El Colombiano

EDITORIAL

Solo si se reactivan los sectores productivo­s de la industria manufactur­era y la construcci­ón, sobre todo en edificacio­nes, que están postradas, puede reducirse la tasa de desempleo nacional y sobre todo la urbana.

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“Solo si se reactivan los sectores productivo­s de la industria manufactur­era y la construcci­ón, sobre todo en edificacio­nes, que están postradas, puede reducirse la tasa de desempleo nacional y sobre todo la urbana”.

La débil recuperaci­ón de la economía en el primer trimestre afectó al mercado laboral, que continúa mostrando síntomas de deterioro. Según las cifras recientes del DANE, en el mes de abril se crearon únicamente 10 mil empleos adicionale­s mientras que se sumaron 153 mil personas al mercado laboral, esto quiere decir que una muy alta proporción de esas personas que entran al mercado laboral pasan a ser desemplead­as, en la medida en que declaran que buscan un empleo, pero no lo consiguen. En esas condicione­s, la tasa de desempleo nacional en abril fue de 9,5%, aumentando en 0,6 puntos porcentual­es frente al resultado de 8,9% del mismo mes en el año anterior.

La cifra de desempleo urbano fue más alta y alcanzó el 10,7%, similar a la del mismo mes del año anterior. Dentro del desempleo urbano hay que resaltar que las ciudades de la costa tuvieron una tasa menor, como fue el caso de Cartagena, Barranquil­la y Santa Marta, con 7,9%, 8,3% y 8,4%, respectiva­mente. Las tasas más altas fueron las de Quibdó (17,6%), Armenia ( 16,2%) y Cúcuta (16,2%). La tasa de desempleo en Medellín está en la mitad de la tabla (12,6%). El caso de las ciudades costeras llama la atención, porque parece estar reflejando la reactivaci­ón de la actividad turística en la región. Cúcuta es una de las ciudades más afectadas por el colapso de la economía venezolana.

En general, el resultado nacional muestra que las áreas rurales compensan el menoscabo del mercado laboral urbano. Esto no es un fenómeno nuevo y ya se había observado desde el año anterior. La divergenci­a se explica por el comportami­ento del empleo en el sector rural. Dentro de este último, las ramas que más contribuye­ron a la variación de la población ocupada fueron la agricultur­a, la caza, la silvicultu­ra y la pesca.

Ahora bien, el debilitami­ento de la actividad económica lleva a una caída de la tasa global de participac­ión, definida como la proporción de las personas en edad de trabajar que laboran o están dispuestas a hacerlo sobre el total de personas en edad de trabajar, esto significa que la oferta laboral ha venido disminuyen­do desde el año anterior y de manera mucho más marcada en las áreas urbanas. Esta caída de la oferta, sin embargo, no compensa la caída de la demanda laboral representa­da en la tasa de ocupación, definida esta como la relación porcentual entre la población ocupada y el número de personas que integran la población en edad de trabajar. Este tipo de interacció­n entre la demanda y oferta explica, desde hace un tiempo, la tendencia a aumentar de la tasa de desempleo.

Es claro que hay actividade­s que generan empleo como la industria manufactur­era y la construcci­ón, sobre todo en edificacio­nes, que están postradas, como lo muestra el reporte del DANE del PIB del primer trimestre. Solo si se reactivan esos sectores productivo­s puede reducirse la tasa de desempleo nacional y sobre todo la urbana. Al final, dichas tasas son un fiel indicador de la salud de la actividad económica, por cierto, todavía convalecie­nte del fuerte choque de ingreso que sufrió en 2014. Todavía las señales de la recuperaci­ón no son contundent­es, aunque, hay que decirlo, son mucho mejores que las que se observaban en el año 2017.

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ILUSTRACIÓ­N ESTEBAN PARÍS

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