SOBRE JUVENTUD Y MADUREZ
Quizás el candidato presidencial más joven fue Humberto
De La Calle. No por su edad, ni por la manera de vestir o el marco de sus gafas, sino por la frescura de sus ideas y la capacidad de conectarse con las generaciones mas jóvenes. Porque ser joven tiene poco que ver con la edad que uno tenga.
Yo tengo 49 años, pero varios de mis amigos millennials me dicen que vivo y pienso como ellos. Es un comentario que me halaga, aun si muchos adultos le tienen muchas veces pavor a esta generación. Pero quizás mis amigos observan en mi forma de ser algo que siempre me ha caracterizado: el privilegiar una vida que se parece al desarrollo de un rizoma, o sea una raíz, que no tiene ni comienzo ni fin, y al que le parece natural cambiar de dirección para adaptarse al terreno. “Tu oficina es el mundo”, me dijo un amigo en estos días. De hecho, me siento en casa en varios lugares del planeta y siempre he preferido vivir por un propósito en lugar de dedicar mis esfuerzos a desarrollar una carrera. Mi éxito nunca lo he definido por lo material, sino más bien en lograr una vida donde valores y comportamientos se alinean con un propósito más alto. Al igual que para muchos millennials prefiero tener experiencias que bienes.
Con una gota de ironía contesto a mis amigos que además de millennial tengo algo de Generación Z, porque me identifico con aquellos adolescentes quienes hoy demuestran tener mayor conciencia que mi generación hacia el medio ambiente, la alimentación y la igualdad. Es una generación que no le tiene miedo a la diversidad, sino que la abraza. Pienso por ejemplo en el valioso movimiento contra las armas que los más jóvenes están liderando en Estados Unidos. Es una generación que inspira y transforma.
Pero también llevo con orgullo mis canas, porque valoro el pasar del tiempo que lleva consigo los beneficios de la experiencia y de la sabiduría. Además, estoy convencido que es posible madurar y a la vez mantener un cerebro flexible. Es decir, tener la mente, el corazón y la voluntad abiertos para reconocer los signos de los tiempos y adaptarse a ellos. Pienso que en esto consiste la capacidad de mantenerse joven, reconociendo que hoy el progreso está en promover una cultura de los derechos, del diálogo, del encuentro; o sea una cultura donde el saber escuchar vale más que el hablar, el servir más que el ganar, el unir más que el dividir. Donde el orgullo por la propia identidad lo lleva uno a cultivar la curiosidad para entender y aprender del otro. Mantenerse joven hoy es apreciar la armonía entre la experiencia y lo novedoso.
Porqué para innovar hoy tenemos que ser raíces y alas. Si solo somos raíces, termínanos siendo prisioneros de nuestra identidad, encerrados en nosotros mismos, siempre nostálgicos de nuestro pasado. Si solo somos alas, terminamos siendo hojas a merced del viento, que no tienen rumbo. Hoy, los lideres que quieren transformar, tienen que mantenerse jóvenes, mientras que acumulan experiencia. Esta es la madurez que quiero vivir
Es posible madurar y a la vez tener un cerebro flexible. Es decir, tener la mente y el corazón abiertos para reconocer los signos de los tiempos.