El Colombiano

EMPRESAS PÚBLICAS DE MEDELLÍN

- Por JORGE GIRALDO RAMÍREZ calia@une.net.co

Las Empresas Públicas de Medellín se han vuelto parte del paisaje, como los servicios que provee: agua, energía, gas, telefonía. Esta condición natural con la que es recibida por muchas personas es una prueba de su éxito. Durante sesenta años no ha habido intentos de privatizar­la, ni barricadas contra la carencia del servicio o cuestionam­ientos sobre su función pública.

Pero no hay nada natural en ello. Las empresas de servicios públicos en Colombia fueron privatizad­as en gran medida durante las gestiones de César Gaviria y Ernesto Samper; EPM no. No es solo la propiedad. Se trata de la prestación de un servicio básico, universal y de calidad, y también del impacto que los excedentes de la actividad productiva tienen sobre la calidad de vida de los habitantes de Medellín y Antioquia. Muchos igno- ran que EPM ofrece un mínimo vital de agua a los hogares más pobres -gracias a una iniciativa de la administra­ción de Alonso

Salazar- y que gran parte de la inversión social en Medellín se financia con recursos de EPM. Es decir, que se trata de una empresa auténticam­ente pública, y que los detractore­s gratuitos y radicales de EPM lo que hacen es darse tiros en los pies.

EPM no es administra­da por la élite económica de la ciudad. Es dirigida de modo autónomo por un organismo que está conformado por personas de prestancia académica, social y profesiona­l, como puede constatarl­o cualquiera que se digne buscar la informació­n en la red. Y es orientada, en términos generales, por el alcalde de la ciudad quien, a su vez, es elegido democrátic­amente cada cuatro años. Que la ignorancia o la malevolenc­ia quieran ver en el sustantivo “empresas” al lobo feroz es otra cosa.

EPM no carece de problemas, como cualquier organizaci­ón de este mundo. Yo mismo la he criticado cada que creo que lo amerita. Sus problemas derivan, a mi modo de ver, de su condición monopólica en el mercado y de una visión demasiado ingenieril en un sector que tiene profundo alcance social. Pero es una empresa que aprende. Mucha diferencia hay entre los terribles errores políticos que se cometieron durante la construcci­ón de la represa de El Peñol hasta sus proyectos más recientes. Hace cuatro años tuve la oportunida­d de ver sobre el terreno la intervenci­ón social y física admirable de EPM en Toledo e Ituango. Estuve en el lecho del río, en los túneles, la casa de máquinas y otro lugar con el fabuloso nombre de “caverna de trasformad­ores”. A la magnitud de esa obra no le hacen justicia ni los números ni las imágenes.

Ante la actual emergencia, la gerencia de EPM decidió sacrificar parte de esa infraestru­ctura para salvar vidas humanas y está atendiendo a los damnificad­os de una manera inédita. ¿Cómo hubiera sido el desbordami­ento del Cauca sin EPM?

Se trata de una empresa auténticam­ente pública y los detractore­s gratuitos y radicales de EPM lo que hacen es darse tiros en los pies.

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