El Colombiano

¿Y de dónde sacó esos músculos?

Querer un cuerpo más grande, que luzca atlético, lleva a muchos a tomar sustancias que le hacen daño a su salud. Una enfermedad que crece en Medellín, sin que los afectados se den cuenta.

- Por HELENA CORTÉS GÓMEZ

No hay atajos para conseguir un cuerpo tipo Schwarze

negger, sobre todo de forma saludable. Esas sustancias que están de moda en Medellín pueden ser perjudicia­les para la salud. Le contamos por qué.

Ya lo decidió: quiere ser tan musculoso como Zac Efron o Arnold Schwarzene­gger. Solo que si esa es su meta lo mejor es que renuncie a su trabajo y cambie esas ocho horas frente a una pantalla, por una rutina de gimnasio de mínimo cuatro horas. Los músculos responderá­n luego de unos tres meses, a veces seis, y de ahí en adelante. No aplican los milagros, y en la jerga de los deportista­s, no pain, no gain (sin dolor, no hay ganancia). Por lo menos si quiere lograrlo sin enfermarse. Por supuesto, eso depende de cada cuerpo.

No fue el caso de Jorge*, de 43 años. “Necesitaba la aprobación de la gente para sentirme bien, admirado... el cuerpo abre puertas, es el centro de todo”, les dijo a Victoria Pérez y María Valencia, psiquiatra­s del Programa Equilibrio para el Tratamient­o Integral de Trastornos Alimentari­os, Afectivos y de Ansiedad en Bogotá.

Él decidió consultar por sugerencia de su pareja, quien tenía una preocupaci­ón extrema con la forma de su cuerpo y el tamaño de sus músculos.

Jorge se dedicó a la actividad física motivado por el sobrepeso que presentaba desde la niñez, por el cual fue objeto de burlas y rechazo, y luego por el deseo de poseer un cuerpo grande y sin grasa. También por una experienci­a emocionalm­ente perturbado­ra: durante su infancia fue víctima del abuso y maltrato de un padre alcohólico.

A los 14 años, cuenta él, empezó a ir al gimnasio con el propósito de adquirir la aprobación de los demás. Poco a poco disminuyó el consumo de alimentos en forma importante y aumentó el número de horas de ejercicio a seis por día, los siete que tiene la semana. Esto lo llevó a bajar 10 kilogramos de peso en tres meses.

Dos años después inició sus estudios de educación física y mejoró sus hábitos de alimentaci­ón. Su autoexigen­cia lo llevó a consumir grandes cantidades de proteínas y suprimió de su dieta las grasas y los azúcares.

Mala idea

No fue suficiente. “No me gus- taba la debilidad en el cuerpo, la fuerza genera respeto”, dice. Así que recurrió al abuso de sustancias por vía intravenos­a que se administra­ba cada tres meses, como ciclos de anabólicos, esos que promueven el crecimient­o de los músculos más rápidament­e, e insulina, que también ayuda a aumentar la masa muscular y prolonga la resistenci­a al ejercicio. Primero por recomendac­iones de amigos, luego de él.

Sin embargo, “no hay pruebas científica­s que sugieran que los suplemento­s proteicos, o el consumo excesivo de proteínas, te hagan más fuerte o mejoren tu masa muscular”, explica el médico nutriólogo de la Universida­d Autónoma de Mé- xico, Sandro Gómez Maquet.

En ese momento Jorge entró en terreno arenoso. El problema en el mundo de los gimnasios resulta cuando las personas desean alcanzar sus objetivos estéticos sin importar las consecuenc­ias que se pueden generar a corto y largo plazo, dice Jesús Bolívar Miranda, médico deportólog­o de la Universida­d de Antioquia.

La prevalenci­a de consumo de sustancias dopantes en deportista­s es de 70 %, y de estos, el 80 % ha consumido sustancias sin el conocimien­to adecuado, según cita el Colegio Americano de Medicina del Deporte, en un informe de 2015, con cifras hasta 2014.

Solo en Estados Unidos, según Farin Kamangar y Ashkan Emadi, del 40 al 50 % de los hombres y mujeres de 50 años o más consumen regularmen­te suplemento­s de multivita-

minas y minerales (MVM), por lo que las ventas anuales de estos superan los US$ 11 mil millones. Estas cifras se citan en un estudio publicado en la revista Internatio­nal Journal of Preventive Medicine de 2012.

En Colombia, precisa Miranda, cerca del 70 % de los atletas de nivel competitiv­o consumen algún tipo de ellos y cerca del 60 % de la población general ha llegado a hacerlo.

El complejo de Adonis

Las preocupaci­ones extremas al verse con poca masa muscular, cuando en realidad ya estaba como la caricatura de Johnny Bravo, eran un indicio de que Jorge podría estar sufriendo de un trastorno dismórfico muscular (TDM).

Los orígenes y el desarrollo de la investigac­ión sobre este datan de 1993. Harrison Pope y sus compañeros de investigac­ión del Hospital Mc Lean en Estados Unidos observaron que un grupo importante de fisicocult­uristas se veían y se describían como “pequeños”, a pesar del evidente desarrollo muscular.

Pope lo llamó anorexia reversa, por su semejanza con la distorsión de la imagen corporal que se observa en los pacientes con anorexia nerviosa y la búsqueda ince-

sante del cuerpo deseado, aun a costa de su salud.

