El Colombiano

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Con Pizzería Vesubio, obra autobiográ­fica, el psicólogo ingresa a la ficción.

- Por JOHN SALDARRIAG­A

Entrevista con Walter Riso, que se estrena como novelista.

Entre los recuerdos más simpáticos que tiene Walter Riso sobre su padre es de un hecho sucedido cuando aquel tenía nueve años.

El hombre se paró al lado suyo, con solemnidad, y le dijo: “A tu edad, yo ya era hombre”. Walter creyó que le iba a hablar de mujeres, pero le enseñó cómo se cocinaba una pizza napolitana, con pata de cerdo. Después de una trayectori­a como autor de 25 libros de psicología divulgativ­a, entre los que la gente recuerda ¿Amar o depender?, Despegarse sin anestesia o Pensar bien, sentirse bien, Riso presenta ahora su primera obra literaria: la novela Pizzería Vesubio.

Es un relato autobiográ­fico, narrado en primera persona por un personaje que tiene un nombre muy italiano: Andrea, en quien el escritor hace coincidir su historia.

“No es un alter ego mío — aclara—. No es, ni siquiera, un ávatar. Él hace cosas que yo no haría y yo hago cosas que él no hace”.

En la novela, el autor decidió escribir sin miedo gran parte de su biografía. Su condición de napolitano, hijo de una familia de inmigrante­s que llegó a Buenos Aires, Argentina, a sobrevivir, en tiempos de posguerra: 1951. Sin miedo, explica, porque de lo contrario, esa historia le quedaría tibia, sin mayor interés. Tampoco debe haber miedo a lo que diga la crítica, agrega.

Esos primeros años en el país suramerica­no fueron difíciles. La pobreza abundaba. Los italianos eran unos luchadores, unos guerreros por la subsistenc­ia, al punto que en el saludo no decían cómo va tu vida, sino cómo va la lucha.

Y la comida, presente en el libro como un hilo conductor, era fundamenta­l entre ellos. Él fue aprendiend­o las recetas y las incorporó en la novela, todas ellas con música de fondo.

“Si me preguntan qué es la vocación, diría que es aquello por lo que uno estaría dispuesto a pagar por hacer. ¿Pagaría yo por atender pacientes? No. Lo hago con gusto, pero no es lo que más me complace. ¡Yo pagaría por cocinar! Es lo que mejor hago”.

Más que inspiració­n

Estos asuntos, la cocina, la pobreza material y la lucha por la subsistenc­ia aparecen en la novela. Matizados con expresione­s en italiano que le dan vida y verosimili­tud a ese ambiente de inmigrante­s nostálgico­s con la Italia dejada, que el autor quiere crear.

Otro recuerdo es que comparaban todo: la sandía napolitana es más grande que la de aquí. Ese puchero que ustedes se comen (sancocho) ni para los marranos. ¡El mar de Nápoles! Un día llegaron a comparar el cielo. Le preguntó a la mamá qué tenía el cielo de Nápoles y ella contestó: es más grande. Después, Andrea, fue a Nápoles y pudo comprobar que ella tenía razón.

Muchos de sus seguidores, es decir, de aquellas personas que han buscado por años sus libros de psicología de la vida cotidiana estarán preocupado­s porque su autor cambió el contenido de sus escritos: Se volvió novelista.

“No —se apresura a responder—. Seguiré escribiend­o en ambas líneas: literatura y psicología”.

O sea, que la experienci­a como escritor de novelas le quedó gustando.

“Escribiend­o esta novela me sentí maravillos­amente irresponsa­ble. Como psicólo- go cada idea hay que fundamenta­rla. No se puede decir estupidece­s porque está en juego la salud de la gente. En la novela, no hablo yo, los personajes pueden decir lo que quieran. Me sentí libre”.

Sin embargo, como uno no puede escapar de lo que es — en su caso, psicólogo—, en la novela se encuentran frases que van en la vía de esos libros de enseñanzas: “El perdón no siempre se justifica”, dice unos de los personajes.

Los diálogos, que abundan en este relato, son sueltos y naturales. Intercala expresione­s en italiano, que los inmigrante­s, recién llegados a Argentina, no abandonaro­n e intercalab­an con el español.

Esos vocablos en el idioma europeo le aportan familiarid­ad al ambiente.

“Ah, se me olvidaba contar que estudié teatro cinco años. En San Luis. E hice teatro también. Por eso se me facilitaro­n los diálogos”. Y en cuanto al título, Pizze

ría Vesubio, ¿cuál es la importanci­a de la pizza y hay un referente real del establecim­iento?

“La pizza napolitana fue declarada Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la Unesco. Quien come una auténtica pizza no come sino que comulga. Y en cuanto al restaurant­e, mi papá tuvo varios y se quebraba. Sí lo hubo con ese nombre, no en Buenos Aires, sino en San Luis”. Además de comida, Walter

Riso prepara una obra en la que combina los dos ejercicios: literatura y psicología. Es novela psicológic­a

“No se puede decir estupidece­s porque está en juego la salud. En la novela, no hablo yo, los personajes pueden decir lo que quieran”.

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FOTO JUAN ANTONIO SÁNCHEZ Walter Riso decidió escribir la novela cuando descubrió en qué barrio de Nápoles nació.
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