UNA TEMPESTAD DE PALABRAS
...Y debo confesar que estoy confundido. Cuando me pregunto por la causa, pienso en el exceso de información.
He participado como ciudadano en unas nueve o diez elecciones presidenciales. Como periodista, fui testigo de primera fila en algunas de ellas. También trabajé como reportero en otras tantas campañas para elegir congresistas, diputados, concejales, gobernadores y alcaldes.
No me gusta la política, pero sé que todos la sufrimos. Por eso este año he sido uno más entre millones de colombianos preocupados por la suerte de nuestro país que ha seguido la última campaña a través de los periódicos, la radio, la televisión y las redes informáticas… Y debo confesar que estoy confundido.
Cuando me pregunto por la causa, pienso en el exceso de información. Han sido tantos los debates entre los candidatos, tan largos los discursos y tan agresiva la propaganda electoral que el resultado de tanto ruido entre los electores es una especie de aturdimiento. Ya se me olvidó por quién voy a votar para presidente.
Cansado de escuchar tal derroche de oratoria y hastiado de tantas consignas, para aliviar mi mente y divertirme un poco, he acudido a un viejo libro que escribió el periodista estadounidense Ambrose Bier
ce con el escandaloso título de “Diccionario del Diablo”.
Bierce nació en Ohio en 1842 y alcanzó fama en su país por el carácter macabro de su humor. Sus crónicas sobre la vida criminal de San Francisco le valieron entre sus colegas de la prensa el título de “el hombre más perverso”. El diccionario contiene unas mil definiciones corrosivas que fueron publicadas en distintos periódicos a lo largo de varios años y que él recopiló en un libro en 1911. Las definiciones que más me gustan son las que tienen que ver con la política. Estas fueron algunas que leí esta semana de elecciones:
Política: Conflicto de intereses disfrazado como enfrentamiento de principios. El astuto manejo de los asuntos públicos para provecho privado.
Elocuencia: Arte oral de persuadir a los tontos de que lo blanco es blanco. Incluye el don de hacer creer que cualquier color es blanco.
Discusión: Método de confirmar a los demás en sus errores.
Corsario: Político de los mares.
Senado: Cuerpo de ancianos que cumple altas funcio- nes y fechorías.
Fanático: Dícese del que obstinada y ardorosamente sostiene una opinión que no es la nuestra.
Disculparse: Sentar las bases para una ofensa futura.
Oratoria: Conspiración entre el lenguaje y la acción para defraudar al entendimiento.
Recuento de votos: En política norteamericana, nuevo tiro de dados que se concede al jugador contra quien están cargados.
Referéndum: Ley que se somete a voto popular para establecer el consenso de la insensatez pública.
Réplica: Insulto prudente al contestar. Practicada por se- ñores que tienen una repugnancia innata por la violencia, junto con una fuerte tendencia a ofender.
Admonición: Reproche suave o advertencia amistosa que suele acompañarse blandiendo un hacha de carnicero.
Voto: Instrumento y símbolo de la facultad del hombre libre de hacer de sí mismo un tonto y de su país una ruina.
Conservador: Dícese del estadista enamorado de los males existentes, por oposición al liberal, que desea reemplazarlos por otros.
Cita: Acto de repetir erróneamente palabras ajenas.
Pido a los lectores que no tomen muy en serio estas definiciones. Al fin y al cabo fueron escritas por un reportero de comienzos del siglo XX y son citadas cien años después por otro reportero.
Y el “Diccionario del Diablo” explica así el significado de la palabra Reportero: Periodista que a fuerza de suposiciones se abre un camino hasta la verdad, y la dispersa en una tempestad de palabras