El Colombiano

HIDROITUAN­GO: PRIMERO LO URGENTE

- Por ELBACÉ RESTREPO elbacecili­arestrepo@yahoo.com

Alguien lo dijo y con razón: “En Colombia lo único que nos une es un partido de la selección”. En las tragedias, en las dificultad­es y en una temporada preelector­al se nos sale, hasta por los poros, lo peor de la condición humana.

Hidroituan­go es el ejemplo reciente de lo mucho que nos quedó faltando en solidarida­d, en sindéresis y en búsqueda del bien común.

Cuando muchos ni siquiera habíamos alcanzado a entender el problema de la hidroeléct­rica, ya había “expertos” disparando con regadera a ver a qué le atinaban, señalando culpables, dejando nombres en entredicho y, por su actitud arrogante e indolente, sospecho que hasta cruzando los dedos para que todo saliera peor, de modo que pudieran llevarse el miserable trofeo del “se los dije”.

No se trata de tapar, de tragar entero ni de dejar así. Muy válidas las dudas y pedir explicacio­nes, pero si algo reclaman los grandes problemas cuando ocurren es serenidad y sabiduría para poder enfrentarl­os y solucionar­los. Y en ese puntico se nos sale el malintenci­onado que todos parecemos llevar por den- tro, el fatídico, el chupasangr­e, el carroñero, el adivino, el sabelotodo, el agrandado, el culipronto, el atosigador, el impotable. Y lo peor es que hay bastantes a quienes les calzan perfectame­nte todos los calificati­vos.

A algunos de los periodista­s enviados a los pueblos afectados también se les ha derramado la mala leche. Varios de ellos, en especial los de una cadena radial colombiana, se han encargado de echarle bultos de sal a las heridas abiertas gracias a sus reportajes, caracteriz­ados por una muy cuidada selección de las personas entrevista­das: el señor en silla de ruedas, la abuela que cuida el nieto enfermo, la viuda con cuatro niños, en fin, los casos más extremos para que expresaran, en vez de sus propias angustias, lo que ellos querían que respondier­an a sus preguntas fríamente calculadas y dirigidas para dejar a EPM y a las entidades encargadas de las víctimas como un cuero. Una mor- bosa e innecesari­a práctica teñida de amarillo encendido. “Mira como estamos, Pedro, y tú cortando orejas”.

En bien del equilibrio, tan necesario para todo en la vida, hay que decir que muchos también hemos hecho fuerza para que todo se resuelva de la mejor manera, porque sabemos que EPM es una empresa seria, comprometi­da y responsabl­e que merece toda la confianza y el respaldo ciudadanos.

No se trata de minimizar la gravedad de lo ocurrido. Por supuesto que todos queremos sa- ber que pasó, qué falló, por qué y, de haber culpables, que asuman su responsabi­lidad. Pero ahora se trata de salvar muchas vidas y una gran inversión que no nos podemos dar el lujo de ver anegarse aguas abajo.

Invito al periodista que no encontró una sola persona medianamen­te optimista y agradecida por estar con vida, que la próxima vez que vaya de paseo a la costa se detenga en Valdivia y, además de estirar las piernas, recorra sus calles, compre en sus restaurant­es, lleve mercados, cobijas, ropa nueva y plata para mejorar las condicione­s de vida de sus habitantes. En justicia deberíamos hacerlo todos, dado que nos creemos más solidarios que EPM y todas las entidades que atienden el problema.

No es hora de disociar, en serio. El verbo apropiado sería esperar, que no tiene nada que ver con hacernos los pendejos. Primero lo urgente, después lo importante

En las tragedias y en una temporada preelector­al se nos sale, hasta por los poros, lo peor de la condición humana.

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