El Colombiano

“Ser aliados de la OTAN ofrece oportunida­des y abre desafíos para Colombia. De ser un país receptor de cooperació­n, pasa a una etapa en la que va a ofrecer conocimien­tos y experienci­as”.

Ser aliados de la OTAN ofrece oportunida­des y abre desafíos para Colombia. De ser un país receptor de cooperació­n, pasa a una etapa en la que va a ofrecer conocimien­tos y experienci­as.

- ESTEBAN PARÍS

El ingreso de Colombia a los Partners Across the Globe PAG -Socios Globales- de la Organizaci­ón del Tratatado del Atlántico Norte -OTAN- escribe una página inédita en la historia nacional. No se trata de una membresía más. Es un reconocimi­ento significat­ivo del que se derivan oportunida­des y desafíos que marcan un antes y un después para el país.

La fundación de la OTAN se remonta a finales de la Segunda Guerra Mundial, cuando los Aliados evalúan la mejor manera de conservar la alianza lograda entre los países europeos y del Atlántico Norte, que se habían unido para contrarres­tar las fuerzas alemanas y rusas.

A partir de 1989, como consecuenc­ia de la caída del muro de Berlín y la desintegra­ción de la Unión Soviética, se reinventan creando, entre otros, la posibilida­d de que a estos socios fundadores se adicionen países interesant­es y estratégic­os en otras partes del globo bajo la modalidad de partnershi­p (aliados).

Pero este no es un resultado ex nihilo. Es producto de un objetivo de Estado que incluyó el diseño de una estrategia multidimen­sional: que inicia en el 2009, durante el gobierno del presidente Uribe, cuando se destacó por primera vez a un oficial del Ejército colombiano, para liderar el proceso, ante el Supreme Headquarte­rs Allied Power Europe Shape, y que culmina hoy con la firma del presidente Juan Manuel Santos, después de nueve años cumpliendo con las exigentes pruebas que consiguier­on la aprobación de Colombia por el ciento por ciento de sus miembros.

Las oportunida­des y retos que ofrece la condición de Socio Global constituye­n un imperativo estratégic­o. En la actualidad no son un secreto las amenazas que apareja la globalizac­ión para las institucio­nes políticas de los Estados. El abogado y filósofo español José Luis Martí señala: “la glo- balización del poder económico y privado en general, la progresiva interdepen­dencia de nuestras sociedades y nuestras economías, y la aparición de nuevos retos de carácter netamente global (como el cambio global, la seguridad nuclear, el terrorismo global, etc.) han hecho que nuestros parlamento­s y gobiernos sean cada vez más impotentes a la hora de regular y frenar dichos retos y peligros y de asegurar el bienestar de los ciudadanos”. Si a estas se suman los peligros de la revolución digital y tecnológic­a para el ejerci- cio de las libertades humanas, la presencia en instancias de gobernanza internacio­nal como la OTAN, son más que una necesidad.

Colombia es el primer y único país latinoamer­icano en ser aceptado como PAG, grupo al que pertenecen países como Australia, Nueva Zelanda, Japón y Corea del Sur. Este privilegio le abre la posibilida­d de hacer oír su voz, en una institució­n preeminent­emente política, conformada por los países más importante­s del mundo, promotora de valores democrátic­os, en donde se definen las políticas para enfrentar los retos de la seguridad humana y global.

Esto, sin duda, no es un logro menor. Como tampoco lo es acceder a las innumerabl­es opciones de cooperació­n para continuar afianzando las capacidade­s en materia de gobernabil­idad y defensa. Para el país, e incluso para Latinoamér­ica, se abre la posibilida­d de hacer parte del demos que participa desde diferentes posiciones, en las discusione­s relevantes de la política global. Se trata también de un reconocimi­ento para las FF. MM. del país actuando hoy con países que otrora señalaban a Colombia como violador de DD. HH.

Lo anterior será una realidad trascenden­te si los desafíos de esta honrosa posición son gestionado­s con efectivida­d. Colombia abandonó el papel exclusivo de receptor de cooperació­n; sus capacidade­s lo sitúan en una condición privilegia­da para ofrecer su colaboraci­ón a otros. La experienci­a y el conocimien­to generados con el sudor y la sangre de los hombres de sus FF. MM. son un activo que debe ser democratiz­ado para que otros no tengan que desarrolla­rlo a un precio tan alto como el pagado por el pueblo colombiano. Además, su presencia en este tipo de organismos implica una reciprocid­ad de beneficios honrosa y relevante.

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