“Todavía es pronto para entender hasta dónde puede llegar esta situación. Están en riesgo muchas cosas. Para EE.UU. las consecuencias por imponer aranceles pueden no ser tan buenas en el largo plazo”.
Todavía es pronto para entender hasta dónde puede llegar esta situación. Están en riesgo muchas cosas. Para EE. UU. las consecuencias por imponer aranceles pueden no ser tan buenas en el largo plazo.
Hace apenas unas semanas, los interesados en el comercio mundial habían respirado aliviados cuando China y Estados Unidos anunciaron un acuerdo para suspender los aumentos de los aranceles para el acero y el aluminio, que además afectaban a otros países. La tregua fue demasiado corta porque el jueves pasado la administración Trump inició una nueva ofensiva comercial con consecuencias todavía imprevisibles. En esta ocasión la imposición de aranceles apunta en diferentes direcciones y afecta no solamente a China, sino también a Europa, Canadá y México, que ya no estarían exentos. Ya no se trata solamente de adversarios como China, sino también de vecinos y aliados. Con ese nuevo movimiento no solamente se están amenazando las relaciones comerciales bilaterales sino también el tratado de libre comercio con Canadá y México (Nafta). Para estos países el golpe es importante porque son grandes proveedores de esos bienes. Canadá es el segundo en acero y México el cuarto. En aluminio Canadá participa con el 40,5% de las importaciones estadounidenses y México con el 1,5%. En contraste, la medida contra la UE es ante todo sim- bólica porque el monto de las exportaciones europeas es relativamente reducido. La respuesta de los nuevos países afectados fue tajante, pero han buscado tratar las diferencias y tensiones en el marco del sistema multilateral de comercio. Canadá y la Unión Europea han demandado a Estados Unidos ante la OMC con el argumento de que los aumentos unilaterales de los aranceles, con el pretexto de garanti- zar la seguridad nacional, no respetan las obligaciones internacionales estadounidenses ni las reglas de ese organismo. Pero el tema no acaba ahí, la Unión Europea va a utilizar las salvaguardias previstas en la OMC y además demanda a China por socavar los derechos de propiedad intelectual de las empresas europeas. También impondrá aranceles para productos alimenticios estadounidenses, pantalones Levi’s y motocicletas Harley Davidson. México, por su parte, decretó aranceles a varios productos de Estados Unidos, entre ellos láminas de acero, uvas, manzanas, arándanos, carne de cerdo y quesos del tipo que sirve para preparar pizzas. De parte de Europa, Canadá enfoca su revancha en veleros, whisky, maderas y herbicidas. Este nuevo capítulo de la guerra comercial prueba en realidad la debilidad de una estra- tegia y no su fortaleza. Demuestra que, en las negociaciones con China y Europa, los negociadores estadounidenses no han logrado construir confianza con sus interlocutores y, por consiguiente, poco han obtenido. No existe en este momento la posibilidad de obtener acuerdos de buena fe cuando está presente la posibilidad de que sean repudiados casi de forma inmediata. Todavía es pronto para entender hasta dónde puede llegar esta situación. Están en riesgo muchas cosas: la institucionalidad comercial internacional, el Nafta, el libre comercio. Para Estados Unidos las consecuencias pueden no ser tan buenas en el largo plazo. En lugar de lograr reducir su déficit comercial, como se ha argüído en repetidas ocasiones, el precio a pagar puede ser el debilitamiento de su influencia, a costa de otras super potencias en ascenso. Para Colombia, el riesgo más importante ante esta nueva situación es el aumento del proteccionismo que pueda desencadenarse. En el corto plazo, los productores locales de acero y aluminio, al no estar exentos, pierden el mercado norteamericano y también deben enfrentar la desviación de esos productos hacía Colombia