El Colombiano

¿DÓNDE ESTÁ NUESTRO ACUERDO COMERCIAL CON CHINA?

- Por SCOTT PAUL redaccion@elcolombia­no.com.co

Donald Trump está desperdici­ando la mejor oportunida­d que Estados Unidos ha tenido en años para rehacer la relación comercial bilateral con China.

Es un giro notable de los eventos. Durante la campaña presidenci­al, Trump prometió que cambiaría por completo lo que denominó una relación comercial “totalmente injusta”.

Esto no ha sucedido. En cambio, una delegación comercial china dejó Washington el 19 de mayo sin acordar ninguna de las reformas estructura­les de mercado, como ponerle fin a subsidios para empresas de tecnología avanzada, que buscaban los oficiales de la administra­ción Trump. El secretario del Tesoro

Steven Mnuchin retrocedió los aranceles amenazados y el propio presidente introdujo la idea de resucitar a ZTE, el gigante chino de las telecomuni­caciones que se enfrentaba a una paralizant­e prohibició­n de exportacio­nes de EE.UU. tras violar los embargos estadounid­enses contra Irán y Corea del Norte.

¿Con los aranceles removidos, qué ofreció el lado chino? La compra de más agricultur­a y productos energético­s, cosa que habrían hecho en todo caso, y tarifas más bajas en importacio­nes de autos, una concesión que habían acordado hace semanas.

Para el 20 de mayo, los medios estatales chinos habían anunciado que la guerra comercial se había finalizado, y el secretario Mnuchin lo confirmó en un programa de televisión. El presidente luego se fue a Twitter a defender estos resultados como una gran victoria. ¿Si una guerra comercial ha sido evitada, qué tipo de paz es esta? Los oficiales chinos no concediero­n nada sustancial. Trump frecuentem­ente ha dijo que China se está “riendo de nosotros”. Después de esta ronda de negociacio­nes, China seguro se está riendo directamen­te de él.

EE.UU. debería comenzar por despojarse de sus viejas pretension­es. Para empezar, el país ya no puede pretender tener influencia sobre China en materia de robo de propiedad intelectua­l. Incluso si Trump -estaba obsesionad­o con el tamaño del déficit comercial en bienes, se suponía que la propiedad intelectua­l era el punto clave para sus negociador­es. El problema se ha gestado durante décadas, y ni el gobierno de Bush ni el de Obama hicieron lo suficiente para obligar a China a detenerlo. Hasta ahora, tampoco lo ha hecho el de Trump. En cambio, abandonó rápido su mejor ficha de juego al dejar de lado su amenaza de tarifas.

EE.UU. tampoco puede hacer de cuenta que más comercio con China promoverá una apertura política o económica. Xi Jinping es ahora el presidente de China de por vida, y los mercados de su país son casi tan opacos como lo fueron en 2001, cuando Pekín se unió a la Organizaci­ón Mundial del Comercio.

Lo que sí sabemos sobre la economía de China es que permanece dependient­e de subsidios del gobierno, dominada por empresas del Estado, y su sector manufactur­ero opera en niveles extraordin­arios de sobrecapac­idad. Enormes sectores de la economía de China, como los financiero y de construcci­ón, siguen cerrados a la inversión extranjera a pesar de las promesas de apertura. Y mientras que la economía china crece, debido a su propia propulsión, ha sido ayudada significat­ivamente por el robo desenfrena­do de la propiedad intelectua­l alentado por el Estado. EE.UU. también debería reconocer que preservar su relación comercial con China ha comprometi­do sus valores. No son solo los millones de trabajador­es que aún no se han recuperado del impacto de la exposición de sus industrias a la ola de importacio­nes chinas. Más insidiosas son las concesione­s que las empresas hacen cada día a las demandas del gobierno chino, bajo la amenaza de perder el acceso a su mercado.

El gobierno chino tiene una visión clara de lo que quiere: dominar las industrias del futuro, incluida la inteligenc­ia artificial, la robótica y los vehículos avanzados. Sus líderes están dispuestos a usar políticas de exclusión para llegar allí. ¿Qué está preparando Trump para detenerlos, y mucho más para planificar de manera responsabl­e nuestro futuro industrial?

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