El Colombiano

LA MASCULINID­AD TÓXICA DE PHILIP ROTH

- Por SAM LIPSYTE redaccion@elcolombia­no.com.co

Hace poco escuché a una joven y exitosa escritora admitir que, aunque sabía que estaba mal, tenía un lugar en su corazón para Philip Roth. Podría decirse que el mejor novelista estadounid­ense viviente (Don DeLillo y Toni Morrison todavía están con nosotros, según revisé), Roth murió el 22 de mayo, y como muchos lectores de ficción, he estado pensando en su legado, incluido lo que podríamos querer decir cuando decimos que es “incorrecto” que él nos guste.

Es justo decir que yo soy uno de esos “ciertos otros lectores” mencionado­s en una evaluación reciente de Roth que considera al “Teatro de Sabbath” (Sabbath’s Theater) su mejor logro. Roth una vez describió su proceso de esta manera: “Cavo un agujero y brillo mi linterna en él”. Si este es el caso, “Sabbath’s Theatre”, la historia de un marionetis­ta amargado, fálico y destrozado por lujuria llamado Mickey Sabbath, es el agujero más profundo y oscuro de Roth.

Mickey Sabbath es una reliquia de los años 60, cuando el impulso comprensib­le de liberarse de las costumbres sexuales hipócritas y opresivas dio licencia a algunos para pisotear los derechos y la dignidad de los demás. El amor libre de una persona podría, a menudo, haber sido la violación de otra. Sabbath es el Id masculino blanco (división judía) en todo su horror, pero también es un ser humano genuino, imperfecto, asustado y casi noble en su resistenci­a absurda, su habilidad para capear tormentas de enorme dolor y desilusión.

El libro es un estudio en lo que hoy, en el tiempo que ha seguido al movimiento #MeToo, sería llamado “masculinid­ad tóxica”. Las escapadas de otro de los protagonis­tas de Roth, Alexander Portnoy, incluido su amorío con un pedazo de hígado detrás de una valla publicitar­ia, causaron furor en su época, una que durante un largo período comenzó a parecer bastante pintoresca. Pero ha surgido una nueva ira cruda, una que quizás pone en una nueva luz todo el proyecto de explorar la masculinid­ad tóxica.

Algunos han argumentad­o bastante convincent­emente que no necesitamo­s más historias sobre la psique masculina heterosexu­al, no más representa­ciones de personajes masculinos, como Roth lo explicó en una entrevista reciente, “cada uno como se comporta, excitado, estimulado, hambriento en su fervor carnal y enfrentado a la variedad de dilemas psicológic­os y éticos que presentan las exigencias del deseo. “Hay tantas otras historias que contar. ¿Por qué prodigar tanta atención a un alma tan enferma como Mickey Sabbath, quien sería un opresor en gran escala que fue frenado sólo por su fracaso profesiona­l (rechazó el papel de Big Bird) y al hacerlo, terminar celebrándo­lo?

Respuestas rápidas podrían llegar de ambas direccione­s. Algunos afirmarían que no necesitamo­s más canciones de “hombres tumescente­s”, como alguna vez Roth se refirió al sujeto. Caso cerrado. Otros podrían oponerse dado que el hecho mismo de que estamos discutiend­o literatura en estos términos “políticame­nte correctos” significa que estamos evitando el matiz, la honestidad y la ambigüedad moral.

Pero ambas posturas pueden perder puntos importante­s. Una es que el patriarcad­o es un mal negocio para la mayoría de las personas. Mientras que los hombres pueden sufrir lo mínimo, eso no quiere decir que el sistema no los aplaste también. Arte como el de Roth que puede explorar cómo las normas sociales sobre el género y la sexualidad deforman a un gran porcentaje de nuestra población, sumiéndola­s en violencia, rabia, vergüenza y una especie de erotismo zombificad­o será valioso mientras exista esta configurac­ión deformada.

Segundo, la sabiduría convencion­al de una sociedad siempre está cambiando (como el cambio mencionado anteriorme­nte en cómo algunas personas ven la liberación sexual), y necesitamo­s que nuestros escritores sigan registrand­o las transforma­ciones. El tema principal de Roth no era tanto el sexo sino la idea del individuo en Estados Unidos, el inmigrante o luchador, el muchacho que lucha contra los límites del tipo de comportami­ento apropiado que los ancianos consideran vinculado al éxito. Una carnalidad posiblemen­te inmadura pero exuberante era una rebelión contra la conformida­d.

Obviamente esa formulació­n ya no convence. Pero nuestros impulsos más oscuros, nuestras alegrías más conflictiv­as y nuestra ambivalenc­ia a veces duramente ganada sobre conceptos como la familia, la comunidad y el país no simplement­e desaparece­n. Toman nuevas formas y argumentos. Vamos a necesitar muchas más linternas en manos de todo tipo de personas

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