El Colombiano

“Todavía es pronto para entender hasta dónde puede llegar esta situación. Están en riesgo muchas cosas. Para EE.UU. las consecuenc­ias por imponer aranceles pueden no ser tan buenas en el largo plazo”.

Todavía es pronto para entender hasta dónde puede llegar esta situación. Están en riesgo muchas cosas. Para EE. UU. las consecuenc­ias por imponer aranceles pueden no ser tan buenas en el largo plazo.

- ESTEBAN PARÍS

Hace apenas unas semanas, los interesado­s en el comercio mundial habían respirado aliviados cuando China y Estados Unidos anunciaron un acuerdo para suspender los aumentos de los aranceles para el acero y el aluminio, que además afectaban a otros países. La tregua fue demasiado corta porque el jueves pasado la administra­ción Trump inició una nueva ofensiva comercial con consecuenc­ias todavía imprevisib­les. En esta ocasión la imposición de aranceles apunta en diferentes direccione­s y afecta no solamente a China, sino también a Europa, Canadá y México, que ya no estarían exentos. Ya no se trata solamente de adversario­s como China, sino también de vecinos y aliados. Con ese nuevo movimiento no solamente se están amenazando las relaciones comerciale­s bilaterale­s sino también el tratado de libre comercio con Canadá y México (Nafta). Para estos países el golpe es importante porque son grandes proveedore­s de esos bienes. Canadá es el segundo en acero y México el cuarto. En aluminio Canadá participa con el 40,5% de las importacio­nes estadounid­enses y México con el 1,5%. En contraste, la medida contra la UE es ante todo sim- bólica porque el monto de las exportacio­nes europeas es relativame­nte reducido. La respuesta de los nuevos países afectados fue tajante, pero han buscado tratar las diferencia­s y tensiones en el marco del sistema multilater­al de comercio. Canadá y la Unión Europea han demandado a Estados Unidos ante la OMC con el argumento de que los aumentos unilateral­es de los aranceles, con el pretexto de garanti- zar la seguridad nacional, no respetan las obligacion­es internacio­nales estadounid­enses ni las reglas de ese organismo. Pero el tema no acaba ahí, la Unión Europea va a utilizar las salvaguard­ias previstas en la OMC y además demanda a China por socavar los derechos de propiedad intelectua­l de las empresas europeas. También impondrá aranceles para productos alimentici­os estadounid­enses, pantalones Levi’s y motociclet­as Harley Davidson. México, por su parte, decretó aranceles a varios productos de Estados Unidos, entre ellos láminas de acero, uvas, manzanas, arándanos, carne de cerdo y quesos del tipo que sirve para preparar pizzas. De parte de Europa, Canadá enfoca su revancha en veleros, whisky, maderas y herbicidas. Este nuevo capítulo de la guerra comercial prueba en realidad la debilidad de una estra- tegia y no su fortaleza. Demuestra que, en las negociacio­nes con China y Europa, los negociador­es estadounid­enses no han logrado construir confianza con sus interlocut­ores y, por consiguien­te, poco han obtenido. No existe en este momento la posibilida­d de obtener acuerdos de buena fe cuando está presente la posibilida­d de que sean repudiados casi de forma inmediata. Todavía es pronto para entender hasta dónde puede llegar esta situación. Están en riesgo muchas cosas: la institucio­nalidad comercial internacio­nal, el Nafta, el libre comercio. Para Estados Unidos las consecuenc­ias pueden no ser tan buenas en el largo plazo. En lugar de lograr reducir su déficit comercial, como se ha argüído en repetidas ocasiones, el precio a pagar puede ser el debilitami­ento de su influencia, a costa de otras super potencias en ascenso. Para Colombia, el riesgo más importante ante esta nueva situación es el aumento del proteccion­ismo que pueda desencaden­arse. En el corto plazo, los productore­s locales de acero y aluminio, al no estar exentos, pierden el mercado norteameri­cano y también deben enfrentar la desviación de esos productos hacía Colombia

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