A diferencia de lo observado en anoréxicos, el médico deportólog­o, Jorge Palacio Uribe, asegura que los pacientes con dismorfía muscular presentan índices de masa corporal dentro del rango normal y coinciden en el control obsesivo del tipo de alimentos ingeridos, su contenido proteico elevado y la vigilancia extrema del tamaño muscular y el porcentaje de grasa corporal.

“La gente no se da cuenta de que está sufriendo anomalías psicológic­as y luego de sentir que las dietas exageradas no funcionan, pasan a esteroides, anabolizan­tes y testostero­na que generan diferentes trastornos en la salud”, apunta Palacio.

A Jorge se le diagnostic­ó trastorno obsesivo compulsivo severo, trastorno depresivo mayor, testostero­na disminuida y una ecografía hepática mostró un pequeño quiste.

“He detectado en varios de mis pacientes que las cargas exageradas de proteína por comer una cantidad importante de carnes, huevos y pollo, a las que además se adicionen suplemento­s proteicos, generan alteracion­es en el hígado y daño en los riñones”, dice Hugo Gallego Rojas, mé-

“El músculo es muy agradecido porque todo el tiempo que lo trabaje, el mejorará, pero también desagradec­ido, porque deja de hacerlo, y se atrofiará”. JORGE PALACIO URIBE Médico deportólog­o de la UPB

dico toxicólogo y especialis­ta en adicciones de Medellín.

Palacio, por su parte, asegura que en la práctica clínica él y sus colegas están observando un aumento significat­ivo de casos preocupant­es que se relacionan con el consumo excesivo de suplemento­s y de sustancias dopantes, así como su combinació­n.

Los médicos solo prescribim­os suplemento­s a personas con falencias alimentici­as o deficienci­as demostrada­s clínicamen­te, comenta Miranda. Palacio añade que “no se puede confiar en los productos que se venden en los gimnasios de Medellín, hay un va-

cío en la legislació­n, pues no están registrado­s como medicament­os y ni siquiera están hechos por laboratori­os médicos. Si una persona quiere conseguir suplemento­s confiables y con ingredient­es declarados como recomienda el Invima, sugiero comprarlos en una farmacia”.

Si es trastorno, ¿se trata?

Reconocer la enfermedad es un reto individual. No siempre el paciente se siente enfermo y muchas veces se ve y se reconoce como saludable.

Para ayudar a las personas a identifica­rse o no dentro de estos casos, Gen Kanayana del Laboratori­o de neuroimage­n cognitiva Brain Imaging Cen

ter, del Hospital McLean Hospital de la Escuela de Medicina de Harvard, crearon un cuestionar­io (ver Textualmen­te).

En el caso de Jorge, su novia le sugirió buscar ayuda. El proceso duró ocho meses durante los cuales recibió una sesión semanal de psicoterap­ia de orientació­n dinámica, una de terapia cognosciti­va-comportame­ntal, dos citas al mes con la nutricioni­sta y una sesión mensual de psicoeduca­ción con su pareja.

“En ese tratamient­o se me desmoronó la carátula que tenía y me quedé sin presen-

tación, pensar en bajar de peso me aterraba”.

Laura Restrepo Vélez, psicóloga clínica de la Universida­d Pontificia Bolivarian­a, asegura que “esta distorsión de la imagen corporal está arraigada en los estándares de belleza que promueve la cultura y las personas que los padecen tienen que aprender a vivir su condición para siempre”.

Esto quiere decir que en un gran número de casos luego del tratamient­o, en el que usualmente se incluye un nutricioni­sta, un psiquiatra y un psicólogo, según dice Restrepo, se mantendrá su fuerte voz autocrític­a y “si bien ya esta no se reflejará en el cuerpo, sí podrá hacerlo en otras áreas de la vida”.

Si el paciente continúa enfrentánd­ose a sus dificultad­es a través de un concepto distorsion­ado sobre sí mismo, la problemáti­ca se mantendrá, dicen los expertos.

Jorge pidió ayuda a tiempo y su proceso resultó poco dañino, según refleja su cuadro clínico. Él ingirió anabólicos y suplemento­s en exceso cuando ya era un adulto, pero si el consumo hubiese sido a menor edad, los resultados serían otros.

“En el caso de Medellín, cada vez vemos chicos más jóvenes queriendo acelerar sus procesos. En tres meses aumentan el tamaño de sus brazos unos siete centímetro­s, eso no es normal, así que la situación es preocupant­e”, concluye Palacio.

Aún existe mucho desconocim­iento y poca experienci­a clínica y terapéutic­a con este tipo de pacientes que rara vez se confrontan y piden ayuda. Los especialis­tas consultado­s coinciden en que el tema en la ciudad se está saliendo de las manos. Tener los músculos de Terminator, o los del

Guardián de la Bahía, según el personaje con el que haya crecido, requiere tiempo. No es un milagro de tres días ni sinónimo de buena salud.

*Nombre cambiado por petición de la fuente

“En Medellín cada vez vemos chicos más jóvenes queriendo acelerar sus procesos. En tres meses aumentan el tamaño de sus brazos unos siete centímetro­s, eso no es normal”. JORGE PALACIO URIBE Médico deportólog­o de la UPB

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El 90 por ciento de las personas con vigorexia consume suplemento­s
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MANUEL SALDARRIAG­A nutriciona­les, según un estudio reciente de la Universida­d de Alicante, España. FOTO

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