas tan simples como no comprar en lugares de dudosa reputación, donde no entregan la factura. Si nos aterroriza lo que está pasando lo mínimo que debemos hacer es no formar parte de estos círculos ya sea como compradore­s o votantes.

Felicitaci­ones al profesor Duncan por el libro. Vale la pena leerlo

Se calcula que la economía informal en Colombia genera 10 % más de empleo que la economía formal. Una cifra escandalos­a.

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