El Colombiano

NO MÁS PRINCESAS, NIÑAS NI VIEJAS: ¡MUJERES!

- Por DAVID ESCOBAR ARANGO david.escobar@comfama.com.co

Querido Gabriel, ¿ Alguna vez jugaste Mario Bros? Cuando en casa nos regalaron nuestra primera consola, que fue además la última, se volvió una obsesión. Por eso abrí un video que me llegó en uno de los pocos grupos de chat que conservo, porque su nivel de conversaci­ón me agrega valor. Son personas buenas que hacen diariament­e cosas positivas por nuestro país. Pero no te imaginas mi asombro y tristeza.

Una mujer con un vestido pequeñísim­o camina por el conocido paisaje del videojuego. Entra a un lugar que debe ser una clínica. Sale del edificio con un aumento de senos considerab­le. Al fondo, risas grabadas. Avanza y llega a una puerta que parece ser de una discoteca, con un portero al que convence de dejarla entrar mostrando abiertamen­te esa misma parte de su cuerpo que acaba de modificar. En el centro hay un hombre vestido de negro, alto y ancho, excede en dos o tres veces el tamaño de cinco mujeres en minifalda que lo rodean, bailan y ríen. Nuestra protagonis­ta las aplasta, literalmen­te, igual que en el juego se aplastan tortugas o búhos. Suenan aplausos. Luego comienza a ganar “monedas” al bailar con el gigante vestido de negro. Recibe dinero, joyas, vestidos, hasta un carro, en el que se suben ambos para dirigirse finalmente a un castillo.

¿ Qué tal si hablamos del machismo y cómo lo permitimos, lo alimentamo­s y lo ejercemos? En este grupo de gente que admiro, nadie dijo nada. A los pocos minutos, alguien compartió una encuesta electoral y la cosa quedó así. Nada dijeron las mujeres ofendidas, tampoco intervinim­os quienes hemos trabajado algo por la inclusión. Hasta pienso que quien lo envió tampoco “hizo” nada. Simplement­e andaba en modo automático. No pensó, como no pensamos cuando le decimos “niña” o “vieja” a una mujer, o “princesa” a la sobrina o la pareja.

Finalmente, en el grupo pudimos hablar gracias a lo que sucedió con Ana Cristina esta semana, a quien ante una crítica política sensata, alguien la trató injustamen­te diciendo: “otra vez esta vieja…”. No fue fácil, pero poner en evidencia las frases invisibles del machismo nos dio la oportunida­d de elevar nuestra concien- cia. Respiré aliviado, porque hay esperanza.

¿Qué dirán tus contertuli­os, mayoritari­amente hombres? ¿Aprenderem­os que no podemos agredir a una mujer por el hecho de ser mujer, y menos por su claridad y valentía? El machismo se esconde en lo más simple, nos bombardea desde las conversaci­ones con los del colegio, las juntas de las empresas y los espacios sociales. Lo validamos al tolerarlo, al usar sus lenguajes.

Pregúntale­s cómo podemos remover tanto machismo solapado que proviene, entre otras cosas, del cuento del hombre fuerte y la mujer débil, la princesa que espera ser rescatada o dominada. ¿ Qué tal hacer una tertulia sobre cómo construir un modelo de relaciones inspirado en esta frase de los diarios de Anaïs Nin?: “Un matrimonio es esto. Un hombre entrega a una mujer toda su fuerza y su visión, una mujer entrega a un hombre toda su fuerza y su visión”

El machismo se esconde en lo más simple, nos bombardea desde las conversaci­ones con los del colegio, las juntas de las empresas y los espacios sociales. Lo validamos al tolerarlo, al usar sus lenguajes.

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