El Colombiano

RAYMOND CHANDLER Y TAKI

- JOHN SALDARRIAG­A OSVALDO SORIANO

Un hombre llamado Inkstead me sacó algunas fotos para Harper’s Bazaar hace un tiempo (nunca pude descubrir por qué) y una, en la que yo estaba con mi secretaria sentada sobre mis rodillas, salió realmente muy bien. (...). Quizá convenga aclarar que la secretaria es una gata persa negra, de catorce años, y la llamo así porque ha estado conmigo desde que empecé a escribir, por lo general sentándose sobre el papel que quiero usar o los escritos que quiero revisar, a veces saltando sobre la máquina de escribir y a veces mirando tranquilam­ente por la ventana desde un rincón del escritorio, como diciendo: “Lo que estás haciendo es una pérdida de tiempo, compañero”. Su nombre es Taki (...), y tiene una memoria como ningún elefante puede haber intentado tenerla. Por lo general es cortésment­e distante, pero de vez en cuando se pone de humor discutidor y habla durante diez minutos sin parar. Ojalá yo supiera lo que está diciendo (...). No sé por qué estoy escribiend­o todo esto. Debe ser porque no se me ocurre ninguna otra cosa o (...) Podría ser que…No, debo de ser yo. Digamos que soy yo. Tengo miedo”.

Como los mininos están de moda, sus aficionado­s los quieren ver en todas partes y, por eso, hay algunos relatos literarios, cuentos y novelas, con estos animales domésticos asomándose en sus páginas.

Esta percepción, del relativo auge de libros gatunos nuevos en el mercado, la confirma Blanca Melo, de la librería Al Pie de la Letra. En un momento menciona un sartal de títulos de los que tiene en los estantes. Unos, infantiles: Mi gatito el más bestia del mundo, de Gilles Bachelet, un volumen publicado por RBA Libros, en el que el personaje peludo que lo habita, además de dormir, anda por los papeles en que su dueño acaba de escribir.

La noche de los gatos hambriento­s, una novela policíaca, de Pablo Albo. En esta, el bigotudo habla. Más que eso: es un soplón. Amigo del detective, le cuenta lo que pasa de noche.

Para los más chicos están Gato Chato y El viaje de Gato Chato, de Andrés Sobico, editado por El Gato de Hojalata.

Para los que están más grandecito­s, dice Blanca, la serie Los gatos guerreros. Novelas fantástica­s infantiles y juveniles, de las escritoras Kate Cary, Cherith Baldry y Tui Sutherland que firman con el seudónimo colectivo Erin Hunter.

Ellas se están comiendo el gato es una novela de Miguel Ángel Manrique, publicada por Hiro Arikagua cuerpo de gato.

Gatos ilustres, de Doris Lessing. Un recorrido por el tiempo y el mundo, que tiene como hilo conductor los gatos que formaron parte su vida.

Pero la librera no termina su sarta de obras sin recordar que Darío Jaramillo Agudelo, el poeta nacido en Santa Rosa de Osos, no le escribe a los osos, sino a los gatos. El volumen se llama así: Gatos. Fue publicado por Luna Libros y uno de sus poemas dice: Estados de la materia. Los estados de la materia son cuatro:/ líquido, sólido, gaseoso y gato.

El gato es un estado especial de la materia,/ si bien caben las dudas:/ ¿es materia esta voluptuosa contorsión? ¿no viene del cielo esta manera de dormir?

Y este silencio, ¿acaso no procede de un lugar sin tiempo?/ Cuando el espíritu juega a ser materia/ entonces se convierte en gato.

No es de ahora

A

“Yo no puedo decir que haya un auge especial en este mo- Elkin Obregón,

“Édgar Allan Poe, que los emparedaba —menciona, aludiendo, cómo no, a El gato negro, un cuento de horror—. Charles Baudelaire, en Las flores del mal le dedicó algunos poemas. En las fábulas —Esopo, el escritor de hace más de 2.500 años, tiene varias—, El gato con botas —que hace parte de la tradición oral europea y Charles Perrault contó—. Creo que su reiterada aparición en la literatura de todos los tiempos, se debe a varias connotacio­nes: su misterio, sus movimiento­s, su actitud poco servil”.

Recuerda que leyó en portugués —ha sido traductor de relatos— una novela bellísima titulada Las horas desnudas, escrita por Ligia Fagundes Te-

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Escritor argentino
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